Capítulo 9. La condena de Sir Thomas Sharpe

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Para cuando llegamos a Buffalo me reencontré con el señor Ferguson, me alegré tanto de verle que inesperadamente lloré tanto como él, no me pidió detalles de nada porque me aseguró que él tenía datos de lo que había ocurrido en Cumberland que no era necesario realmente que yo tuviese que hablar, me aseguró que podría ayudarme a encontrar algún lugar donde quedarme, que tal vez podríamos solicitar la información del comprador de mi casa y tal vez ofrecer alguna cantidad extra para pagarle y pedir que regresara mi patrimonio.

Alan sintió un poco de indignación acerca de que yo no le hubiera comentado que no estaría pasando una temporada en su casa y es que sinceramente no quería pasar amargos momentos después de lo que había sucedido, sobre todo con su madre y su hermana, así que le pedi al señor Ferguson olvidarse del comprador de la casa y le di una idea mucho mejor.

Termine por comprar una casa cerca de las oficinas de mi padre porque como me pidió el señor Ferguson él quería que estuviera presente en los todavía negocios que quedaban pendientes, le agradecí tanto que el pudiera haberlos arreglado en mi ausencia, acepté siempre y cuando pudiera él estar conmigo ya que yo desconocía completamente del movimiento que se hacía.

—Mi querida Edith, tarde o temprano lo comprenderás, tienes mucho tiempo. —me explico con dulzura.

Y así fue, pasado una semana tras haberme mudado finalmente de la casa de Alan a la mía pude ser capaz de tratar con algunos clientes de mi padre y administrar con la ayuda total del señor Ferguson, de ahí en adelante se volvió rutina salir temprano de casa y no salir de la oficina hasta haber cumplido con cada uno de los detalles.

Hasta esa mañana que cambió más que mi rutina fue mi vida completa.

Sali como de costumbre recién empezado el amanecer de mi casa hacia la oficina cuando pase por un pequeño puesto de periódicos que tenía en totalidad a varias personas reunidas comprándolo o leyendo el encabezado, creí que se trataba de alguna tragedia ya que muchos jadeaban de asombro.

Me detuve, sabía que tenia algún tiempo de ver que sucedia entonces encontré la forma de entrar en aquel grupo de gente estancada y vi en letras enormes, tan alarmantes y negras lo que anunciaba, fue un horror que despedazo mi alma, me llevo a un abismo del cual no tuve control ni fuerza para salir, me llevo al final de mi cordura.


CONDENA MORTAL A BARONET POR CRIMENES EN ALLERDALE HALL

SIR THOMAS SHARPE AHORCADO ANTE LOS HABITANTES DE CUMBERLAND TRAS HABER SIDO LEVANTADA LA SENTENCIA A LOS ASESINATOS.

Ignoré completamente las miradas desafiantes y perplejas de las personas que habían quitado la mirada del encabezado para mirarme a mi, no supe porque a sus miradas cuando reaccione más tarde a lo que sucedia.

—No, no, por dios...—susurré, al principio parecia que lo decia para mi pero eleve el volumen sin darme cuenta. —¿Cómo paso?...No, Thomas, Thomas. ¡No!

—¡Mi lady! —gritó alguien.

Desee desaparecer, desee no haber estado ahí y fue en ese momento cuando sentí inesperadamente la rudeza fría y dolorosa del pavimento húmedo contra mi cabeza.


(...)


Cuando desperté me encontré en mi cama junto con el señor Ferguson y Alan parados frente a mi cama, los vi borrosos y lejanos fue como estar viendo alguna ilusión mental pero en cuanto recobré mi control me sentí aliviada de que realmente no hubiera perdido cordura alguna al verlos claramente.

Giré mis ojos hacia otro lado de la habitación para acostumbrarlos a blanquecina luz de la mañana, miré mi bastón recargada en mi mesita de noche y algunas cosas que reconocí como algodón y vendas para curación, asi como agua y analgésicos.

Hice un gesto de dolor cuando fruncí el ceño, sentí rápidamente lo que podía ser una venda sobre mi frente, hice esfuerzo en incorporarme y recargar mi cuerpo en el respaldo.

—Edith —me llamó Alan con delicadeza y la voz baja —¿Estás bien?

—Alan...—lo intenté llamar con una desesperación que me sofoco la garganta sin permitirme hablar —Ha muerto, Thomas está muerto.

Alan bajo la mirada y le pidió al señor Ferguson que necesitaba estar a solas conmigo, ni siquiera noté cuando fue que de repente nos habíamos quedado solos, no encontré sentido tampoco cuando de momento sentí a Alan sentado cerca de mi, me examinó el semblante con una ligera preocupación pero más que todo con un consuelo que estaba dispuesto a darme.

—No pensé que fuese a terminar de esa manera. Lo lamento, Edith.

—Porque...—susurré con el pecho sobresaltado —¿Qué paso con las notificaciones? ¿Dónde están? Nadie nos aviso.

Alan negó levemente la cabeza.

—No llego ninguna carta, ningún telegrama a casa, yo te lo hubiera avisado. Tal vez él no queria que después de todo viajaras hacia Cumberland otra vez solo para verle morir.

—No, no, no —negué una y otra vez moviendo la cabeza, me llene de rabia y tristeza, el pecho se me oprimió cuando deje escapar sollozos que iban en aumento hasta convertirse en un llanto inevitable.

Alan me tomo de la mano, no percibí su tacto hasta que me la sostuvo con ambas manos y la apretó.

—Edith, escúchame, necesito decirte algo —no hablo hasta que yo pudiera sostenerle la mirada.

Tarde un poco ya que miraba hacia la ventana, no sabía si llovía o era causa de mis lágrimas que hacia que todo se viera tan vidrioso y denso, me apretó esta vez la mano intentando atraer mi atención y acepté de mala gana.

Intenté hacer un esfuerzo en escuchar y entender lo que tenia que decirme.

—Edith, te examine y descubrí que estas embarazada.

Mi corazón despertó de un profundo sueño al escucharlo, no hubo esfuerzo alguno que pudiera haber necesitado para intentar comprender, respiré aceleradamente no porque estuviese aterrada era todo lo contrario, estaba emocionada y todo mi cuerpo dio un leve temblor a causa de ello.

Dios mio, de repente toda aquella felicidad se aminoro un poco cuando pensé en la forma en la que se me daba a conocer, en las circunstancias en las que me encontraba, me había enterrado de la muerte de Thomas y al mismo tiempo que llevaba un hijo suyo en mi interior.

Atónita traté de poner un orden en mi cabeza, dos noticias que definitivamente derrumbarian a cualquiera.

—¿Estás seguro? —le pregunté con insistencia.

Su entrecejo se contrajo en una pequeña mueca pero la relajo cuando me observó para afianzar su respuesta.

—Sí, no hay nada por lo cual podría yo mentirte algo asi.

Tenía razón, nada así podría ocultarse, nada con tal grado de especialidad como este embarazo podia quedar fuera de existencia, como fue de esperarse lleve con lentitud mi mano libre hacia mi vientre, no di apretón ni tampoco intenté sentir algo, solo la posee ahí, de todas formas había una llama impaciente que esperaba que de verdad pudiera moverse algo.

Lo haría, dentro de algunos meses.


La Condena Sharpe©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora