4-Las Reglas del Neko

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-Okami-sama, Okami-sama, Okami-sama, Okami-sama, OKAMI-SAMA, ¡OKAMI-SAMA! - decía Mamoru una y otra vez mientras caminaba detrás mía con las manos en los bolsillos de su sudadera, exactamente igual que un gato que maúlla, y maúlla sin parar hasta que le haces caso, de una manera estridente, que se mete dentro de tú cerebro y se queda dando vueltas hasta que te palpitan las sienes con un dolor monumental de cabeza.

-¡Mamoru! - grite con el ceño fruncido dándome la vuelta, para que pocos segundos después el Neko me cogiese por la chaqueta, obligándome a ponerme de puntillas, rozando mi nariz casi con la suya, provocando que un rápido latido sonase en mis oídos, y la verdad no creo que fuese por el dolor de cabeza.

-Hazme caso - masculló el Neko fulminando mi alma con esa mirada azul, que le hacía competencia al más frío de los glaciares, no podía evitar que un sonrojo se subiese a mis mejillas al sentir la potencia de su mirada.

-Ma-Mamoru, ya basta - dije deshaciéndome de su agarre con las mejillas rojas, para darle la espalda y que él rodease mi hombro con uno de sus brazos, haciéndome suspirar de nuevo.

-¿Te recuerdo que soy un ser devora almas? Hazme caso o me llevaré la tuya - masculló con una pequeña mueca, asomando un colmillo.

Tragué lentamente saliva, notando como el brazo de ese ser, que había insistido en convertirse en mi mascota, emitía un agradable calor sobre mi cuello, evitando que mis mejillas tomasen su habitual tono rosado.

-Mamoru, no juegues con eso - murmuré desviando mi mirada, con las mejillas ligeramente infladas.

-No es ningún juego - masculló de pronto haciendo que alzase la mirada con los labios ligeramente separados, deteniéndonos ambos ante las escaleras que daban, ahora nuestra, casa - que permita que me cobijes, no quiere decir que no pueda realmente adueñarme de esa inocente, bondadosa y deliciosa alma tuya - murmuró palabra por palabra, mirándome desde arriba mientras deslizaba lentamente uno de sus dedos a lo largo de mi garganta, hasta sujetarme la barbilla con un par de sus dedos, provocando que apretase mis labios con el ceño ligeramente fruncido, y un nudo en la garganta - Así que no me tientes humana - dijo con una socarrona sonrisa que logró asomar sus dos colmillos, que inevitablemente me provocaban la necesidad de llevar mis manos a sus orejas, ahora ocultas.

-¿He pasado de "Okami-sama" a "humana"? - pregunté alzando una ceja con los labios apretados, antes de dar un pequeño manotazo a la mano del moreno, para subir a mi casa con él revoloteando detrás con pequeños gimoteos.

-Neeh~ Okami-samaa~ era broma, no iba en serio ¡Okami-sama! - lloriqueo a mi espalda, mientras incrustaba la llave en la cerradura, sin inmutarme por sus quejidos.

Me adentré en casa con un pequeño bostezo, dejando mis zapatos descolocados en la entrada, tirando mi maletín a un lado, y quitándome la corbata del uniforme mientras entraba a mi cuarto, en el momento en que deslizaba la corbata por mi cuello, sentí como tiraban tímidamente del final de mi camisa, notando a su vez como una mejilla se presionaba contra mi cabeza.

-Okami-sama...-susurró lastimosamente Mamoru contra mi pelo, rozando una y otra vez su sedosa cola gatuna contra uno de mis muslos, descubierto por la falda escolar - Gomenasai...Okami-sama...-murmuró de forma casi inaudible, mientras rodeaba mi cintura con sus largos brazos alzando ligeramente mi camisa blanca, frotando a su vez su mejilla contra mi cabellera.

No pude controlar mis manos, cuando una ya estaba alzada para alcanzar el hueco entre sus orejas, y con la otra sobre uno de sus brazos con una pequeña sonrisa...¿Cuanto hace que no me sentía acompañada? Pensé dejando apoyar mi cuerpo sobre el del moreno, continuando con el movimiento de mis dedos sobre su pelo. No pude retener una pequeña risa al notar como el ojiazul había comenzado a ronronear y frotar con insistencia su mejilla contra el hueco de mi cuello, enrojeciendo ligeramente mis mejillas sin poder ocultar mi sonrisa.

Love NekokoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora