Amanda despierta de golpe, con su cabeza taladrando detrás de sus ojos, la luz que se cuela dentro de la habitación solo hace que la joven suelte un quejido.
No vuelvo a tomar. Nunca más.
Es lo que una y otra vez dice para sí misma, mientras se tapa con el cobertor hasta la cabeza. Por una fracción de segundo el dolor de cabeza parece irse y la razón se estaciona en ella, haciéndola darse cuenta de que no sabe cómo ha llegado ahí.
Observa por encima del cobertor y se cerciora que realmente está en su habitación. No tiene la menor idea de cómo ha llegado ahí pero una vez que se pone a darle vueltas al asunto termina por volverle a doler la cabeza.
En un esfuerzo sobrehumano de acordarse lo que paso anoche con certeza, su mente aun en un mar de licor, trae a colación una imagen fraccionada. Unos ojos penetrantes e imperturbables se abren ante ella, su cuerpo reacciona ante el recuerdo, se estremece y siente como si la cuestionaran. El simple sentimiento que viene con ese rostro a media luz le abruma.
Los nervios se disparan por su espina dorsal en medio del esfuerzo por recordar otra cosa pero la única respuesta que obtiene es que su cabeza duela aún más.
Una mandíbula tensa y unos labios presionados entre sí, es lo siguiente que viene a su mente, rememorando los finos y pronunciados rasgos de quien le pertenece aquella boca en penumbras. Todo encaja en solo un segundo, esos labios, los ojos penetrantes y la nariz aristócrata, forman un rostro que se ve inmerso en las sombras de un recuerdo a media luz.
Adam.
La vergüenza, las ganas de que la tierra se abra y se la trague, invaden por completo a Amanda. Nunca ha sido mala para tolerar el alcohol y justo cuando ella ha olvidado su regla de oro de jamás mezclar más de dos tipos de tragos, le da a Adam por ir al mismo club que ella y sus amigos.
Se levanta a toda prisa, nerviosa por lo que esa mescolanza de licores pudo haber incitado, pero apenas y se pone de pie, todo a su alrededor se mueve gracias a la resaca.
Tomando asiento nuevamente, Amanda intenta aplacar el aturdimiento, fijándose que en su mesa de noche hay una hoja con algo escrito a letra corrida y algo garabateada que no le pertenece a ella.
Tus amigas no son de mucha ayuda, consigue unas nuevas. Es solo un consejo.
Dale las gracias a tu chofer, sino las cosas habrían salido mal. Eso sí es imperativo.
A.H
Quedándose boquiabierta por unos segundos luego de haber leído la nota, Amanda siente la necesidad de volver a leerla una vez más para así cerciorarse de que no se trata de una mala pasada del licor.
— Es simplemente un majadero con demasiado ceros en su cuenta bancaria — Dice para sí misma.
Cuando logra confirmar que al estar de pie no siente desvanecerse, Amanda baja las escaleras hasta la cocina que se encuentra en medio de un silencio sepulcral. Esforzándose por no hacer mayor ruido y que se aparezca su padre con algún sermón, o peor, con la rabia incontenible de que su socio fue quien la trajo a casa mientras estaba en un estado deplorable.
Sentándose en el taburete de la isla de la cocina, Amanda lo primero que ve frente a ella es la mirada escrutadora de su nana.
— Buenos días cariño, ¿Qué quieres de desayunar?
El tono de voz de Greta es el que regularmente utiliza con la jovencita, que siempre ha querido como una hija propia, maternal, dócil y cariñosa. Pero está consciente que la mirada que le da no es la de siempre. Allan le conto lo que sucedió anoche y ante sus ojos, Amanda debería no solo limitar el contacto con Adam, sino que debería de colocar nuevos límites en su vida.
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El socio de papá ®
RomancePrimera parte de la bilogía "El Socio" Cuando la inocente Amanda Thomas, recibe la llamada de su padre para pedirle se presente a tiempo para una cena de negocios con el nuevo socio de Thomas Corp. por su mente pasan las infinidades de cenas anteri...