Capítulo 5. La penitencia

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Estaba descansando pero me apreté los ojos cuando alguien me agito de los hombros con fuerza para hacerme despertar no entendí lo que pasaba cuando abrí los ojos y me alarme cuando me di cuenta de que estaba en mi habitación, parpadee tan perpleja que me levante de golpe, a mi lado vi a una enfermera que se asusto al ver mi repentino reflejo.

¿Porqué estaba aquí? ¿Cómo habia llegado? ¿Es qué acaso todo había sido un sueño? No, no podía ser. ¿Thomas me había traído hasta acá? Mire a la enfermera, no podía preguntárselo, ella no podía saber que me había escapado a media noche.

—Lady Sharpe, buenos días —me saludo —¿Quiere desayunar?

Me froté los ojos y miré la cama de Alan, estaba vacía, la enfermera leyó mi pánico porque me aclaró de inmediato todo.

—El señor McMichael está en el baño —me tranquilizo con una caricia en el hombro —Tenemos sopa para desayunar, la ayudo a acomodarse.

Hice lo que me dijo y me recargue sobre la cabecera mientras me daba de comer sopa, la miré completamente relajada y hasta parecía algo alegre, aquello me perturbo, me sonrió cuando se dio cuenta que la miraba y después se aseguro de que nadie estaba con nosotras.

Se acerco a mi oído y me hablo con fascinación.

—La policía ya esta aquí, vienen a verle a usted y al señor McMichael, dígale todo lo que sabe, ellos se harán cargo de él.

Inevitablemente se me acelero el corazón, vi como se alejaba con mi plato vacío regalándome otra sonrisa, emiti un sollozo cuando noté que del pasillo había dos hombres que esperaban la salida de la enfermera, entonces entraron sin dudar, uno de ellos le pidio al otro que esperara afuera, el que entró era alto, con bigote negruzco, un gran abrigo, sombrero y una expresión de frialdad que lo dejaba ver totalmente apático.

Se puso delante de mi cama y me hablo con voz arrogante y prepotente.

—Lady Sharpe, soy el comandante Alexander Iverson, necesito que declaré que fue lo que sucedió en Allerdale Hall.

Temble sobre la cama, mi cabeza estaba sufriendo de nuevo ese mareo tan horrendo que me nublaba la vista, tuve problemas en detectar al comandante así que rápidamente tuve que hablar.

—¿Qué cosas?

El comandante dio un suspiró frustrado.

—Los asesinatos de las tres mujeres —saco del bolsillo de su saco una hoja de papel larga y me lo leyó —Pamela Upton, Margaret McDermott y Enola Sciotti. Y atestiguar acerca de Lucille Sharpe y Sir Thomas Sharpe.

Perdi fuerza total cuando me obligo con la mirada a hablar, no podía escapar, nada me haría decir una mentira porque ya todos lo sabían, era una sentencia de muerte, abrí la boca pero no salió nada, no podía hacerlo, no quería perderlo de nuevo.

Antes de que el comandante me obligase a hablar escuche que detrás suyo alguien le impedía hacerlo.

—Yo puedo atestiguar acerca de lo que necesite saber, comandante.

Nos volvimos hacia Alan que estaba en una silla de recuerdas con la postura firme y segura para hablar, traté de no perder la cordura cuando el comandante volvió a mirarme pero Alan carraspeo para hacerse notar.

—Pregunté lo que necesite saber —le indicó con seriedad.

El comandante asintió a dirección de Alan.

—Muy bien, vayamos a su cama, señor McMichael, hay mucho que preguntar.

Fue inútil no mirar como Alan respondía todas las preguntas del comandante, al parecer no se estaba cohibiendo nada y eso para mi fue repugnante porque no podría hacer nada para salvarlo ni aunque lo intentara con una mentira, el comandante le mostró toda aquella información que Alan consiguió de los Sharpe, como la página del periodico, hablaron y para cuando acabaron Alan me miró con los labios apretados y una mirada llena de lamentación, supe que había hecho lo que tenía que hacer sin haber protegido a nadie.


(...)

Después media hora de interrogación me había hecho hablar de todo.

—¿Entonces, Lady Sharpe? ¿Usted descubrió todo eso? Los documentos de cada una de las esposas, la forma en que ellos terminaron con ellas y con Lady Beatrice Sharpe. ¿Es así?

Para cuando estábamos acabando la interrogación apenas y me quedaban ganas de responder, tenía la cara bañada en sudor frío y la respiración exaltada.

Miré hacia otro lado queriendo evitarme la sensación de su presencia.

—Sí —respondí con tono mortecino —Lucille Sharpe también confesó lo de mi padre, fue la culpable de su descenso. ¿Y que me harán a mi?

—¿De que habla?

—Por haber matado a Lucille Sharpe —le recordé con una inquietud que se reflejo en mis manos y en mi voz.

—Usted me dijo que fue en defensa propia, al igual que lo hizo el señor McMichael.

Asentí con debilidad.

—Créame, tenemos suficientes pruebas para culpar a Lucille y Sir Thomas Sharpe de las que cree —se levanto de la silla y tomo su maletín —Nada podrá limpiar su nombre, las cosas han quedado claras y se tomaran las medidas necesarias.

—Él me salvo. —remarqué antes de que pudiera irse, mis palabras lo dejaron quieto.

—No le es suficiente a Sir Thomas Sharpe haber salvado una vida para quitarse de encima las que arrebato mi querida Lady Sharpe, tenga eso en mente. Recuperese pronto.

Entonces se volvió hacia la salida y camino dejando esa extraña sensación del vacio, miré hacia la ventana con aire pensativo y recordé que esta vez ya era una penitencia haber dejado que Thomas no hubiese huido de aquí.



La Condena Sharpe©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora