Mirai y Amir.

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Mirai Kimizuki estaba enferma. Siempre había sido consciente de su estado de salud, y se percataba de que habia posibilidad de que terminaria matandola. Lo aceptaba, pero eso no le quitaba el miedo.

El miedo era un viejo amigo, se acostumbro a él después de un tiempo. Sin embargo, ese tipo de miedo era diferente, la consumia con agonia y no le dejaba pensar: El miedo a las inyecciones.

Sonaba muy sencillo. Todos los niños en cualquier punto de su vida le temian a esas filosas agujas. Pero para Mirai era diferente. Porque hace días que varias agujas permanecian fijas a su cuello, inyectandole algo desconocido.

Gritaba y gritaba pero nadie le escuchaba. Ningún alma velaba por ella, ni siquiera la de su hermano, que tanto la habia cuidado. Soñaba con un ángel, con alas brillando contra el sol y un rostro tan hermoso, que resplandecia. Y alucinaba con un demonio, una pasión destruida, con alas negras que parecian extenderse hacia un infinito de sangre y icor, a su lado dos ángeles, igual de hermosos y trágicos...

Soñaba con criaturas divinas cayendo del cielo, tan ardientes que parecian bolas de fuego. Las visiones eran tan vividas que las creía reales. Sin darse cuenta que se estaba convirtiendo en una de esas criaturas que tanto veia: Un serafín.

Con un grito cargado de dolor, Mirai cayó de rodillas. Cuatro alas, surgieron de su espalda alta y emprendio vuelo. Ya no era Mirai Kimizuki, ese niña se había extinguido, disuelto. Ahora solo quedaba Abbadon, uno de los ángeles caídos más poderosos. A pesar de todo, su poder no se comparaba con el de su compañero y su emperador.

Los científicos aplaudieron victoriosos desde el otro lado del cristal, sus rostros estaban llenos de orgullo y jubilo. Una victoria nueva que mostrarle a Kureto, quien posiblemente les daría algún premio...

-Impresionante. - dijo Kureto Hiragi, quien no parecia muy feliz, pero tener la aprobación de su superior siempre les subía el ánimo a todos esos científicos.- Avisenle a Guren.

Abbadon lo miro con los ojos cargados de odio y superioridad. El coronel se la devolvio con la misma dignidad.

-Eres mio, engendro. -susurro al mismo tiempo que una lenta sonrisa se formaba en sus labios-Tus amigos no tardarán en pertenecerme. Tu rey no tardará en pertenecerme. Y entonces, yo restaurare el mundo, ustedes siendo las espadas que llevé.

-Lo espero con ansias. - siseo. Pero el Hiragi ya habia abandonado la habitación.

§

- Quiero cereal.- cuando Mika bajo, Amir ya estaba despierto mirandolo expectante desde la mesa. Esos días podían llamarse días de miseria, en los que tenia que servirle a ese pequeño mocoso malcriado.

-Ayer dijiste que querias panqueques. - Mika se sentó en la mesa de la cocina y se frotó los ojos. No había podido dormir bien los últimos días, porque soñaba con Yuu. Un Yuu que lo odiaba y que prefería permanecer con su recuerdo tuene de Mika a mirarle la cara ahora que era vampiro. Mikaela prefería no dormir, y se quedaba mirando al techo, sintiendo el vacío que cargaba desde hacia años.

Amir suspiro. El niño tampoco estaba en las mejores condiciones, ya que no estaba acostumbrado al drenado de sangre. Había adelgazado y su tez era mucho más pálida. - Si, pero ayer es ayer. Hoy es un día nuevo. Y el yo renovado quiere cereal.

Mika suspiro y se levanto a ver si habia algo. Krul le habia dado una despensa especial para Amir, porque según ella, un humano necesitaba más proteinas cuando perdía sangre. Para la suerte del niño, quedaba una caja.

-Queda una caja.- exclamo el rubio un poco más alto de lo que planeaba. Volvío a la mesa y le mostró la caja con orgullo.

-Es de fibra. - vocifero Amir con una mueca de horror. - Fibra.- repitió, como si fuera vital recordarlo.

Sed - Owari no seraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora