La noche estaba a punto de caer en Runaterra aquel día. El movimiento de nuestro interés se encontraba en las afueras de Demacia, un territorio donde según rumores las fuerzas noxianas habían estado indagando. El destacamento liderado por dos hermanos demacianos, sin embargo, había sufrido dificultades debido al terreno y algunos de sus miembros se habían dispersado. Entre ellos se encontraba aquel que los debía liderar, Garen, que había sido completamente apartado de los demás.
Donde se encontraba era un bosque más que difícil de tratar, pues la magia estaba bastante presente en él. Había sido arrastrado, golpeado y perseguido por cosas que ni siquiera llegaba a comprender, y había caminado tanto que llegaría a agradecer si el ejército noxiano aparecía desde detrás de algún arbusto; al menos tendría algo en lo que pensar que no fuese lo magullado que estaba quedando. El peso y tamaño de su armadura no estaban ayudando en absoluto, incluso parecían causarle más problemas en aquel extraño lugar, por lo que terminó desistiendo y deshaciéndose de ella cuando pudo. Tan solo tenía la ropa que solía llevar bajo esta y su espada, por supuesto.
Mientras avanzaba por el lugar, intentando mágicamente orientarse en tal laberinto, una raíz entorpeció su paso y casi provoca que caiga, causando un grito de pura frustración por su parte. Alguien como él perdido en un lugar como aquel, solo y sin provisiones. Oh, Garen, ¿qué podría salir mal? Guiado por dicha sensación cogió lo primero que alcanzó en el suelo, sin pararse siquiera a ver de qué se trataba, y lo lanzó a la nada. O más que a la nada a la parte tras aquellos arbustos que bloqueaban su visión, pues no tenía fuerzas para mucho más.
Sin embargo no sonó lo que esperaba. O más bien no sonó nada, como si la piedra hubiese caído en blando. Si se trataba de los lobos a los que había enfrentado momentos antes, aquello podría ser un problema interesante. Pero no hubo ningún tipo de reacción, no hubo ataques ni quejidos. Entonces, quizá hubiese algo de interés allí detrás.
Se acercó con una mano en el mango de su espada, preparado para cualquier posible amenaza, pero lo que se encontró fue muy distinto. Se trataba de un hombre, tumbado boca abajo como si se hubiese desmayado del puro cansancio. Su ropa no era muy distinta a la que llevaba Garen en aquel momento, por lo que supuso que era portador de una armadura que había dejado atrás. Todo lo que podía ver de él además de eso era un cabello negro corto, pero con una longitud suficiente para poderse peinar decentemente, totalmente despeinado que cubría el poco rostro ajeno que podría llegar a ver.
—Parece que no soy el único perdido en este sitio...
Terminó agachándose frente al pobre hombre, mas antes de apartar el pelo que cubría el rostro ajeno no pudo evitar pasar una mano con suavidad por su brazo. Estaba plagado de cicatrices y era fuerte, mucho. Como el resto de aquel desconocido. ¿Un enemigo? ¿Un posible aliado? Fuese lo que fuese no podía dejarlo allí a su suerte.
Lo cargó como pudo, echándoselo a la espalda, y continuó avanzando en busca de un lugar más despejado donde descansar. Dar tantas vueltas sin ningún rumbo lo estaba dejando agotado.