Verdades dolorosas

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-¿Dónde estoy?-pregunté yo.
-Estás en tu habitación, mi padre te ha traido hasta aquí -me respondió Michael.
-¿y por qué tu padre me ha traido hasta aquí?
-¿Ya no te acuerdas? Estabamos encerrados, mi padre escuchó un golpe y te ayudó.
-¿No ha pasado nada más?
-¿Y qué más quieres que pase? Bueno, si... pero no tiene importancia.
-Espera, ¿y el cuadro?
A Michael no le dio tiempo de responder. Look entró corriendo, seguro que ya sabía lo que había pasado.
-¿Estás bien Alice?¿Te duele algo?¿Necesitas que te ayude?-me preguntaba Look.
Empezó a abrazarme muy fuerte, y yo le dije:
-Si que necesito algo... Deja de apretarme tanto que no puedo respirar...
-Lo siento mucho-dijo Look, y todos empezamos a reírnos.
Una vez que todos se fueron, volví a ir al cuarto del señor Lorder, pero la puerta estaba cerrada y ya no se podía abrir. Ya no sabría que era aquella pintura misteriosa. Salí al jardín para que me diera un poco el aire. Entonces, escuché la voz de Alex, que estaba hablando con alguien:
A:Venga, perdóname.
.:No sé, me has dicho que la has besado.
A:Pero yo no siento nada por ella, fue solo porque estaba aburrido, y además, no sentí nada cuando la besé.
.:Bueno está bien, tendré que creerte.
¿Estaban hablando de mí? Espera...¿me besó por aburrimiento? Sea lo que sea, me dolió mucho, así que salí corriendo de allí. Cada vez los veía más lejos, y cada vez yo corría más rápido. Corrí y corrí hasta llegar a un bosque muy apartado. Entonces, me di cuenta de que estaba lloviendo. Intenté buscar un lugar donde quedarme, porque estaba claro que no iba a volver a aquella casa. Entré en una cabaña. Estaba llena de moho, telarañas y polvo, así que me supuse que nadie viviría allí. Estube un rato mirando por la casa, hasta que escuché un ruido que provenía del porche. ¿Un ladrón?¿En la casa sí vivía alguien? Da igual, el echo es que no sé porqué, pero cogí una sartén, me puse detrás de la puerta y esperé hasta que la abriera. Estaban abriendo la puerta.
-Baja el arma, princ...-No le dio tiempo a terminar.
-¡Ahhhh lo he matado!-grité.
Lo llevé arrastrando hasta un sofá roto y descosido, y menos mal que el trayecto era corto, porque el chico pesaba lo suyo. Salí y llené un cubo con agua de la lluvia. Entré y le puse un paño en la cabeza. Lo observé mejor. Moreno, ojos marrones... En cuanto se despertase le iba a pedir perdón por haberle dado un sartenazo... Pero tenía tanto sueño que me quedé dormida. Cuando desperté a la mañana siguiente el ya no estaba. Salí afuera, y ahí estaba él, tranquilo como si nada.
-Esto...¡Siento mucho haberte pegado un sartenazo!
-No pasa nada-me dijo sonriéndome.

|Mi 1/2 Limón|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora