5 - La esperanza

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El día antes de la tan esperada y temida Noche de Walpurgis, Fay perdió a Gaen

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El día antes de la tan esperada y temida Noche de Walpurgis, Fay perdió a Gaen.

Cuando salió de su trabajo no le encontró esperándola en la salida, ni en su cubículo habitacional, ni en su taller secreto. Pensó en que quizás se habría ido sin ella a la torre del riel para acabar de ajustar los pocos detalles restantes, pero por alguna razón la idea no se le antojó muy factible.

Preguntó por él con los conocidos de siempre, entre los que trabajaban con él en los muelles, y hasta a la gente de las tiendas, pero nadie le había visto en todo el día. No tuvo que pasar demasiado tiempo para que comenzara a asustarse.

Algún cegador debió verlos, debió seguirlos y se habían llevado a Gaen para jamás permitirle ver la luz de nuevo... Era lo que su cerebro le decía una y otra vez, pero que ella se negaba a aceptar. Simplemente no podía concebir que ya no estuviese, porque si él desaparecía entonces ella ya no tenía una razón para seguir intentando.

Luego de más de dos horas buscando, con las lágrimas al borde de caer y con el toque de queda a la vuelta de la esquina Fay se detuvo en un callejón desierto, se apoyó de costado y resbaló hasta el suelo sin dejar de temblar.

<<Piensa, piensa... ¿Dónde no he buscado? Debe estar... Debe estar bien, debe-...>>

De golpe lo recordó, un lugar al que habían ido juntos una sola vez. Fay corrió sin importarle demasiado haber llamado la atención de más de un cegador que patrullaba y simplemente siguió avanzando.

Hace poco más de un año ella y Gaen habían estado explorando por sitios en las alturas, por sobre los techos de las casas y edificios con más de tres pisos en busca de una plataforma lo suficientemente amplia para que él pudiera probar un propulsor que estaba tratando de reparar para la venta. Al cabo de una hora llegaron a una de las azoteas de los últimos edificios cerca de los límites de la colonia al sur de la misma. Gaen había quedado especialmente fascinado con la vista que tenían desde allí y se quedaron hasta ya pasado el toque de queda simplemente porque él había querido quedarse más tiempo del necesario.

No estuvo completamente segura de cómo o cuando llegó ahí, todo lo que supo es que la densa nube de dudas y temores se disipó en menos de un segundo al ver a Gaen sentado al otro extremo de la entrada a la azotea.

Por el horrible chirrido que hizo la puerta al abrirse era imposible que él no notase su llegada, y aún así no se movió.

—¿Has estado aquí todo el día? —le dijo ella cuando estuvo a menos de un metro de distancia.

Gaen se giró y sonrió, pero no le contestó. Palmeó el lugar junto a él invitándola a sentarse y Fay se apresuró a alcanzarlo y darle una patada en la espalda, haciéndole soltar un gemidito de dolor y ganándose una mirada llena de sorpresa.

—Te he estado buscando por todas partes...

Hubo otra patada, un gemido más lastimero y ninguna explicación aún cuando la voz quebrada de Fay parecía haberle despedazado el alma por un segundo.

—Te he buscado por todas partes, Gaen.

—Oh Fay...

Él dio media vuelta y estiró las manos ofreciendo un abrazo, pero solo se ganó un golpe más.

—¡Pensé que te habían llevado!

—Lo siento.

—¡Tuve tanto miedo!

—Lo siento, de verdad.

—¡Eres un imbécil!

Cuando Fay se cansó de dar golpes —doce puñetazos y ocho patadas después— se sentó junto a Gaen y miraron la vista panorámica que tenían de la colonia quince desde allí. Las razones de por qué había desaparecido o por qué se había escondido en un lugar como ese quedaron implícitas en la incomodidad del silencio.

—¿Tienes miedo Gaen?

—Sí y no.

—...

—No me mires así, estoy siendo honesto —suspiró y se rascó la nuca, incómodo—. Tengo tanto miedo como cualquiera tendría en una situación así, pero a la vez he esperado mucho y no pienso detenerme.

Sin moverse y casi sin respirar, Fay se preguntó de dónde sacaba tanto coraje. ¿Cómo era capaz de moverse hacia delante sin dudar un solo segundo? ¿Qué era lo que le daba tanta fuerza? Y ¿cómo es que acabó atascado con alguien como ella? No le cabía en la cabeza por qué eligió permanecer en esa mugrosa colonia pero tenía demasiado miedo de la respuesta como para siquiera pensar en hacer la pregunta.

—Seremos mejores amigos por siempre... ¿verdad?

—¿Qué dices? Claro que sí.

—¿Sin importar nada?

—No puedo pensar en nada que me haga odiarte. ¿Qué pasa Gaen?

—Nada —le dio unas palmaditas en la cabeza—. Estoy nervioso.

—Somos dos.

—Sí...

<<Siempre los dos.>>

Esa noche Fay cayó rendida sobre su cama y tuvo un sueño extraño. Estaba perdida en callejones de la quinceava colonia que jamás había visto, corrió y corrió tratando de encontrar una salida, pero jamás la encontró. Se quedó atrapada hasta el amanecer.

 Se quedó atrapada hasta el amanecer

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Stigmata Nulla: Más allá del cielo metálico [Stigmata #1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora