Mi nínfula es consciente de su destino, sabe que todo está bien y siempre lo ha estado porque es la creadora de su sufrimiento, ha visto con sus propios ojos como se desvelan las mentiras, la tragedia. La eterna margarita resplandece en el cielo nublado, mi niña se sienta a escribir sobre la vida, sobre el amor, sobre sus amantes. Es inexplicable, todo en ella lo es, su encanto envuelto en un manto rosa, la sangre que sale de ella haciéndola mujer. Es increíble ver como crece, pero sabe mantener el secreto de su juventud demoniaca, el esplendor de las nínfulas traviesas, el ímpetu de las niñas de faldas rotondas y piernas tostadas, las que juegan en el parque para el deleite de los amantes de las chiquillas vulgares. A mi pequeña escritora le han destrozado, le han quitado sus alas y luego le han abandonado, ahora le es inútil viajar a su pasado de libertad. Su tristeza surge de su deseo infinito por encontrar la felicidad, al apegarse a sus recuerdos ya que su eterna soledad no le permite más, la felicidad y lo absurdo vienen de la misma madre. Así es como encuentro a este ser del cielo y tentación del mar, a mi doncella de opio, a mi niña impetuosa, la heredera de la desgracia, la noche se vuelve eterna como para el ciego.