4 - La duda

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Al día siguiente y luego de acabar su jornada de trabajo, Fay se dio prisa para no toparse más cegadores de los necesarios por las calles y encontró a su amigo en su taller personal, un pequeño agujero perdido de los mapas de la quinceava colonia ...

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Al día siguiente y luego de acabar su jornada de trabajo, Fay se dio prisa para no toparse más cegadores de los necesarios por las calles y encontró a su amigo en su taller personal, un pequeño agujero perdido de los mapas de la quinceava colonia que había heredado de un anciano que fue amigo de ellos antes de que los cegadores se lo llevaran a mitad de la noche por razones que jamás sabrían.

Habían dejado de hablar de él después de eso y Fay tenía mucho cuidado en nunca mencionarlo. Gaen la había pasado especialmente mal aquella vez y no quería verle deprimido o alterado en un momento tan crítico como aquel.

Al llegar se sintió aliviada de que una pequeña cantidad de la rutina siguiera imperturbable entre ellos. Gaen, como de costumbre, estaba con la cabeza y parte del torso debajo de una enorme máquina, y a ella le tocaba observar y esperar a que no se lastimara demasiado.

Lo observó un momento en silencio. Toda su ropa estaba inmunda, cubierta con polvo, grasa de motor y otras cosas que ya no venía al caso saber. Movía las manos con raspones —que no estaban la última vez que se vieron— sin descanso, y tarareaba una melodía que ella no conocía. A causa de la suciedad no fue capaz de diferenciar entre moretones y simples manchas, pero por la forma en que se movía comprobó que no debía sentir dolor ni molestias mayores.

Mientras él estaba en eso ella se fijó con sospecha en la máquina en la que estaba trabajando, con la sensación de que la había visto en alguna parte, y cuando tuvo una idea de qué era comenzó a asustarse. Recordaba esa pantalla negra y a grandes rasgos la forma en que funcionaba; al dueño anterior de ese taller se lo habían llevado por una cosa como esa.

—¿Gaen...?

—¡Fay-fay! —salió de donde estaba, con la cara tan sucia como lo estaba su ropa y le dio una enorme sonrisa—. ¡Llegas temprano hoy!

—Eso... ¿Eso es lo que creo que es?

—Oh, este cacharro —le da una palmada a la máquina—. Un sistema de hibernación. Alguien me debía un favor y creyó que no podría arreglarlo. Me gustaría ver su cara cuando active esta hermosura, pero no podrá ser —se encogió de hombros—. Cuando podamos salir demoraremos entre doce horas y un día en llegar al planeta, así que es mejor inducirnos el sueño a estar esperando. Ahorramos provisiones muy eficientemente. ¡Dime que soy un chico listo!

Un sistema de hibernación era la clase de tecnología que no ibas a encontrar buscando en un deshuesadero. Era algo mucho más sofisticado, más complejo y por sobre todo costoso. Se usaba principalmente en cruceros de viaje durante trayectos largos para inducir en las personas un sueño profundo mientras acabase dicho viaje, de esa forma se evitaba el uso innecesario de agua, comida, energía y combustible cuando los recursos son escasos.

Y una cosa tan increíble ahora estaba en manos de ese lunático que tenía por mejor amigo.

—¡Pero Gaen, si alguien se entera que tienes algo como esto-...!

Stigmata Nulla: Más allá del cielo metálico [Stigmata #1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora