El beso por parte de Garen pilló completamente por sorpresa al noxiano, mas correspondió a este por un momento cuando fue capaz de reaccionar. Un momento corto, por cierto, ya que entonces el demaciano se dio cuenta de lo que había hecho, causando que Darius se alarmase también.
¿Por qué había hecho aquello? ¿En qué momento creyó que aquello era una buena idea? Lo cierto es que el noxiano le habría gritado aquello de no ser porque no se veía capaz de articular palabra y, de todas formas, dedujo que el otro tampoco sería capaz de darle una respuesta apropiada. Así que allí estaban ambos, en silencio, con los ojos totalmente abiertos y el rostro completamente rojo. Ninguno de los dos parecía poder procesarlo, ¿qué iban a hacer? ¿Simplemente ignorarlo también, como habían hecho hasta entonces con todo? Ya no iba a ser tan fácil. Aquello no había sido una situación incómoda debido a pensamientos inoportunos, aquello había sido algo mucho más intencionado.
Fue segundos después cuando Garen se dio cuenta de que, por un momento, el otro le había correspondido a aquello y bajó la mirada al suelo, llevándose una mano al rostro. Por un momento se había sentido realmente bien pero, además de ello, la vergüenza le invadía por si su iniciativa había sido un completo desastre. Al fin y al cabo, era la primera vez que hacía algo como aquello.
Era la primera vez y había sido para Darius. Para la Mano de Noxus. Para su enemigo.
Un momento. ¿Enemigo? Claro, antes de todo aquello él había visto algo. Por eso había vuelto. ¿Cómo podía haberse dispersado tanto el asunto? Carraspeó como pudo, tratando de aclarar su voz y abrirse paso a través de la situación.
—Creo que hay alguien.
—¡¿Crees que...?! —Darius reaccionó de golpe ante aquello. —¡¿Alguien?! ¡¿Alguien puede haber visto esto?!
—¡Cálmate! ¡Esta mañana he encontrado huellas, pero eran marcas de una pelea reciente! ¡Si siguen ahí fuera estarán ocupados peleando!
—¡Como alguien haya visto esto puede ser mi final! ¡Si uno solo de los dos ejércitos ha llegado hasta aquí...!
Claro, no sería fácil quitar aquella idea de la mente de Darius. Cualquier persona que no fuese de confianza para él, que no era precisamente poca dentro de su ejército, podría utilizar aquello fácilmente en su contra. Si Noxus descubría que su confianza estaba depositada en alguien que intimaba con el enemigo, estaba perdido. Por eso mismo dio algunos pasos hacia aquel árbol para coger la espada noxiana, que seguía allí clavada, y dio algunos pasos hacia la maleza.
Garen no tardó mucho en seguirle, todo lo que le tomó ir a por su propia espada. Sin embargo algo le hizo detener sus pasos antes de alcanzar al otro, aunque Darius también se vio afectado. El desgarrador grito de una joven resonó en el lugar, causando que un escalofrío recorriese la espalda de Darius. Cuando dirigió la mirada hacia el demaciano, este parecía mucho más afectado que él. Aquello le había helado la sangre por completo, como si el incómodo momento anterior no hubiese ocurrido.
Y de repente un segundo ruido hizo que Garen quedase incluso más blanco. Fue el sonido de madera rompiéndose, como si un árbol estuviese a punto de caer, y sonó justo junto al noxiano. Cuando Darius giró un poco, lo cual hizo de forma lenta debido al ensordecedor sonido, se topó con un arma clavada en el árbol junto a él, justo junto a su rostro. Sus ojos casi parecían brillar al ver aquello, como si toda tensión se hubiese desvanecido, y pasó la espada noxiana a su mano no dominante.
Oh, no, aquello que había a su lado no era un arma hecha para ser lanzada, pero conocía a alguien acostumbrado a ella y con la fuerza suficiente para ello. Se trataba de un hacha, de su hacha. Pasó la mano por el frío y negro metal antes de tomar el mango de esta y separarla del árbol. Pese a la situación, estaba disfrutando aquello. La había echado de menos.
Sin embargo duró poco, pues ambos se dieron cuenta entonces de que habían llegado a la misma conclusión. Una que no le emocionaba, pues podría acabar muy mal.
—¿Puede ser...? —Garen seguía helado, mas se obligó a dar un paso al frente y adelantar al otro.
—Tienen que ser ellos.
