Capítulo 3. Perdón y terror

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Al lado de la habitación donde se encontraba Arthur descansando de unas muy buenas cachetadas de Elia, se encontraba una muy molesta Carrie.

— Ya te dije que lo siento, hermanita — dijo Tomas con amor y un ojo morado.

Carrie solo se dedicaba a negar con la cabeza a sus disculpas.

Después de que ambos chicos habían salido corriendo, dejando al torpe y estúpido Arthur sólo y humillado -llorando en el suelo de la sala-. Habían sido atrapados por el plan B de Gema.

¿Quien dijo que poner una trampa en la escalera alterna era absurdo?

— Lo lamento, Tomas. Sabes las reglas — dijo mostrando una sonrisa que disfrazaba el tono cansado de su voz.

Tomás miro a su hermana con asombro — No... — negó Tomas — No, no, no... — La castaña solo se hizo de oídos sordos mientras caminaba a una silla que estaba empotrada en una esquina — ¡No estamos en casa! — dice mientras el pelinegro hacía berrinche removiendo su cuerpo sobre el colchón

Rose, quien estaba al otro lado de la cama mirando la escena divertida, frunció el ceño.

Estaba confundida. Y sabía que no era solo por el sueño o porque no comprendía como tres idiotas que se hacen llamar humanos (Osea de su misma especie ¡Compartían especie!¡Por dios!)

La rubia había sido despertada por el ruido que provocaban las pisadas de las chicas de tierra por el corredor de su piso en el momento en que iban a revisar la trampa de la escalera, al salir al corredor decidió ayudar a las chicas, y al final terminó encontrándose con la escena de Tomas y Damian atrapados en una malla.

Las quejas de Tomás se habían transformados en susurros de frustración y habladurías entre dientes mientras su amiga se iba alejando a la silla.

Entonces de dió cuenta de que hubo algo que no entendió: ¿De qué reglas hablaban?

Pero antes de poder abrir la boca para preguntar, un susurro que venía desde la  cortó el silencio.

— Comida... — susurro Damian.

— Já — se burló Rose — hasta con comida sueña.

— Rosa, no está bien burlarte de las personas — dijo Tomas moviendo el único dedo que podía mover con facilidad de su mano derecha.

Rose se quedó mirándolo cara a cara por un momento. Después separó su cara y bufó. Era un maldito. Un tinto.

Hasta con un ojo morado, el brazo izquierdo casi hecho trizas y la mano derecha casi inmóvil por soportar el peso de Damian sobre ella, tenía esa sonrisa socarrona de siempre.

— Tienes suerte de que Carrie ya te haya destruido en un 97% el ego — dijo mirando mal al pelinegro.

— Hablando de eso... — Rose siguió la mirada de Tomas encontrándose con una chica apunto de caer dormida en la silla — No la despiertes.

— Oh, claro que no lo haré — respondió con una sonrisa.

— Muchas gra...

— No — lo interrumpió — Espérate tantito, chico — la chica negó con la cabeza varias veces antes de hablar impacientando​ al pelinegro — Yo no lo hago por ti — el semblante de Rose se endureció —, lo hago por ella. Por que me da pena que tenga un hermano como tú.

¿Ouch? pensó Tomas.

— ¿A que te refieres cuando dices 'como yo'?

Estaba claro que él no era el mejor hermano del mundo, no estaba cerca de serlo. Y tampoco quería serlo. Pero Carrie en estos momentos, y casi siempre, era su única familia,

Root [Volverá algún día]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora