Capitulo V

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Sofía

Siento las lágrimas deslizándose por mi rostro y no hago el intento por detenerlas o limpiarlas.
Pienso en mi madre, en su hermoso cabello negro y sus grandes ojos mirándome, abrazándome, cantándome, amándome...
Solo espero llegar con ella, espero que me lleven con ella...
Eso harán, lo sé, ellos se la llevaron al igual que ahora me llevan a mi.
Estaré con ella, sí, solo eso importa.

Dos enormes portones blancos se abren de par en par dejando ver un largo camino que da hacia una enorme y hermosa casa.
Me encojo, y al fin, después de casi veinte minutos me volteo a ver a los hombres que me llevan.
Son cuatro; uno bastante mayor que es quien maneja la camioneta, no puedo verle el rostro pero si distingo algunas canas sobresaliendo de su cabello.
Sus manos tienen algunas arrugas y en su muñeca descansa un reloj, que aunque no conozco mucho de marcas, se ve costoso.
A su lado otro hombre del que tampoco puedo ver su rostro pero si su mano regordeta descansando en la orilla del asiento.
A mi lado va el chico que me salvo de recibir el golpe que podría haber terminado con mi vida, o sino, al menos sí con mi rostro; es bastante joven a comparación de los otros dos, calculo que tiene solo unos cuantos años más que yo.
Lentamente volteó a ver su perfil, cuidando que no se de cuenta, sin embargo, su mirada de reojo es tan buena como sus reflejos y me atrapa mirándolo, volteo rápidamente hacia el otro lado.
Estaba a punto de decirme algo cuando fue interrumpido por su compañero.
— ¿Qué piensas hacer con ellos? — su voz es bastante gruesa y con un ligero acento norteño, casi podría asegurar que son de alguna parte de  Durango o Sinaloa.
Espera un momento, ¿ellos?  O sea qué ¿hay alguien más además de mi?
"Ellos" quiere decir que no soy la única, probablemente mi madre esté aquí también, mi madre y algún otro vecino.
Mis ojos se iluminaron por un momento y voltee rápidamente a verlo, miraba su boca, esperando sus palabras en respuesta.
— Los llevaremos al sótano, ahí es el único lugar más seguro, hay que darles un poco de agua y dejarlos descansar, más tarde iré a verlos para poder sacarles la información — responde.
En cualquier otra situación eso habría podido sonar un poco tenebroso, sin embargo, en este momento nada me asustaba con tal de volver a ver a mi madre y saber que está bien, que está viva.

Nos detenemos junto con el resto de las camionetas que venían detrás y delante nuestro, al rededor de estas hay muchas más iguales y todavía más lujosas y hermosas, autos de todos los colores y modelos, me quedo sorprendida.
La casa es todavía más increíble, es toda color blanco, la puerta es enorme y está llena de ventanas.
¿Es hermosa, verdad? — la voz del chico me hace sobresaltar, y solo logro asentir temerosa.
Vamos — abre la puerta y me ayuda a bajar.

Antonio, tú encárgate de llevarlos como te lo dije, yo iré a hacer unas llamadas y más tarde te veré — le dice al otro chico que venía con nosotros.
El cual, al igual que él, es joven, solo asiente y les da señales a los otros.
— ¡Traigan al chico! — les grita.
¿Chico? ¿Qué chico? Me volteo para poder ver de qué chico hablan, pero antes de intentarlo, Antonio, me toma del brazo y me jala.
— Es por acá, vamos —
Nos dirigimos hacia la parte trasera de la casa, no puedo girar hacia atrás porque su agarre es tan fuerte que me limita a mirar hacia el frente.
Nuevamente empiezo a temblar.
No hablaban de mamá, "ellos" somos yo y ese supuesto chico...
Las lágrimas vuelven a caer por mi rostro mientras me limito a seguirlo.
Llegamos a una puerta trasera, la abre y me empuja para entrar; es un cuarto enorme y vacío, alcanzo a ver algunas cajas con lo que parecen ser armas y estupefacientes.
— No te interesa nada de lo qué hay aquí, tú sigue caminando — me empuja hacia otra puerta que está en la esquina de la habitación.
La abre y un entramos a un pasillo igual de amplio, alcanzo a ver lo que parece ser una sala de estar, pero tampoco puedo ver mucho porque me vuelve a empujar hacia otra puerta, la abre y un montón de escalones se dejan ver.
— Baja rápido, anda — me empuja y comienzo a bajarlas asustada.
— Pareces estupido, camina más rápido — escucho otras voces detrás nuestro, las cuales parecen ser de los hombres que traen al otro chico.
Veinte, veintiuno, veintidós, cuento los escalones que voy bajando, veinticinco al final; lo único qué hay en aquel sótano es un colchón viejo, unas cuantas sillas y una mesa.
Empiezo a llorar otra vez, este lugar parece estar hecho para esto, quien sabe cuántas personas en mi misma situación han estado aquí antes...

Criminal loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora