4. "El perro arcoiris."

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Alex.

— ¡Vengan acá, mocosas del demonio! ¡Engendros del mal!

Esos eran los gritos (o chillidos) que la señora Wright, una anciana mujer de tal vez ochenta años, mientras nos perseguía por la calle. Su voz sonaba aún más fuerte debido al silencio, cosa que la hacía parecer aún más loca pues tenía la cara cubierta de una cosa verdosa mientras usaba una bata azul fosforito a juego con esas cosas raras que las mujeres usamos para rizar el cabello, casi al estilo de los años 20. Todo eso, más la cuchara de palo con la que amenazaba golpearnos, podía catalogarla como loca.

Creo que me pondría igual si un par de adolescentes locas con mal complejo de espías internacionales tiñeran a mi pobre perro, que en este caso es Spincle, con todos los colores del arco iris.

— ¡Chancla voladora!— grité, esquivando por los pelos la pantufla que la mujer nos lanzó.

Será vieja y tendrá problemas a la cadera pero corre rápido y aún tiene buena puntería ¿Qué les dan a los ancianos de hoy en día? ¿Esteroides? Creo que papá tendrá que reconsiderar el mandar al abuelo a uno.

(...)

Luego de nuestros excelente, asombroso e increíblemente estúpido plan fuimos víctimas de un secuestro a mano armada por una loca rubia que no sabe conducir y es un peligro al volante.

Sí, damas y caballeros, era Kayle.

Ella nos obligó, por no decir que en realidad nos amenazó, para ir al centro comercial de compras para el baile de inicio de año. La primera víctima fue Tyler, a quien obligaron a comprar un traje y una corbata. Después me tocó a mí, tuve suerte de salir viva del tal tortura.

Debo decir quedé sorprendida por la infinidad de modelos, tonos, colores y texturas que habían antes de elegir el vestido. Terminé por decidirme por uno azul corto que se anudaba tras la espalda y era de terciopelo.

Kayle también compró uno. El de ella era de dos colores, blanco en el top y rojo en la falda, igual era corto pero muy lindo y el encaje que tenía en el pecho le hacía elegante. No era mi estilo, pero era lindo.

Y luego las largas horas para hacerme usar tacones.

Kayle, como la enana tipo minion que era, tuvo que aprender a usar esas cosas a temprana edad. Yo, por mi parte, nunca me entusiasmó la idea y, aunque sé como usarlos, me falta práctica.

— Kayle, por amor a Zeus, esto es demasiado.— Pues claro, yo podía aguantar vivir con tres hermanos mayores pero no podía estar de pie con esas cosas.— ¿No puedo ir con mis converse?

Ella me dio un zape. — Ni de chiste, Alex. Irás con tu vestido e impresionaras a Will. Ya está acordado, lo jure por amor a Júpiter.

Genial, ahora soy obligada. Déjenme decirles algo, la rubia es muy terca e intentar tratar con una romana terca es algo que nadie puede soportar.

(...)

Los chicos estaban parados como estatuas al pie de la escalera. Dylan usaba el traje que papá le había dado para las navidades con una corbata azul. Tyler iba igual pero con corbata verde y Kyle también iba de traje pero con un corbatín muy mono color rojo.

Era obvio, esto olía a Kayle West por todas partes. Solo ella podía ser capaz de hacerle ir de traje, porque yo me los imaginaba hasta con ropa deportiva.

— Se ven...— tartamudeo Kyle.— Eh, bien. Se ven aceptables, quiero decir.

— Hey, lamentó romper la burbuja de la incomodidad pero tenemos que irnos.— interrumpió Tyler volviendo a mover su corbata.— Pero Jean me mata si no llego, así que muevan el culo directo al auto antes de que me dejen sin hijos.

Cómo ser adolescentes y no morir en el intento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora