Estallido ㋡

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Hoy no tengo ganas de seguir relatando historias tan lúgubres como algunas de las anteriores. Como bien decía María de Villota, uno de mis mayores ejemplos a seguir, la vida es un regalo. ¿Y qué mejor manera de sacarle partido a semejante obsequio que compartiéndolo?

En ocasiones, siento un bienestar muy profundo. Es una especie de alegría, aunque bastante fugaz, que cosquillea mis adentros para luego irse; siempre dejando atrás una difuminada sensación que solo se desvanece del todo cuando algo impactante me sucede. Y esta es una de las mayores razones por las que continúo en pie cada mañana (siempre con un insoportable cansancio que ya explicaré) y sigo. Sigo adelante, sigo trazando un borrador de mi vida, sigo buscando aquello que me hace ser feliz. Porque aunque no lo parezca, dado que de momento solo he escrito para soltar toda la mugre que llevo dentro, soy mucho más que todo eso (menos mal).

Mi definición de felicidad empieza cuando me siento relativamente bien. No hace falta tener una vida perfecta para ello, vale con echarle empeño al asunto. De hecho, cuantos más problemas se presentan en mi vida, mejor voy aprendiendo a afrontar cada uno de ellos: a veces se gana, otras se aprende. Esto no quiere decir que sea un camino de rosas; ya lo he explicado en otros capítulos. Lo que quiero dar a entender es que no hemos de amargarnos por asuntos que no merecen nuestro malestar. Un problema es lo que viene a ir siendo una mera búsqueda de la ventura, a diferencia de que el entorno resulta más complicado.

No nos debería afectar la atmósfera en la que estamos envueltos, sin embargo, respirarla nos está quemando por dentro (y me incluyo). Llegamos incluso a acatar comportamientos ajenos que destruyen nuestra integridad... ¡Basta! Es hora de sacar la mejor versión de cada uno de nosotros.

Este "libro" me está sirviendo más bien como un diario. En él anoto cómo me voy sintiendo día tras día, lo que me ayuda a desahogarme. Mis sentimientos, opiniones, luchas internas. Me ayuda a ver las cosas desde otro punto, a darle a cada cosa su debida importancia, a ordenar una serie de ideas en mi cabeza... Y sentir que realmente puedo hacerlo me llena. Desde que comencé este recorrido (no hace más de veinte días) hasta ahora, he notado cómo he ido cambiando mi forma de expresarme.

Muchas veces depende de las emociones que anden ululando por mi cabeza, pero por lo general, ahora escribo de una forma más tranquila. Yo misma me sorprendo cuando veo que hace nada me costaba hacer salir todos mis pensamientos al exterior; ahora comprendo que lo que me hacía falta era práctica y aprendizaje. Nadie me ha enseñado cómo hacerlo: he aprendido de mí misma. He recibido consejos, pero no todos los he aplicado en mi vida. Algunos porque simplemente captaron mi atención en su momento y hoy en día me serían francamente inútiles; sin embargo, otros he decidido borrarlos, ya que los he acogido con un gran temor. Fui yo la que decidió ir a pedirlos, pero la respuesta me estremeció, y punto.

Bomba de RelojeríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora