Sentimiento de culpa

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El anterior capítulo lo escribí con toneladas de ilusión a mis espaldas; hoy es un día distinto. El porqué, lleva ya unos cuantos años a mi lado.

Desde que tengo memoria, he sido una persona muy sensible. Todo me afecta, tanto para bien como para herirme. Y el caso de hoy es algo así. Me siento... Inútil. Inútil porque, al parecer, soy un saco de boxeo. Inútil porque los desprecios forman parte de mi día a día. Inútil porque no soy capaz de salir adelante. En ocasiones como esta, cuando tengo los sentimientos a flor de piel, me resulta muy fácil plasmarlos en un texto. Me desahogo, es una gran liberación dosificar mis quebraderos de cabeza en cada palabra aquí presente. Pese a todo, quiera o no, los problemas no se quedan en unos cuantos párrafos. Siguen ahí, no se van por muy malos huéspedes que sean. La clave está en cómo se afrontan, lo cual varía según la situación que abracen el momento.

Es por esto por lo que me considero una Bomba de Relojería. De un instante para otro, todo cambia; soy una especie de combinación explosiva. ¿Será a causa de la edad? No te digo yo que no, pero tengo la sensación de que esto va a ser una de las características que más me determinarán en la vida.

No sé, entonces, si es por mi condición de vulnerabilidad (oculta a veces entre un cúmulo de impulsividad y  una actitud "a la defensiva"), por lo que resulto tan fácil de humillar. Lo más doloroso parte del hecho de que el sujeto no es una persona completamente ajena a mí, sino que se trata de alguien a quien le debo la vida. Por muy dramático que suene, necesitaba escribir sobre esto.  Casi forma parte de mi día a día, y me desborda. De todos modos, con dejar las penas volar libres, me es suficiente. No veo necesario entrar en detalles sobre las calamidades más duras; con un leve soplido, se van apaciguando lentamente hasta que el huracán que representan se ve convertido en una suave aunque gélida brisa.

Mis anhelos más íntimos llevan las manos cargadas de buenos deseos, de positividad... Esto es a lo que realmente aspiro. Se trata de un querer y no poder: lo que más deseo es ver florecer mi rama carismática, mas alrededor de ésta, se ha formado un matorral repleto de espinas. Estas punzantes zarzas son las que me impiden expresarme al cien por cien. Algunas, muchas de ellas, las he puesto yo misma sin darme cuenta; otras, la vida y lo que ésta supone.

Por todos estos motivos, soy una escritora frustrada. Sí, mi mente está plagada de pensamientos que quiero dar a conocer para iluminarlos con otras ideas nuevas, pero son tantos, que me cuesta. Es como si todos estuviesen golpeando la puerta que les impide salir de mis entrañas al unísono, pero no puedo permitirles el lujo de abandonarme sin haber madurado lo suficiente en mi cabeza. Además, la barrera que los aprisiona es estrecha; si intento dejarles salir a la vez, algunos sufrirán daños, lo que significa que perderán esplendor. Para que todo salga según lo previsto, solo la paciencia es necesaria.  Bueno, y la memoria, para que ninguno quede en el olvido.


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