2 - El miedo

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Vio una pierna balancearse y le dolió el cuello de tanto mirar hacia arriba

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Vio una pierna balancearse y le dolió el cuello de tanto mirar hacia arriba.

—Vas a romperte la cabeza.

Ella puso ambas manos en su cintura en jarra y arrugó la frente, alzándose en puntitas para ver mejor pero no consiguiendo nada. Una tuerca cayó a un costado suyo muy cerca de sus pies y tuvo que hacerse a un lado para evitar que un tubo de cobre le golpeara en la cabeza por quinta vez en esa misma hora.

Más de diez años de conocerse y aún no podía entender por qué a veces era tan idiota.

A tres metros de distancia del suelo un chico hacía malabares para no caerse mientras se mantenía malamente sujeto con una correa vieja a un andamio bastante oxidado, a la vez que metía las manos al interior de un enorme motor y enredaba las piernas en grandes tubos brillantes para evitar resbalarse. Ella estaba segura de que la estaba ignorando a posta pero no podía dejar de vigilarlo, porque si realmente caía podría matarse.

—Vas a romperte la cabeza de una caída, y cuando eso pase voy a reírme ¿oíste? ¡Gaen!

—¡No estás siendo nada linda, Fay!

Fay escuchó un golpe de metal contra metal muy fuerte, luego vio el motor encenderse sin problemas, escuchó el gritito de victoria de Gaen a la par que sacudía brazos y piernas como un chiquillo, para luego apagar el enorme aparato; su trabajo había sido un éxito.

Acababa de reparar un motor de propulsión de navegación que nadie en ese sector del anillo había podido hacer funcionar en semanas, y aunque en el fondo le llenaba de orgullo que su mejor amigo haya conseguido algo que otros decían imposible, no podía dejar de lado el temor y la duda que le provocaba el saber que había estado haciendo esa clase de trabajos muy seguido en los últimos meses. Esos donde se ofrecía a reparar y construir cosas fuera de su alcance a riesgo de que lo denunciaran a los cegadores solo por unos cuantos créditos extras.

Cuando Gaen bajó de la plataforma de suspensión estaba cubierto de grasa de motor y hollín, tenía la marca de mugre en donde los gogles habían cubierto sus ojos, y en contraste con lo inmunda de su apariencia, su enorme y brillante sonrisa la dejó desarmada. Estaba molesta con él, pero nunca duraba y eso era lo más irritante.

—¿Por qué tienes que hacer todo eso? —le dijo ella cruzándose de brazos—. Es peligroso.

—Pero bien pagado —le dio una palmada en la espalda y señaló el motor sobre ellos con un pulgar—. No pongas esa cara. Con lo que me van a pagar por este motor puedo llevarte a comer algo que no sean raciones industriales. ¡Piensa en eso Fay! ¡Comida real! Olvídate de la basura sintética y de las píldoras de nutrientes por una noche.

—Preferiría que ahorraras tu dinero.

—¡Aguafiestas! Algo bueno de vez en cuando no es un crimen.

No tuvo el corazón para decirle que la comida decente costaba el sueldo de tres meses y que comprarla era una estupidez, pero era débil ante su espíritu entusiasta y lo sabía.

Stigmata Nulla: Más allá del cielo metálico [Stigmata #1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora