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Las puertas del ascensor se abrieron y con ellas la determinación de Adam de dejar a un lado cualquier plan que involucre a Amanda. Desde que dejo a la joven en su casa, le ha dado vueltas al asunto. No puede lastimarla tan deliberadamente por algo que su padre ha hecho.

Entra al apartamento en penumbras y tantea su camino en dirección a su habitación. Deseando que Nathalie ya este dormida y no le haga ninguna pregunta de dónde estuvo o con quien. Pues últimamente su voz la ha encontrado más molesta que antes.

Las luces de la habitación están apagadas, apenas y si las luces de fuera se cuelan por el ventanal del balcón. Nathalie esta acostada en su lado de la cama y parece profundamente dormida.

Adam toma asiento en la cama y a su mente viene el recuerdo del beso con Amanda. La forma tan poco usual como termino la cita. Pudo haber sido perfecta de no haber sido por la forma como todo cambio a último momento. Quería explicárselo pero no podía, sabía que si alguna palabra salía de boca solo para decirle realmente a que vino a Miami, terminaría por herirla.

Nathalie sintió un peso sobre la cama, al abrir los ojos aun adormilados, pudo ver a Adam sentado al otro extremo de la cama. Parecía pensativo. Observando la hora en el reloj sobre el mueble de noche, sintió un pinchazo en el corazón cuando se dio cuenta de lo tarde que había llegado.

Ella no era tonta, por más que quisiese hacérselo creer, no lo era. Sabía que a un hombre como él las opciones les llovían, y si no era una mujer con la que estaba, quería decir que estuvo en algún bar bebiendo. La simple idea de volverlo a ver sucumbir ante el alcohol la hace mortificarse.

Acuclillándose sobre el colchón, intentando no hacer mayores movimientos, pasa sus brazos por encima de sus hombros sintiendo bajo su tacto el pecho firme cual ha anhelado durante varias noches. Ahí, tan cerca de él, no puede oler ni pizca de licor solo un perfume suave aun impregnado en su suéter.

— Hoy no — Le advierte Adam, con firmeza mientras intenta apartar sus brazos de él.

El solo rechazo hace que su corazón se detenga. Su mente queda en blanco y parece detonarse una alarma interna.

No puedo perderlo.

Es lo único que viene a su cabeza para atormentarla.

Intentándolo una vez más, negándose a tan siquiera la idea de no tenerlo para ella, Nathalie vuelve a abrazarlo desde la espalda, esta vez dejando una estela de besos entre sus hombros y su cuello.

— ¡Basta!.

Adam la ha apartado y dejado sobre la cama, mientras él se ha puesto de pie con un semblante duro. Sus ojos son turbios y su cejo se ha fruncido.

— ¿Has hablado con Alec? — Pregunta, molesto. — Necesito decirle que esto no va a acabar bien. No puedo hacerlo.

La confesión de Adam no solo la sorprende, sino que la alertan de algo mucho peor a lo que imaginaba. Si Adam decidía no continuar con el plan, ella ya no tendría como ser un apoyo para él. Y así, ella perdería no solo al único ser que realmente ha querido, sino a la persona que le mostro ese mundo de lujos que tanto miedo tiene de perder.

— ¿De qué hablas?. No puedes darte por vencido ahorita. Estas tan cerca de vengar la muerte de tus padres.

Realmente a Nathalie jamás le importo resolver la tristeza que llevaba Adam por dentro desde el día que lo conoció. Ya que era ese mismo sentimiento de vacío lo que lo hacía sumamente manejable con las palabras correctas. Sabía que mencionar a sus padres, siempre denotaba algo dentro de él.

El socio de papá ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora