Capítulo 1.

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Los pasos que ahora daba eran más lentos y pesados que hacía ya una cuadra atrás. Estaba cansada.
Los niños corrían a su alrededor clamando por más dulces y más dulces.
A Holanda le dolía el estómago de tantos dulces. Lo único que deseaba en ese momento era vomitar en su sitio secreto, vomitar para luego volver a comer dulces. Era una noche especial, y no podía desperdiciar los caramelos, malvaviscos y barras de chocolate que le habían obsequiado.
Refregó su cara con ambas manos corriendo su maquillaje. Le importaba una mierda ya su maquillaje.
Sintió el viento golpeando contra sus piernas desnudas y brazos descubiertos. La ciudad continuaba despierta y se oían los ruidos de los autos o autobuses al pasar junto a ella.
Cada vez faltaba menos para llegar a su destino, pues hacia media hora que se encontraba caminado y el camino parecía haberse alargado el triple.

Minutos más tarde, se internó en un sendero de tierra hasta llegar a la puerta de madera que se encontraba abierta, lo cual la alarmó, alguien había entrado a su propiedad.
Caminó pisando el agua que se había colado por las goteras el día anterior, cuando parecía que se avecinaba el fin del mundo.
Había charcos por todas partes que mojaban sus zapatillas de tela negra.

La estación de trenes abandonada se veía majestuosa a estas horas de la noche. La luz de la luna iluminaba atravesando las ventanas viejas, rotas y oxidadas, lo cual a Holanda la dejaba asombrada.
El silencio se podía contemplar de una manera absoluta y placentera. Le gustaba el silencio, la paz interior y el placer de conectarse consigo misma mediante los dos anteriores.
Aspiró el aroma a pasto mojado y continuó caminando con lentitud.

A lo lejos, vio una sombra que le llamó la atención. Estaba sentada en uno de los bancos de metal, con los brazos extendidos sobre una baranda, contemplando el estupendo escenario de la luna llena. La luz lunar le daba justo en el rostro. Llevaba unos anteojos oscuros y el cabello castaño ligeramente despeinado por el viento otoñal.
Holanda suspiró tranquila al verlo, no lo conocía, pero se veía indefenso.
Ella se acercó al joven mordiendo su labio inferior y tomó asiento junto a él.

—Hola—dijo con media sonrisa.
—Hola—contestó el sujeto sin mirarla.
—¿Pensando?—preguntó.
—Pensando—afirmó.

Holanda asintió mirando el perfil del joven que se encontraba junto a ella. Era de pocas palabras. Le agradaba. Sonrió de manera extraña y se sintió a gusto. Ella hablaba demasiado y le gustaba que él fuera de no hablar.

—¿Qué haces aquí?
—Tú misma lo dijiste. Pensando—dijo sin ningún gesto.
—¿No te gustaría pensar en un lugar más agradable? Como, no lo sé, el parque tal vez, sabes, no me molesta tu presencia pero planeaba vomitar y comer en soledad esta noche.—explicó
—Si quieres hazlo, ignora mi presencia y finge que no estoy aquí, con toda honestidad no quiero irme

Holanda volvió a suspirar. Suspiraba mucho últimamente.

—Está bien, puedes quedarte.—aceptó—Estaré allí atrás por si necesitas algo

Este asintió y se acomodó los anteojos.
La pelirroja se paró de inmediato y caminó hasta donde dijo que estaría y se sentó en otro banco. Cruzó las piernas y abrió un paquete de malvaviscos. Se llevó uno a la boca y lo apretó entre el paladar y la lengua hasta que se deshizo. Cerró los ojos disfrutando de su sabor a fruta y esponjosidad.
Seguido de esto, observó al chico desconocido y sintió pena por él. Tan solitario y abandonado en esta mágica noche. Negó con la cabeza y llevó sus golosinas hasta él.

—¿Quieres?—preguntó haciendo sonar la envoltura.
—¿Qué es?—cuestionó girando hacia ella.
—Malvaviscos.—sonrió—Feliz Halloween
—Feliz Halloween—dijo con media sonrisa en su rostro.

Se llevó uno a la boca y lo degustó con paciencia mientras Holanda devoraba uno tras otro sin descanso.

—Son mis dulces favoritos—Holanda lo miró asintiendo. El chico desconocido tomó dos más y los masticó, esta vez con más rapidez. —Son algo así como magia embolsada o nubes en forma de cilindros—sonrió mirando a la pelirroja que masticaba con furor, ansiosa por decir algo.
—Lo sé, son excelentes. Creo que si las nubes se pudieran comer y envasar tendrían este sabor y textura majestuosa...
—Celestial
—Exquisita
—Diferencial
—Mágica
—De otro mundo—dijo él asintiendo.

Holanda le sonrió ampliamente observando su rostro. Le parecía bonita su nariz y hoyuelos cada vez que sonreía, lo volvía un tanto tierno y divertido.

—Soy Kevin Brooks—se presentó extendiendo su mano hacia ella.
—Holanda Parks—contestó aceptando con gusto su mano.
—Holanda tienes una hermosa voz—le dijo rascando su cuello.
—Gracias—rió.

Al instante ambos callaron. El silencio no era incómodo para ninguno de ellos, era más bien, completo. Acabaron la primera bolsa y continuaron por la segunda.
Kevin disfrutaba de la brisa otoñal en su rostro, sintiendo como su cabello castaño se iba hacia atrás y como la piel de Holanda rozaba contra la suya cada dos minutos exactos para tomar otro malvavisco.
Sonrió, se sentía a gusto y confortable junto a la chica desconocida. Su voz era muy dulce y le gustaba. Jamás había oído una voz tan preciosa como la suya, y escucharla era casi tan bonito como la música.
Pero pronto, la magia acabó. Kevin oyó el sonido del reloj de la ciudad marcando las doce y supo que era tarde. Instantáneamente se puso de pie.

—¿A dónde crees que vas chico malvavisco?—le dijo ella.
—Son las doce, es tarde y luego no podré regresar—contestó tanteando en la oscuridad.

Holanda se encogió de hombros diciéndose internamente que se parecía a Cenicienta. Sólo Cenicienta se preocupaba por volver a su casa antes de las doce.

Como la pelirroja no tenía nada escrito en su agenda, tomó su canasta de dulces y se paró junto a él.
Kevin tomó su bastón y lo apoyó en el suelo húmedo para no sorprenderse con nada en el camino. Comenzó a dar pasos largos tanteando con su bastón justo cuando a Holanda se le rompió el corazón.
Él, era ciego.

N/A: Espero les haya gustado, estuvo algo aburrido lo , no me peguen :O después se pone interesante ͡° ͜ʖ ͡°
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Saludoooos!

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