RENACER

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Oigo gruñidos, ruidos, golpes... Me sumo en la semiinsconsciencia. Pero comienzo a sentir que la tierra se me cae en la cara, boca, nariz... Lo inunda todo. Toso, escupo... Eso me indica que aún vivo. Oigo gruñidos cada vez más cerca de mi cara, alguien o algo está desenterrándome.

No veo nada, solo oigo, esta vez estoy segura, son gruñidos de algún animal. ¡Oh, por Dios, después de lo sufrido, ahora moriré despedazada! Siento la llovizna sobre mis piernas, y el frío golpea mi cuerpo, noto un dolor intenso ¡no puedo más!

Unas patas de animal escarban sobre mi pecho, me dañan sus garras, me duele, no puedo hablar, estoy en shock. Quiero gritar, poder mover mi mano y alejarlo de allí, gritarle que me deje morir en paz... Pero está empeñado en que yo sea su cena. Me arrastra por el pie con sus afiladas mandíbulas, me hace daño, tira de mí para desenterrarme por completo. 

Esta vez está lo suficientemente cerca de mi cara para que le vea bien. 

Es enorme, un hermoso lobo gris. Me lame la cara, creí que iba a morderme, pero está lamiendo mi cara, su saliva retira la tierra que dificulta mi respiración. Nos miramos a los ojos, los míos llenos de lágrimas y de súplicas. Los de él fríos, acusadores, violetas como la misma noche. 

Es un instante intenso, debería estar temblando de miedo, pero no lo estoy, debería huir, pero no lo hago. 

Me quedo allí, con mis lágrimas en los ojos suplicándole, aún no sé el que. 

Aulla a la noche, su aullido me da fuerzas, es una llamada a la esperanza.

Se acerca aún más a mí, se agacha, estoy sentada en el húmedo suelo. Alargo mi mano temblorosa y lo toco, su pelo es áspero, fuerte. 

Repito la caricia, agradeciéndole mi vida. Sé que no me hará daño, lo sé.

Oigo una voz profunda en mi cabeza, una orden: _ ¡Sube !

Sin pensar en nada, obedezco.

Con mis últimas fuerzas me subo a su lomo y me agarro fuerte a su pelaje. Mira hacia atrás y asiento con la cabeza, dándole permiso para llevarme donde quiera llevarme, hacerme lo que quiera hacerme... Ya nada importa, he vuelto de la muerte.

Camina con confianza por esos parajes, cruza el riachuelo que me aleja de mi hogar, y comienza una carrera por el bosque. Algunas ramas y hojas rasguñan mi cara, desgarran mi ropa, me inclino hacia él pudiendo atrapar su calor, pero lo único que logro es sumirme en un sueño profundo.

Sueño que corremos juntos, veloces, saltamos baches, atravesamos ríos a nado... Nunca me suelto de su cuello. Nos alejamos de todos y de todo lo conocido hasta ahora para adentrarme en otro mundo. Soy la elegida.

 Soy la elegida

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