Facing Reality

11.6K 1.5K 417
                                        



Cuando tenía seis años, Jihoon recuerda haber asistido a su primer funeral, su abuela materna había muerto, su madre, su padre y su hermano estaban destrozados, pero él no.

No sentía dolor, o tristeza, nada. Y no es qué no quisiera a su abuela, de hecho la quería mucho, era la única abuela qué le quedaba, sus otros tres abuelos habían muerto antes de que él naciera, pero simplemente no pudo llorar.

A los siete años su padre murió, estaba en un viaje de negocios muy importante, nadie esperaba que un terremoto de gran magnitud azotara la ciudad de Osaka y justamente su padre pereciera allí. Tardaron tres semanas en encontrar su cuerpo bajo los escombros, y otras dos en trasladarlo de vuelta a corea, al igual que con el funeral de su abuela, Jihoon tampoco lloró aunque esta vez si pudo sentir la tristeza inundarlo, simplemente se mantuvo impasible sentando al lado de su madre, consolándola.

Su cumpleaños número quince había llegado junto a la terrible noticia de qué su madre tenía cáncer cerebral, Jihoon había pasado su día especial en el hospital al lado de ella, el tumor estaba muy avanzado y no había algo qué los doctores pudieran hacer, la mujer murió dos días después del cumpleaños de Jihoon.

Él y Hoonmin habían decidido no realizar un funeral, no tenían la fuerza suficiente como para soportar a todas esas personas sentir compasión por ellos, simplemente la habían enterrado junto a su padre, ninguno de los dos lloró.

Su suerte estaba maldita, todas las personas qué amaba ya no estaban, tanto su padre como su madre eran hijos únicos, así qué ellos no tenían tíos o primos, estaban solos, sólo se tenían el uno al otro. Hoonmin era su hermano, su padre y su mejor amigo.

Y ahora se había ido.


Jihoon no estaba muy seguro de como es qué había llegado a Corea, recuerda pequeñas cosas como llegar corriendo a su apartamento, a su compañero de vivienda preguntándole si todo estaba bien y luego ofreciendo su ayuda para arreglar el papeleo de la universidad y animándolo a irse a su país natal.

No esperaba a nadie qué lo fuera a recibir en el aeropuerto, y el llegar a Busan y no encontrar el típico cartel con letras torcidas qué ponían su nombre lo hizo sentir peor, la realidad golpeándolo en la cara con más fuerza mientras la opresión en su pecho crecía.

Durante el viaje en el taxi, recordó algo mas, sus sobrinos, SeungCheol no había dicho nada acerca de ellos ¿Estarían ellos en el accidente también? Jihoon rogaba porque no fuera así, los pequeños no merecían un final así, su hermano y cuñada tampoco, aunque realmente no podía imaginarlos al saber tan terrible noticia.

Tal vez sus conductos lagrimales estaban dañados, pensaba a menudo Jihoon mientras veía el paisaje. No entendía porque no lloraba, quería llorar, debería estar llorando, sentía qué era la única forma con la qué podía sacar fuera todo su dolor.

Cuando el taxi se detuvo enfrente de su casa, Jihoon sintió como el mundo se le vino encima, y no se sentía con la fuerza necesaria para afrontar a SeungCheol y sus sobrinos. A duras penas escuchó como el conductor se bajaba del auto y sacaba sus maletas, se bajó del taxi sólo porque el señor le había abierto la puerta, pagó de forma distraída y arrastró sus dos valijas de forma lenta hasta llegar a la puerta de en frente.

Sabía que debía entrar, abrir la puerta y pasar a la casa qué había sido su hogar durante toda su vida, pero no podía moverse. En lugar de él abrir la puerta, fue SeungCheol el que lo hizo.

Estaba más alto y fornido, e incluso había cambiado su cabello negro por un tono rubio platinado, pero eso no era lo más importante, SeungCheol lucia triste y cansado, un espejo a lo qué de seguro era su propio rostro.

Qué esperar cuando no estás esperando ➳ JiCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora