Capítulo 4. Lo que necesito

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Me quedé frente a la puerta de la habitación más alejada del pasillo, intente no hacer ningún solo ruido para detectar alguno de allá dentro pero nada, no se escuchaba nada, ni siquiera algún movimiento de cama o pisadas, era un silencio que erizaba los vellos del cuerpo.

De todas formas tuve que acercarme y puse mi mano sobre la perilla, la giré asegurándome de que nadie pudiera ver lo que hacía o que alguien se diera cuenta de mí ausencia, entré y lo primero que vi fue cortinas gruesas polvorientas y sucias que cubrían todas las ventanas, había camillas sin colchones, había piezas de camas que estaba rotas y gastadas, libros deshojados y rotos estaban en el piso, era casi como un almacén donde se conservaban cosas inservibles.

Avancé con escepticismo, era una cueva oscura, fría y tenebrosa pero aun así sabía que aquí era donde podía encontrarlo. Casi di un grito cuando delante de mi una sombra negruzca y gigantesca se levanto de una de las sillas que estaba arrinconada, avanzo a pasos lentos hacia la ventana y recorrió un poco la cortina vieja para asegurarse de que estaba conmigo y efectivamente ahí estaba, se ilumino para mi.

—Edith —estaba asombrado, anonadado, feliz y al mismo tiempo confundido, trato de retenerse una sonrisa por mi porque sabía que no quería hacerme enfadar más.

Cuando me vio en la silla de ruedas tomo la silla de donde se había levantado y la coloco justo frente a mi camino, recorrí hasta llegar a donde estaba y me detuve a dos metros suyo, ahí miré como estaba albergando esperanza después de todo lo que le había dicho la mañana de ayer, tome fuerzas y trate de levantarme de la silla.

Thomas se levanto de inmediato, se retuvo a no tocarme pero se mantuvo cerca por si caía.

—Thomas, debes irte. —le dije con rapidez.

Fue un golpe violento para él, sus cejas se fruncieron al igual que su frente y su boca se cerró de un solo movimiento, miró hacia el piso y ahí se mantuvo hasta que se canso de estar imaginando lo peor, me miró de esa forma humilde que me recordaba al momento en que me aseguro que entré la desgracia y sufrimientos me amaba, que nada de eso se trataba de una mentira porque esa fue la única verdad con la que vivió desde que me conoció.

Parpadeo desconcentrado.

—Creí que...

Lo interrumpí.

—Vendrán por ti, la policía lo sabe, ellos te encontraran, te harán pagar por todo lo que has hecho.

—¿Y es que acaso no lo merezco? —se encogió de hombros, aun así pude ver reflejado dolor en su rostro por aceptar la verdad —He hecho mucho daño, es lo menos que puedo pagar, por lo que les hice a todos, por lo que te hice a ti.

Tambalee un poco cuando traté de dar un paso, de nuevo Thomas se mostró atento pero pude arreglármelas sola, debía decírselo, debía hacerle caso a Alan, antes de que fuese tarde.

—Ya no tienes a nadie quien te retenga, ya huiste de las garras de Lucille, todos nosotros huimos de ello, eres libre, tienes que comenzar de nuevo, lejos de aquí, no dejes ningún fantasma más, desaparece a Thomas Sharpe para siempre.

Al oírme se doblo un poco, busco la silla para sentarse y se dejo caer, puso sus manos sobre las rodillas y ahí fue cuando se apretó tan fuerte todos sus sentimientos y los dejo escapar como un remolino de desahogo, lágrimas cayeron de sus ojos y se estamparon contra el piso, de nuevo intente dar un paso pero no pude arriesgarme.

—No puedes pedirme eso —susurró con voz débil y quebrada. —Podré quizá matar mi pasado pero no el amor que siento por ti, Edith, no importa donde quieras que termine o quien quieras que sea, no podré empezarlo sin ti.

La Condena Sharpe©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora