Capítulo 5

78 2 0
                                    


Me levanto del suelo rechazando la ayuda del agente. Nando, Tarah y el chico de cabello rubio siguen riéndose, hasta que salen del ascensor y entran a una sala. Ahmad se sacude la ropa mientras bufa y murmura algo incomprensible. Thaiss tiene los ojos empapados, Gutten aún conserva su mirada de furia y Avur sólo mira hacia abajo. ¿Yo? Yo estoy sin palabras. Creí que al llegar a este lugar, estaríamos totalmente alejados de toda burla y agresión. No es por egocéntrica, pero se supone que somos los integrantes del Pentágono, y vamos a salvar a todos los que pudieron agredirnos alguna vez. No es bondad, ya que eso no lo elegimos nosotros. Es nuestro segundo día en el Arotágono, nuestro segundo día conociéndonos, y ya dialogamos con tres personas que es evidente que no nos soportan.
-Siento eso. De verdad lo siento muchísimo -dice el Agente Nitteme, aún en la puerta del ascensor-. ¿Alguno sufrió algún daño? De todos modos le avisaré al jefe. Procuraremos que no vuelva a pasar.
-¿Por qué? -pregunta Thaiss de repente, acaparando toda la atención del Agente Nitteme, que la mira con las cejas alzadas-. Quiero decir, ¿por qué hicieron eso? ¿Por qué son capaces de producir tanta maldad?
El Agente Nitteme parpadea un par de veces seguidas y abre la boca. Pero vuelve a cerrarla, negando con la cabeza.
-Hay que ir a cenar. Nos están esperando -dice. Estoy segura de que eso no es lo que quería decir en realidad.
Thaiss se relame los labios y se une a nuestra marcha guiada por el agente. Llegamos a una sala cuya puerta, desde afuera, está decorada con tiras de tela doradas y rojas, y hay dos hombres de traje y anteojos vigilando.
-Habilítame, Sokrass -le dice el Agente Nitteme al hombre de la derecha. Tiene el cabello por los hombros, lacio y castaño.
El Agente Sokrass abre la puerta dorada dándonos paso a una enorme sala, también con los detalles dorados y rojos. Al otro extremo de la sala (estamos muy lejos de éste) hay una enorme ventana. Pero lo que me llama más la atención son las dos largas mesas cubiertas por un mantel rojo, ambas llenas de bandejas y fuentes con comida de todo tipo (la mayoría jamás la había visto). Alrededor de las mesas y en toda la sala, hay al menos quinientas personas, vestidas de traje en caso de los hombres y de vestido de gala en caso de mujer.
Al adentrarnos más en la sala, descubro que lo que nos separa del suelo en donde están apoyadas las mesas y caminando todas las personas, hay un desnivel. A mi derecha hay un escenario con seis sillas detrás de un mostrador, y seis micrófonos delante de cada silla.
También hay dos hombres más vigilando de la parte interior de la sala, pero sin anteojos.
-Bueno -dice el Agente Nitteme chocando las manos-. Siéntanse libres de comer todo lo que quieran. Luego les harán una pequeña entrevista, pero hablaremos de eso cuando terminen de cenar. -Nos deja una última mirada y se va a conversar con la mujer morena que vimos cuando entramos al edificio.
Me gustaría dar crédito a ese ''libres de comer todo lo que quieran'', pero no tengo hambre. Quizá, si me hubieran ofrecido comer de manera ilimitada justo antes de encontrarme a Nando y a sus compañeros en el ascensor, hubiese aceptado. Pero ahora no. Su manera de hablar sobre nosotros y ni hablar de que quisieron pegarnos me asqueó. Todavía siento el rodillazo que Tarah me clavó en el estómago, todavía oigo los insultos.
-¿Estás bien? -me pregunta Ahmad, mirándome.
-Sí -respondo-. ¿Y tú?
Antes de que Ahmad pueda contestar, Thaiss se entromete diciendo tranquilamente:
-Creo que el daño psicológico duele más que el físico.
Nos mira a los dos y va hacia Gutten.
-Yo estoy bien -me dice Ahmad, ignorando el comentario sabio que hizo Thaiss-. No quise golpearlo. Los problemas no pueden solucionarse así, porque ¿adónde vamos con la violencia? A más violencia. -Mira la sala rápidamente y luego fija sus ojos marrones en mí. -Y no quiero llevarme mal con personas a las que salvaré.
-Entiendo. Son mal agradecidos -digo.
-La mayoría lo son -responde Ahmad.
Antes de la cena, ya estoy muy cansada de las risas agudas, los gritos de emoción al vernos (no entiendo por qué) y de las consecuencias del largo viaje. Tengo la cabeza abombada. Dormí nada más que tres o cuatro horas desde que el Agente Nitteme se presentó en mi casa como Tito Barrito. Ya es más de la medianoche, así que técnicamente vengo viendo a Ahmad, Thaiss, Gutten, Avur y al Agente Nitteme hace dos días.
Por fin llega el momento de la tan esperada cena para Avur (y para mí: quiero irme a dormir). Todas las personas de la sala nos encontramos sentadas en las mesas. Un hombre canoso y con barba se para en su silla con una copa de vino en la mano. La agita en el aire y dice, hablando con dificultad y arrastrando las palabras:
-«Poorr» favor... comiencen a «servirrse» todo lo que... -Cierra la boca de repente, pone una cara rara y vuelve a abrir la boca soltando un ruidoso eructo cuyo olor a alcohol llega hasta mí- «quierran», todo lo que «quierran». Están... ¡Hip! «Invitadosh».
-Deja de tomar, Darman -le advierte otro hombre cerca, acusándolo con el dedo, cuando el hombre canoso baja de la silla y el alboroto vuelve a apoderarse de la sala.
-¿Qué vas a probar primero? -me pregunta Thaiss a mi izquierda mirando toda la comida delante de nosotras-. Creo que yo probaré estas salchichas de jamón con parmesano. Se ven deliciosas.
Veo cómo pincha dos salchichas bañadas con jamón y queso parmesano chorreante con el tenedor y las deposita en su plato. Yo no contesto.
-¿Estás bien? -me interroga Thaiss, ya que no contesté y me robé toda la atención que tenía sobre las salchichas.
-Sí. ¿Por qué... piensas que no? -pregunto mirando de reojo unas tarteletas de atún y longaniza. Thaiss frunce los labios. Digo-: Eh... Empezaré por las tarteletas.
De mala gana, agarro tres pequeñas tarteletas de atún y longaniza. Comienzo a comerlas hasta que ya me quedo sin, y debo agarrar más porque están deliciosas.
-La comida es lo mejor que pudo pasarle al mundo -dice Avur después de tragar un trozo de pollo condimentado-. ¿No es cierto, Gutten?
Gutten ni siquiera mira a Avur. Se lleva el tenedor con puré a la boca y traga. Tiene las cejas alzadas y no para de observar su plato con puré y ciervo. Avur se inclina sobre la mesa para mirar dos sillas más allá a la izquierda, viendo a Gutten con el ceño fruncido.
-¿Qué te pasa? -le pregunta, casi bruscamente.
-¿Por qué crees que me pasa algo? -contesta Gutten fríamente.
-No lo sé, quizá porque te pregunté algo y no contestaste. Gutten cierra un momento los ojos, pero vuelve a abrirlos como si analizara algo. Murmura algo como:
-A veces me pregunto si en verdad eres hombre.
-¿Qué? -dice Avur, le tiembla la voz.
Gutten mueve la cabeza a la izquierda y a la derecha, como si se negara a volver a dirigirle la palabra a Avur. Pero éste se levanta de golpe de la mesa, arrastrando la silla hacia atrás y tirando un par de servilletas de la mesa. Mira a Gutten con el rostro enfadado.
-¿Conque dudas sobre mí? -grita Avur, agitando los brazos-. ¡Si quieres, te puedo mostrar que soy un hombre hecho y derecho!
Ahora, casi todas las personas de la sala nos están mirando, y se oyen algunas risas desde el fondo.
-Para defenderte de tus amigos no tienes problema, ¿cierto? -susurra Gutten-. Pero cuando te enfrentas a alguien desconocido y mayor, permites que te llamen ''negro'', aunque sea en otras palabras. Ilógico.
Avur tensa la mandíbula. Ahora lo entiendo: Gutten debe de estar enojada con Avur porque él no movió un pelo en el ascensor, cuando Nando y Tarah nos agredieron y le quisieron decir claramente a Avur ''negro'', así como también me reprocharon mi vida en la miseria, la muerte de los padres de Ahmad y Gutten y la enfermedad de Thaiss.
Avur está como petrificado otra vez. Y sé que ésta es porque no tiene una excusa. Sin embargo, dice algo que tiene su parte cierta:
-Bueno, ¿crees que quiero cachetear al primero que me diga algo ofensivo? No puedo buscar la aprobación de todos, y no porque no me apoyen puedo pegarles o lo que sea. ¡Te recuerdo que acabamos de llegar aquí, no quiero empezar una enemistad!
-¡Al menos hubieses dicho algo! -grita Gutten fuera de sí -¡Porque ni siquiera te molestaste en intervenir cuando agredieron a los otros!
-Ah, qué, ¿y ustedes lo hicieron? -dice Avur con toda la razón. Él no nos defendió, pero nosotros tampoco nos esforzamos mucho.
-¡Chicos! ¿No han oído lo que dijo Nitteme? -dice Thaiss de repente a mi lado-. ¡Pueden encontrar personas agradables u odiosas, pero nunca deben lanzarse en contra de sus amigos! ¡Se supone que tenemos que trabajar juntos!
-Thaiss tiene razón -dice Ahmad al frente mío, con el gesto más serio que nunca-. Mis disculpas, Avur. Es un poco difícil defender a cuatro personas (cinco si me cuento a mí mismo) de un par de idiotas que no hacen más que lastimar. Tenemos que hacerlo en conjunto, porque a partir de algún día haremos eso: colaborar en grupo. Tú formas parte de nuestro grupo, y no te has molestado por demostrarlo.
Estoy completamente de acuerdo con Ahmad. Avur no tiene de qué quejarse.
-En realidad, se supone que lo que sucedió en el ascensor no debía pasar -digo, robando la mirada de todos a mi alrededor-. El Pentágono no sólo es Avur, Thaiss, Gutten, Ahmad y yo. -Señalo con un dedo toda la sala, dando vueltas sobre mi eje. -Todas estas personas que están aquí también forman parte del Pentágono, porque van a ayudar a que nuestras misiones se lleven a cabo. Y Nando, Tarah y el otro chico no estaban aquí por casualidad: de seguro también harán algo para ayudarnos, aunque sea inconscientemente.
-¡Dudo de que esos idiotas pudieran...!
-¡BASTA! -grita la voz del Agente Nitteme. La sala se sume en un silencio total: lo único que se oye son las pisadas de Nitteme. A mi parecer, debería haber intervenido ni bien empezó la discusión. -¡LES DIJE QUE SE ENCONTRARÍAN CON ESE TIPO DE PERSONAS, Y AÚN ASÍ SE SORPRENDIERON! ¡LES AVISÉ JUSTAMENTE PARA QUE NO LOS TOMARAN DESPREVENIDOS, PERO NO SUPIERON DEFENDERSE!
Si había gente que aún no se había fijado en nosotros, el Agente Nitteme logró que lo hicieran. Siento un peso en todo mi cuerpo, pero especialmente en la cabeza. Es como si hubieran ojos por todos lados que me miran. Me visualizo a mí misma en el centro de esta sala, rodeada de esos ojos amenazadores. Por un momento parece que voy a largarme a llorar, pero no va a ser así. No voy a empeorar la situación con un acto dramático.
Una voz nueva, potente y fría, se oye en mis oídos y en los de todos los demás. Creo que el sonido proviene de algún rincón de la sala, ya que debe haber un micrófono.
-¿Cunile? Te espero en mi despacho ahora mismo. Discúlpate con los chicos.
-Pe... perdón -murmura Nitteme casi para él solo, acomodándose la chaqueta gris y volviendo a enderezar la espalda-. Sí, por supuesto, jefe, ya voy.
El agente se da la vuelta y trota tímidamente hasta la puerta de salida por la que se retira y otro agente la cierra.
-Al menos se disculpó -balbucea Thaiss a mi lado, mirando sus pies sobre el suelo.
Suelto un gruñido. La sala vuelve a llenarse de las risas, los gritos y las charlas, como si nada hubiera pasado.
Veo a la mujer morena que saludó Nitteme, y se acerca a nosotros caminando con dificultad con sus tacones negros.
-Hola -dice en voz baja con una leve sonrisa-. Soy la comandante Pilay, espero que nos llevemos muy bien. -Thaiss, Ahmad y yo sonreímos. -Bueno, si quieren, pueden subir al escenario. Les harán una pequeña entrevista.
-De acuerdo -dice Ahmad poniéndose de pie. Thaiss y yo también lo hacemos, pero Gutten y Avur se quedan en sus sillas, con los brazos cruzados-. Chicos, vamos al escenario, nos harán una...
-No soy sordo -lo interrumpe Avur de malhumor. Se para y comienza a caminar hacia la rampa del escenario. Ahmad mira a Gutten, y ella revolea los ojos hasta que se pone de pie.
Una vez todos en el escenario sentados en las cinco sillas, un hombre rubio se para al borde del escenario y se sienta en una banqueta alta. Como se encuentra en el desnivel, sigue siendo bajo para nuestra vista. Lleva un micrófono en su mano y una botella de agua, y viste con un traje verde platinado (parecido al de Avur pero verde). Todas las demás personas están de pie alrededor del hombre, que prueba el micrófono dándole golpecitos con el índice.
-Muy bien -dice el ''periodista''-. Esperaremos a que llegue el jefe y daremos comienzo a la entrevista.
Me siento como una celebridad en la primera entrevista de su primera película. Desconcertada, quizá también un poco ansiosa por saber qué nos preguntarán.
De las telas que están detrás nuestro, donde hay oscuridad, comienzan a escucharse murmullos. Miro hacia allí y me pregunto si estará por salir el jefe, que sin dudas se va a sentar a mi derecha donde está el asiento vacío. No me equivoco. Desde la negrura que esconden las telas, una persona comienza a ser iluminada por las luces de la sala. Ya le veo los zapatos, los pantalones formales negros, la chaqueta negra encima de la camisa blanca y la corbata azul. Es un hombre muy delgado, no tan alto, usa anteojos con el marco negro, y debe ser de unos cincuenta y tantos años, con el rostro ligeramente arrugado y el cabello blanco.
La gente empieza a aplaudir con mucho énfasis.
-¡Aquí está llegando el jefe, con un estupendo traje de gala! -exclama el periodista.
El jefe camina lentamente con los brazos al costado del cuerpo, saludando a la gente con una sonrisa. Llega hasta la silla a mi lado y se sienta acomodándose la corbata. Está unos segundos saludando a la gente, hasta que deja de lado todo el barullo y se inclina hacia mí, diciendo:
-Hace mucho que no hacía esto, estoy algo nervioso.
-Bueno, yo no lo hice nunca -le confieso sonriendo.
El jefe se relame los finos labios.
-Les harán tantas entrevistas antes y después de las misiones que terminarán acostumbrándose. Te lo digo por experiencia -dice, guiñándome un ojo.
¿Por experiencia? ¿Por qué?
-Muy bien, damas y caballeros -dice el periodista con emoción-. ¿Con quién comenzaremos? Eh... creo que podríamos... inaugurar esta entrevista con la palabra de Ahmad. Dime, ¿cómo llevas la carga de ser el quinto y mayor integrante del Pentágono?
Ahmad alza las cejas y se encoge de hombros. Creo que esperaba otra pregunta, ya que todavía no hemos llevado a cabo ninguna misión y no ha tenido una situación por la cual ser el responsable.
-Bueno... -empieza Ahmad sosteniendo el micrófono-, bastante bien. Los chicos también... colaboran.
Cuando termina de decir eso, veo que nos mira de reojo como si lo hubiese dicho sarcásticamente.
-¡Genial! -exclama el periodista. Creo que jamás había visto un hombre tan contento.-¡Es el turno de Thaiss! Dime, querida. ¿Han hablado con tus compañeros sobre la primera misión? ¿Tienen idea de qué se trata?
Thaiss enrojece casi como un tomate y abre bien los ojos. Se acomoda un mechón pelirrojo que le cuelga por la frente y se acerca al micrófono.
Ni siquiera hemos mencionado cuándo tendremos que enfrentar la primera misión. Espero que Thaiss no mienta, porque puede que se le ocurra al periodista revelarnos al menos de qué tratará. Si es que él está enterado...
-La verdad es que... no. -Me sobresalto al ver que el jefe gira la cabeza hacia Thaiss, que sigue diciendo-: Casi no hemos tenido horas para hablar sobre eso. Pero supongo que tendremos tiempo para discutirlo, ¿cierto?
-No tanto -dice el periodista serenamente-. La primera misión será dentro de muy poco, y consta de...
-¡Bueno, bueno, Jaddie! -lo interrumpe el jefe dando un pequeño salto en su silla-. No queremos arruinarles la sorpresa a los chicos.
-Tiene razón, jefe, lo siento -dice Jaddie, el periodista, bajando la cabeza-. Bien, creo que iremos por Gutten en este momento. -Ella pestañea detenidamente y suelta un suspiro al mismo tiempo que Jaddie dice-: Está claro que a algunos, esto del Pentágono los tomó por sorpresa. Dime tú, ¿hace cuánto que sabes que eras Integrante del Pentágono? ¿Tus padres te lo hicieron saber?
Gutten abre los ojos y observa con una mirada asesina a Jaddie, como si él fuera el principal culpable de la muerte de sus padres.
-No tengo padres, ustedes los mataron -dice con un hilo de voz Gutten.
Se produce un silencio incluso más incómodo del que hubo cuando el Agente Nitteme nos gritó. Toda risa, todo alboroto, toda conversación fue pausada ante la respuesta de Gutten. Si no supiera que es imposible, diría que todas las personas que nos miran con la boca abierta no están respirando.
-¿Quién te dijo eso? -le pregunta el jefe con paciencia, inclinándose para ver a Gutten.
Ella frunce el ceño, molesta, y dice:
-El Agente Nitteme. Pero usted es su jefe, así que debe saber muy bien sobre la muerte de mis padres. Porque usted lo planeó.
Todos los de la sala comienzan a murmurar, asombrados.
-Está bien, no puedo juzgarte por pensar eso, recién me conoces y no sabes que yo no haría ese tipo de cosas por nada del mundo -le explica el jefe suavemente. Después sonríe ligeramente y sus mejillas tapan un poco a sus ojos. -No es por tratar de quitarme la carga de encima, pero Brando Sthepping fue quien ordenó la tragedia de tu vida, la muerte de tus padres. Brando era el anterior jefe, yo lo conocí muy bien. Un hombre algo egoísta, para ser sincero.
-Entonces deberá demostrarme de alguna manera que puedo confiar en usted -dice Gutten frunciendo los labios.
El jefe frunce el ceño y mira el techo. Sus palabras, dichas muy fuerte, me hacen sentir que tengo el tímpano roto.
-Si te digo que voy a hacer lo imposible para que ninguno salga herido, ¿sería un comienzo para ganarme tu confianza?
No puedo evitar entrometerme en la conversación, así que digo:
-¿Cómo lo hará? ¿Cómo evitará nuestra muerte? 

El jefe me mira de reojo, piensa un momento y vuelve a sonreír.
-Voy a acompañarlos en las misiones -dice alegremente, para asombro de toda la sala.
Dejo escapar un suspiro de alivio. Este hombre, sin dudas, me ayudará a sentirme a salvo y a saber que puedo volver a ver a Denuv.

El PentágonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora