Capitulo IV

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Enero 2025
Sinaloa.

Carlos

— ¡Esto no puede seguir así! — grite tan fuerte que sentí que mis dientes saldrían de mi boca. — ¿cómo permitiste que eso pasara? — la cara de Antonio y sus hombres que se encontraban frente de mí no demostraban más que terror, sabían que cuando hacían algo que me molestaba no les iría bien.
— ¡Ellos no pueden seguir tomando nuestras calles! — lo apunte amenazadoramente.
— Lo sé jefe, pero mis hombres no pudieron detenerlos, mataron a cinco de los nuestros y cuando llegamos ya habían robado y tomado todo lo que había en esos establecimientos —
— ¡¿No pudiste llevar más gente?! !¿De qué mierda nos sirven todos esos autos blindados y esas armas de alto calibre que tenemos?! ¿De adorno? — Solté un golpe contra el escritorio tan fuerte que la estatuilla de caballo que se encontraba en la esquina cayó rompiéndose contra el suelo.
— ¡Es en estas situaciones donde tienes que sacar las armas Antonio! ¡No en esas fiestas para presumirle a las personas! ¿De qué mierda te sirve alzarte tanto por una jodida arma si a la hora de usarla te vas a hacer pendejo? ¡Esa gente nos estaba pagando cuotas, puta madre! — las venas de mi cuello brotaban con cada palabra que salía de mi boca.
Los 5 hombres que tenía parados enfrente de mí, eran el claro ejemplo de cobardía.
Antonio de 27 años había sido mi mano derecha desde hacia más de tres años. Vestido siempre de marca, con collares colgando de su cuello, un Patek Philippe marcando las horas en su muñeca y su diente de oro que brillaba cada que hablaba.
Él había sido uno de los hombres que había rescatado de la calle.
Padres muertos debido a los atentados callejeros entre bandas de narcotraficantes, 2 hermanos pequeños a los cuales alimentar. Lo habían encontrando robando comida en una fonda.
Le ofreci una vida mejor y dinero fácil con tal de unirse a nosotros.
Atrapado entre la necesidad y la falta de comida no pudo hacer más que aceptar.
Seguían callados y mirándose uno con otro.
— ¡Largo de aquí! — grite — ¡Salgan ya! No cabe duda que no sirven para pura mierda. Agradezcan que no son su familia — negué con la cabeza mientras los observaba salir.
— Tu no, Antonio, quiero hablar contigo — demande. El me miró y se sentó en la silla frente a mi escritorio.
Una vez que el ultimo hombre había salido ya por la puerta, volteo a verme.
— De verdad hicimos lo que pudi... — comenzó a hablar pero sabía que lo que saldría de su boca no serían más que excusas.
— Basta ya. Eso no es más que pura mierda, las cosas ya pasaron y no las podremos cambiar — pase las manos por mi cabello mientras me recargaba en el frío cuero de la silla.
Antonio solo me miraba nerviosamente.
— tranquilo ya hombre, no te mataré, puedes relajarte — reí amargamente. Todos cometíamos errores y era imposible nunca fallar en cosas como estas.
Antonio se había convertido en mi amigo y sin duda preferiría esto a su vida perdida.
— Cuéntame ya todo lo que ha pasado — le dije recargando mis manos sobre el escritorio.
Este cruzo las piernas y se recargó contra el respaldo de la silla.
— Fueron el cartel de nuevo — comenzó. — Saben que estamos teniendo cada vez más poder, que la gente se está uniendo a nosotros y no pudieron con eso — tomo un respiro antes de volver a hablar — entraron a los negocios y destruyeron todo. No fueron a robar, esos perros lo que les sobra es dinero, solo hicieron eso para prendernos — dijo.
— Exactamente, esos desgraciados quieren llamar nuestra atención. Se están metiendo en nuestro territorio, con nuestra gente — la ira estaba regresando otra vez a mi — les había prometido protección a esos pobres con tal de que me pagaran su cuota de cada mes, y ahora estaban muertos — empuñe mis manos.
— vuelve a llamar a tus hombres, hay que darles una lección — me levante de la silla y él me imito.
— ¿Que es lo que tienes en mente? ¿Piensas viajar hasta Ciudad de México? — preguntó mientras salíamos de mi oficina.
— No tengo de otra, prometimos ayudar a esas personas, y lo que menos queremos es que se unan a esos cabrones. — bufé enojado, esto de verdad me estaba sacando de mis casillas.
Hace no más de un mes que Alberto había empezado a ponerme a cargo de nuevas secciones, las cuales iban aumentando poco a poco, pues lo que él quería era que me fuera familiarizando para después ser el líder.
¡No más de un mes y yo ya la estaba cagando!
Casi podía imaginarme su mandíbula desencajada y los ojos negros de coraje.

Criminal loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora