Capitulo VI

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— Está bien, solo porque eres el jefe — contesta — me llevaré al chico, hay que ir viendo donde ponerlo — termina y camina hacia donde se encuentra el pobre tumbado en el suelo.
— ¡¿A dónde me llevan?! ¿Me matarán?, ¡No!, ¡Por favor no! — Comenzó a gritar alterado cuando vio que Antonio se acercaba a él para levantarlo.
— ¡Tranquilo hombre! — le gritó de vuelta para tratar de tranquilizarlo. — No te va a hacer daño — respondo firme mirando al mismo tiempo a Antonio.
— Matarlos y tener que deshacernos de su cuerpo es demasiado problema, tenerlos vivos y dejarlos ir podría traernos todavía más problemas, así que los dejaremos vivir pero trabajarán con nosotros — termino y al segundo ya tenía la mirada fija de Antonio sobre mi.
— ¿También a la chica? — responde casi en un susurro tratando de que ella no escuche.
— Tal vez — respondo.
— Pero no hay donde ponerla, es demasiado torpe, ni siquiera podría funcionar como vendedor de droga — se quejó.
Antonio tenía un punto, colocarla en algun área iba a ser un gran gran problema.
— Me preocuparé por eso después — dije — ahora llévatelo  y déjanos solos. —
Empujó al chico haciéndole una señal para que avanzara, este lo siguió temeroso y ambos comenzaron a subir las escaleras.
— Al fin solos — me giro hacia la chica, quien tenía la vista fija en sus pies, sin embargo, desde donde yo la veía, podía notar la mezcla de nerviosismo y temor en su mirada.
Ella no respondió nada.
Mire a mi alrededor, la habitación era un desastre, las paredes estaban sucias y desprendían un olor entre a humedad y guardado. El colchón era lo peor de todo; dios sabrá cuantas cosas habrán pasado ahí, pero su olor tan horrible combinaba perfecto con las manchas de diferentes colores que marcaban la desgastada tela que lo cubría.
Ahora entendía porque ambos habían preferido sentarse en el suelo...
Pase mi mirada hacía la chica, luego al colchón y una vez más hacía ella. Si lo que tenía planeado realmente iba a pasar, claramente no pasaría aquí.
— Vamos, levántate — volví a decirle, esta vez alargando mi brazo hacía ella para que lo tomara.
Levantó la mirada pero no hizo ningún movimiento.
— Te levantas o te levanto, tú decide —  alce la voz de manera demandante alargando mi brazo, una vez más, esperando que lo tomara.
Imitó el mismo gesto de asco que me había regalado horas antes cuando la salve de las garras de Joaquín, ese mismo gesto de asco y miedo a la vez, y tal como lo hizo en ese momento, se levantó como pudo pero jamás tomó mi mano.
Esa altanería se la iba a quitar yo.

— ¿Qué vas a hacer conmigo? — preguntó.
muñequita, ¿qué no voy a hacer contigo?
Lo descubrirás. Ahora camina y sígueme —
La tomo de la mano y le doy un tirón para que empiece a caminar junto conmigo hacía las escaleras.
Trato de zafarse varias veces durante el camino pero claramente mi fuerza era superior.
Podía escucharla quejarse detrás de mi cada vez que fallaba en sus intentos.
Me causaba bastante ternura.

Subimos las escaleras.
La casa era bastante grande y estaba repleta de pasillos, así que la llevé atravesando varios de estos para evitar que reconociera el camino hacia abajo por si en algún momento se le ocurría tratar de escapar.

Casi podía contar con los dedos de mi mano el número de veces que había estado en esta casa y por lo mismo no estaba amueblada del todo, sin embargo, si de algo estaba seguro, es que la habitación principal estaba en buenas condiciones, amueblada y sobre todo limpia.

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