Daisuke y Rococo

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La luz del sol ya ocultándose por el horizonte llegaba directamente a la habitación de aquel hospital en Costail. Endou Daisuke miraba por la ventana, como perdido, esperando... ¿Esperando a qué? Aquella noche sería Nochebuena, y no podía volver a la ciudad Inazuma para pasarla con su familia porque estaba ingresado a causa de un amago de infarto. ¿Por qué tenía que haber sido aquel día precisamente? No podía preocupar a su familia, pero a su edad ya no podía hacer otra cosa. No es que quisiera abandonar Costail, ni mucho menos. Su vida ahora estaba allí. Pero era ese el año en el que iba a pasar una Navidad fría, con nieve y tomando chocolate caliente al lado de la chimenea con su nieto. Pero el destino no estaba de su parte. ¿Y si era aquella la última Navidad de su vida? ¿Acaso no volvería a tener la oportunidad de pasarla junto a sus seres queridos...? Tan solo de pensar aquello, su corazón le daba un vuelco. No quería que su vida acabase sin poder ver a Mamoru cumpliendo su sueño de ser un futbolista profesional. Además, quería seguir entrenando al equipo de Costail, los Little Gigant. Se aferró a las sábanas blancas que cubrían sus piernas, sin apartarla vista de la ventana. Los gritos de los chiquillos jugando en el exterior le hacían sentir de nuevo joven, como si en ese momento pudiese salir allí afuera y ponerse a jugar con ellos. Pero debía mantener la mente en la realidad. Ya era demasiado mayor para estar pensando en cosas así. En ese momento, alguien llamó a la puerta, como si el destino hubiese mandado a esa persona para mantener los pies del anciano en la Tierra.

-Adelante.

Dijo Daisuke con la voz ronca. Entonces, la puerta se abrió lentamente, dejando ver a quien había detrás de esta. Rococo Urupa, el portero y capitán de los Little Gigant, estaba allí plantado, con las manos en la espalda y mirando a su entrenador con una sonrisa enternecedora.

-Buenas tardes, entrenador. ¿Cómo se encuentra?

Preguntó el chico a la vez que pasaba adentro de la habitación y cerraba la puerta tras de sí. El mayor le devolvió el gesto, sonriéndole también, aunque de forma más amplia y mostrando sus dientes, como siempre hacía.

-¡Me encuentro de maravilla! Ya verás, pronto estaré en el banquillo para daros indicaciones de nuevo.

-¡No espero menos de usted! ¡Estoy seguro de que se recuperará!

-¡Eso sin duda...!

Aunque la voz del mayor se vio cortada cuando el muchacho sacó aquello que escondía a su espalda. Era una gran cartulina enrollada, y cuando la extendió dejó ver su contenido. Mensajes de ánimo de todos los jugadores del equipo, adornados, además, con fotos de muchos momentos que habían vivido todos juntos. Victorias, derrotas, entrenamientos, comidas juntos... cualquier momento era bueno para aparecer en aquella cartulina.

-Todos queremos que te recuperes, entrenador –afirmó el chico. Dejó el cartel junto a la camilla, y se quitó por un momento la pequeña mochila que llevaba, sacando de esta un CD y mostrándoselo al mayor-. También le traigo esto.

Sin decir nada más, se acercó a la televisión, poniendo el CD en el reproductor de DVD que bajo esta había. Sin tener que darle al botón de "play", en la pantalla apareció la cara en primer plano de Endou Mamoru, intentando ajustar el ángulo.

-¡Hola, abuelo! –Exclamó animado cuando se encuadró bien en la pantalla-. ¿Qué tal estás? Me he enterado de que estás en el hospital de Costail. Mira que tener un infarto cerca de Navidad... –Casi le regañó, pero bromeaba, claramente-. Ya me ha dicho mamá que no podrás venir como prometiste, ¡pero no pasa nada! ¡Lo entiendo! Así que por eso estoy grabando esto. Se lo mandaré a Rococo para que te lo lleve, y así puedas verlo en Nochebuena –tomó aire de forma exagerada antes de gritar a pleno pulmón-. ¡¡Feliz Navidad, abuelo!! –Mantuvo la última vocal durante unos segundos antes de mostrar una amplia sonrisa, muy parecida a la del mayor-. Mamá y papá irán a verte en Nochebuena porque quieren pasar ese día contigo. Están muy preocupados –se acercó a la cámara para susurrar, como si de un secreto se tratase-. Dicen que tienen miedo de que no vayas asalir de esta. Pero, ¿sabes una cosa? –Se apartó de nuevo para poder hablar normal, como hasta ahora-. ¡Yo no voy a ir! Una de las razones es que tengo clases aún hasta el 23 de diciembre, y es una lata –gruñó apartando la mirada por un momento, pero al cabo de poco tiempo miró a la cámara de nuevo, sonriendo-. ¡Pero lo más importante es esto! Sé que vas a salir de esta, abuelo. Sé que estarás bien. Confío en ti, abuelo. Por eso sé que vendrás a vernos. Aunque no sea en Navidad. Sé que vendrás. Y el año que viene podrás venir en Nochebuena como prometiste. Así que recupérate pronto, ¿eh? ¡Te llamaré para felicitarte la Navidad, así que tienes que estar atento al teléfono! ¡Te quiero mucho, abuelo! ¡Feliz Navidad!

Daisuke no pudo hablar en toda la grabación, y, mientras su nieto se peleaba con la cámara para parar la grabación, el mayor había agachado la cabeza, llevándose las manos al rostro para intentar ocultar las lágrimas de emoción.

-¿Entrenador...?

Rococo posó la mano en la espalda de Daisuke, pero este simplemente dijo lo que llevaba un rato queriendo decir.

-Pienso salir de esta. No os dejaré solos, Rococo. Ni a vosotros ni a mi familia. Pienso seguir con vida uno y mil años más. No moriré.

Rococo sonrió al escuchar aquello. Parecía que habían conseguido su objetivo...

-Por supuesto, entrenador...


"Feliz Navidad a ti también, Mamoru...".



Especial Navidad Inazuma ElevenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora