La reacción de Ahmad al escuchar mi relato se asemeja mucho a la que imaginaba. Se queda duro, como si esperase más información.
-¿Sólo dijo eso y se fue, después de que Thaiss le haya pegado? -repite, sin poder creerlo.
Asiento con la cabeza, y Ahmad frunce el ceño. Camina nuevamente hasta los sillones dejándose caer en el verde, y observa los cuadraditos parejos de la alfombra del suelo.
Gutten sacude a Avur para que vuelva a la realidad, y éste deja los videojuegos al enterarse de lo que sucedió.
Ahora, mi ojo no parece tan importante, y eso me alegra mucho.
A pesar de que Ahmad no se mueve, está pensando en algo. Decido darle su tiempo, ya que como dicen, los acertijos se resuelven con tiempo y concentración. Claro que esto no es un acertijo, pero supongo que es parecido.
Entro al baño y me quito la ropa, toda sudada y llena de nieve fría, que poco a poco se va derritiendo.
Al meterme bajo la ducha de agua caliente, mis pies entumecidos se relajan y pueden moverse más fácilmente. También mi cuello lo disfruta. En realidad, todo mi cuerpo saca el mejor provecho de este baño caliente. Respiro hondo mientras me lavo el pelo con delicadeza, ya que no tengo ningún apuro.
Cuando termino y cierro el grifo, me envuelvo en una toalla verde que hay colgada.
Al volver a la habitación, compruebo que todo sigue igual. Avur ahora juega con una pelota que rebota, pero nada fuera de lo común.
-¿Qué tal fue esa ducha? -me pregunta, haciendo rebotar la pelota en el suelo y volviéndola a agarrar.
-Relajante -contesto con una sonrisa, sentándome en un sillón-. ¿Algo que hayan descubierto?
Ahmad desvía la vista hasta otro punto de la alfombra.
-Sí. Más bien... es una teoría -dice apresuradamente.
-Soy toda oídos -dice Gutten, juntando las manos.
Ahmad nos mira uno por uno, como analizando si decirlo o no.
-Estoy casi seguro de que Nando es el intruso -comienza-. Si nos fijamos bien, él las quiso convencer de que se vayan de ese bar. Bueno, podría ser para ''protegerlas'', o algo más probable, para evitar que descubran algo.
Me estremezco. ¿Cómo no lo pensé antes? Está bien que Ahmad tiene mucha capacidad para pensar durante un día entero, pero creí que yo también la tenía.
-Entonces... Supongo que ya hemos resuelto la primer misión -dice Avur, cabizbajo.
-¡Claro que no! -dice Ahmad-. No podemos apoyarnos en suposiciones. Debemos buscar más pruebas.
-¿Y qué piensas hacer? -le pregunto, frunciendo el ceño-. Si pretendes encontrar indicios no creo que tengas suerte quedándote aquí.
No sé de dónde sale eso. Es como si descargara toda mi furia contra Ahmad, aunque sé que él sólo quiere ayudar...
Ahmad me mira como si no me reconociera, y entonces baja las comisuras de los labios, encogiéndose de hombros.
-Bien, pero rompiendo reglas tampoco llegarás muy lejos -me espeta.
Mis cejas se fruncen aún más, y no puedo quedarme callada.
-¡Al menos llegué más lejos que tú! -Empiezo a enfurecerme de verdad.
-¡Pero haciendo algo incorrecto...!
-¡BASTA! -grita de pronto Avur, que ha dejado de picar la pelota sin que yo me diera cuenta-. ¡COMPAÑEROS, SEAN UNIDOS, PUES CUANDO SE ENFRENTEN A SUS ENEMIGOS, SABRÁN QUE NO ESTÁN SOLOS!
Cuando termina de gritar, respira entrecortadamente y se tira en el sillón.
-Voy a decirle a Nitteme que preciso un control de videojuegos -continúa Avur con total tranquilidad, como si fuera otra persona-. La pantalla táctil no me está...
-¿Has leído el manual? -lo interrumpe Ahmad, mirándolo de costado, confuso.
-¿Qué? -Avur observa a Ahmad, con las cejas arqueadas, y hace movimientos con las manos, lo que me da a entender que está inseguro.
-Has leído el manual -repite Ahmad. De repente corre a su cama y alza un pequeño libro que había sobre ella. Lo sacude frente a Avur-. ¡Has leído el manual!
-¿De qué estás hablando?
Niego con la cabeza, puesto que yo estoy tan desconcertada como Thaiss y Gutten.
-¡Esa frase! -exclama Ahmad, emocionado-. ¡Está en el manual!
-Claro que yo no... -comienza a decir Avur, pero luego de intercambiar miradas con todas, como si esperase ayuda, parece que sus hombros se aflojan y él adopta una expresión de derrota-. ¡Bien! ¡Leí el manual! ¿Y qué hay de malo en eso?
-Nada, pero creí que sólo te importaban los jueguitos esos -comenta Ahmad.
Avur lo mira boquiabierto, parpadea y abre y cierra la boca.
-Estos ''jueguitos'' como tú dices, son en parte una representación un poco más ficticia de lo que estamos por pasar, ¿no te das cuenta? -dice, nervioso.
-Déjame ver -interviene Gutten, poniendo los ojos en blanco-. Dejas que te asesinen en una pantalla porque temes que lo hagan en la vida real, ¿cierto?
-Yo no usaría el verbo ''temer''. Es más bien una especie de alarma, para tratar de entender cómo te sientes en tu momento final -opina Avur mientras se acomoda la sudadera-. Sé que las sensaciones no se transmiten por la pantalla, pero...
-Te puedo apostar lo que quieras a que morir en una pantalla y morir en el mundo que conocemos no es para nada comparable -acota Thaiss, mirando el suelo seriamente. Pienso en ella. De nosotros cinco, es ella la que más cerca de la muerte ha estado. Sinceramente todavía me impresiona que la hayan podido salvar de su caso, aunque también me alegra. Por primera vez desde que la conozco, vislumbro en mi mente lo mal que la ha pasado. Es decir, de seguro debía cargar con el peso de que un día le digan que iba a morir, y al otro que iba a vivir, y así. Y también estaba su familia. Me la imagino a ella, fingiendo estar bien delante de sus seres queridos pero quemándose de dolor por dentro. De seguro que no es nada comparable.
-¿Y si tratamos de no desviarnos del tema? -farfulla Gutten, entre dientes.
-Para mí, la única opción por ahora es ir a ese bar -opina Ahmad-. Con suerte, escucharemos si Nando menciona algo.
-Bien... -empieza Thaiss-, Ogel dijo... no debemos...
-Ogel nos indicó que no volviéramos allí -termina Gutten con exasperación.
Ahmad frunce el ceño, nos mira y luego mira el techo.
-¿Quién dijo que ustedes iban a venir? -pregunta Ahmad, en voz bien alta-. Arriba, Avur.
-¿Qué? -dice éste, con los ojos bien abiertos.
-Ya lo oíste -le responde Gutten, irritada-. Ponte un pañal si hace falta, pero quiere que lo acompañes.
-¡No! ¿Por qué siempre hacemos lo que Ahmad dice? -protesta Avur, ya de pie.
-Porque él es el mayor, y el más inteligente -le espeta Gutten con desgano.
Ahmad agarra a Avur por la manga de la sudadera y tira de él, yendo hacia la puerta.
-¿Qué tienes en la cabeza? -Avur trata de zafarse de las manos de Ahmad, pero él lo supera en fuerza-. ¡Suéltame! ¿Que no ves que afuera está nevando?
-Es nieve, no diarrea -le contesta Ahmad, tironeando de la manga de Avur.
-¡DÉJAME! -grita Avur luchando contra lo imposible -. ¡Estás loco! ¡Ese lugar es un matadero!
-No es para tanto, por favor.
-¡Bien! ¡Entonces voy solo! -exclama Ahmad cerrando la puerta de un golpe detrás de él.
-¡Eres un cobarde! -le escupe Gutten a Avur en la cara, y se mete al vestidor.
-¡¿QUIERES CALLARTE DE UNA VEZ, GUTTEN?! -grita Avur, apretando los puños.
-Avur... -empieza Thaiss, que está sentada en su cama.
-¡CÁLLATE TÚ TAMBIÉN! -le grita él de repente, y ya me parece que explotó. Sale por la puerta de la habitación, cerrándola con un gran estruendo.
Al mirar a Thaiss, veo que tiene los ojos bañados en lágrimas. Y no se que hacer. Gutten se fue a duchar, Thaiss está así, Avur se largó enojado y Ahmad no piensa en lo que hace.
-Thaiss, ¿estás bien? -me limito a preguntarle, mientras me incorporo en la cama y dejo el manual a un lado.
Ella se pasa una mano por la cara y emite un agudo sonido.
-Thaiss, Avur sólo está así porque Gutten siempre se queja de él. No tienes por qué...
-No sólo es Gutten -dice ella, con un hilo de voz-. ¡Avur nos odia!
-Que... ¿Cómo sabes eso? -le pregunto, intrigada. ¿Avur nos odia? ¿Por qué? Al menos yo no le hice nada, ni idea los otros. Pero quizá Thaiss escuchó mal. Sin embargo, me dice:
-¡Él me lo dijo! Bueno, no quiso hacerlo, pero creo que se le escapó.
-¿Y por qué nos odiaría?
-¿Cómo voy a saberlo? Debe ser porque él no quería venir aquí. Es decir, tenía una vida casi perfecta.
Tampoco yo quería formar parte del Pentágono, pero no odio a mis compañeros.
-Bueno, pero no es mi culpa que su vida haya sido imperfecta -digo bruscamente.
-Es que nadie, jamás, tendrá una vida perfecta -añade Thaiss, pensativa-. Y Avur no entiende eso. Creo que estaba luchando por algo imposible para intentar conseguir la felicidad extrema.
-Lo que sea que haya hecho Avur, nosotros no tenemos la culpa -opino con ímpetu-. Al menos, estoy segura de eso. Y no entiendo sus razones para despreciarnos.
Thaiss tuerce los labios y clava sus ojos llenos de historias en mí.
-Tampoco yo. Pero creo que Gutten no está siendo muy justa con él. -Al ver que no entiendo mucho lo que dice, agrega-: Me refiero a que siempre lo juzga.
-¡Ah! Sí, tienes razón... -comienzo, mirando de reojo la puerta del vestidor que se abre lentamente, dejando ver a una Gutten diferente. Se seca el cabello corto azul con una toalla, y lleva puestos unos pantalones que parecen muy abrigados, pantuflas celestes y un lindo saco de lana azul y gris.
-¿Qué sucede? -nos pregunta, tirando la toalla dentro de su cubículo.
-Nada -contesta Thaiss lacónicamente, mientras se pone de pie y camina hacia los sillones verdes. Prende la televisión con un control remoto que al parecer ha pedido Avur-. ¿Quieren ver un documental sobre la historia del Arotágono? Éste parece...
Cuando selecciona un vídeo, la pantalla se pone en blanco durante unos segundos, y ya sé lo que eso significa. El Agente Nitteme aparece en la televisión con una radiante sonrisa, mirando a través de las cámaras, quizá riéndose de algo que sucedió en el momento.
-¡Hola! Este... ¡Ah! Supongo que deben de tener hambre, pues... se saltearon el almuerzo -dice Nitteme. Yo alzo las cejas, puesto que no tengo hambre, ya que estoy acostumbrada a saltearme el almuerzo-, así que de inmediato les llegará su cena a la habitación...
De pronto, cierra la boca y mira detrás de la cámara, ahora serio.
-¿Cómo dices? -El Agente Nitteme amaga a levantarse de la silla, perplejo-. ¿Ahmad y Avur no están? Ventina, quiero ver las cámaras.
Ahora estamos viendo a una sala vacía, decorada con pequeñas cosas de colores, como cañones que se mueven, velas apagadas y plantas colgadas.
Entonces, de repente me sobresalto. Las palabras de Nitteme fueron: "Ventina, quiero ver las cámaras"
Alzo la cabeza y giro a mi alrededor, buscando algo que delate que hay cámaras de seguridad. Me cuesta encontrarlas, ya que están camufladas en la pared. Pero están.
Yo creí que mi conversación con Ahmad de la otra noche había sido secreta. Avur, Thaiss y Gutten estaban dormidos, pero los lentes de las cámaras que nos observan las veinticuatro horas del día, no.
-¿Estás bien? -me pregunta Thaiss.
-Claro que sí -contesto con un tono brusco que no es de mi agrado, y continúo viendo la pantalla.
De pronto, sin aviso alguno, la puerta de nuestra habitación se abre. No es Nitteme quien está aquí. Es una mujer mayor desconocida, con el cabello envuelto en una cofia y un delantal manchado. Arrastra un carrito de tres pisos cargado de platos y jarras.
-Hola... Bien, aquí está su cena -dice la mujer con una voz infantil, dejando el carrito delante de mi cama.
-¿Cómo te llamas? -le pregunta Gutten desde su cama, tranquila.
La mujer sonríe y dice, dulcemente:
-Me llamo Sancy, Gutten.
¡Sancy! Juro que confiaba en que Sancy era un robot o algo así. Pero por alguna razón, me conforta saber que es una mujer real quien hace las comidas.
Gutten sonríe mientras la mujer se retira de la habitación.
-Me agrada -dice, convencida-. Su comida es estupenda.
Mientras tanto, sigo mirando la pantalla que graba una habitación vacía de personas, y sólo se escuchan murmullos o, de vez en cuando, gritos.
Al cabo de un largo rato, aparece una persona frente a la cámara. No es Nitteme, es la comandante Pilay, con el cabello ondulado y expresión nerviosa. Se lleva por delante el escritorio, lo que produce que los anteojos que llevaba colgados en el bolsillo delantero de su blusa se caigan y rompan los cristales.
-¡Oh! -exclama la comandante, agachándose para recoger los anteojos rotos-. ¿Hay alguien ahí? -agrega poco tiempo después. Es la primera vez que la veo tan nerviosa y exasperada-. Bien... No sé si alguien me está viendo en este momento, así que... -La puerta de la habitación se abre de golpe y veo a un Avur rojo de furia- si me escuchan, quédense donde están. ¡Ni se les ocurra salir! Que tengan una linda cena.
La pantalla vuelve a donde Thaiss estaba seleccionando el vídeo. Avur se quita su saco y lo tira al suelo. Camina hacia su cama, apoya los codos en las rodillas y deja caer su cabeza.
No me atrevo a preguntarle nada, ya que no sé si comenzará a gritar de nuevo, o si sólo servirá para empeorar la situación. Al parecer Thaiss piensa exactamente lo mismo, porque cruzamos una mirada y vuelve a tomar el control remoto, en silencio.
Sin embargo, estoy segura de que Gutten no se quedará callada ni en una situación de vida o muerte. Observa a Avur con una ceja alzada, como si lo desafiara, y camina lentamente hacia su cama, donde se sienta con precaución.
-¿Dónde está Ahmad? -pregunta ella bruscamente, aún con la ceja levantada.
Avur no contesta enseguida. Cierra los ojos, como si estuviera armándose de paciencia, y luego recorre la habitación con la mirada.
-Pues aquí no, te lo aseguro -responde él en tono hosco-. Pero ¿por qué no vas a averiguarlo por ti misma? Ya que tanto me dices a mí que no hago nada productivo... demuestra que tú sí lo haces.
-¿Quieres saber por qué no fui yo quien acompañó a Ahmad? -le propone Gutten, mirando a Avur sin la ceja levantada pero con las mejillas rojas-. ¡Él te lo pidió a ti! Y puesto que él es el que más se empeña en nuestra misión, mi deber es respetarlo. Además, es el único mayor de edad de nuestro equipo.
-¡Eso no tiene nada que ver! -exclama Avur, de pie-. ¡Tu edad física no determina tu edad mental, Gutten! No puedes decirme a mí que haga algo cuando tú estás como en un palacio.
-Te estás desviando del tema, santo idiota, y no pienso discutir más contigo -concluye Gutten examinando sus uñas, cortas y pintadas de azul.
Entonces, me doy cuenta de que con Thaiss hemos estado como si estuviésemos viendo un partido de tenis. Moviendo la cabeza a la izquierda cuando hablaba Avur, y a la derecha cuando hablaba Gutten.
Avur se acuesta en su cama, lanzándole a Gutten una última mirada llena de furia y odio, aunque a ella no parece afectarle en lo más mínimo. Él se tapa con las sábanas, nos da la espalda y supongo que se dormirá dentro de un rato. Me resulta extraño que ni siquiera haya agarrado un pastelito de crema o algo de todo lo que Sandy nos trajo en el carrito, ya que desde que lo conozco, ha mostrado mucho interés en la comida. Pero aparentemente, su enojo con Gutten y con Ahmad (o con lo que sea, porque no sé si también está furioso con Thaiss y conmigo) le ha quitado el apetito.
Yo, aún sentada en mi cama, ya no puedo fingir que me interesa el manual. Además no hace ninguna falta, porque Gutten se sienta en un sillón verde y lleva una bandeja a la pequeña mesa. Se relame los labios y comienza a devorar sus "gusanos vivos con sangre" como les decía mi hermano, Denuv, a los fideos con salsa.
Thaiss está concentrada en los documentales sobre el Arotágono. Centro la vista en la pantalla, que ahora mismo muestra una imagen panorámica del Arotágono en invierno, lleno de nieve, como ahora. También escucho la voz que habla sobre los bruscos cambios de clima en esta zona, lo cual explica la rapidez en la que se ha puesto a nevar.
De repente, un nudo se forma en mi estómago, propagándose hasta mi garganta. Cierro los ojos y trago saliva, intentando contener las ganas de vomitar. Frunzo el ceño ante el repentino ataque de nervios, que indudablemente es por Ahmad. Una voz en mi interior me dice que debería haber insistido, haberlo persuadido para poder ir con él a ese bar. Si lo hubiera hecho, mataría dos pájaros de un tiro. Habría conseguido que Ahmad no se sienta tan culpable, porque cuando vuelva, sé que llegará acompañado de Pilay o Nitteme, y eso no me gusta, ya que implicaría un castigo o algo por el estilo. Además, yo me habría sentido bien, y no como ahora, que me siento inútil aquí sentada a punto de comer.
Luego de unos minutos de seguir analizando la misma situación, trato de convencerme de que sin mi ayuda, todo esto no habría funcionado. Yo decidí ir en busca de pruebas; al menos no me dio pavor romper las reglas e irme de la Sala de Heridas Leves. Yo tomé la decisión de entrar a un bar aunque Ogel lo prohibiera...
Pero... ¿Y si eso empeora las cosas? ¿Y si por mi culpa, castigan más severamente a Ahmad? Aunque...La puerta se abre sin emitir sonido. Me llevo ambas manos a la boca al ver lo que tengo en frente. Ya no creo que haya un castigo más severo para Ahmad.
-¡Ahmad! -grita Thaiss con voz chillona, rodeando el sillón apresuradamente. Llega hasta él y le agarra el demacrado rostro con ambas manos.
Mi compañero tiene ambos ojos hinchados y morados. Unas gotas de sangre le caen por la ceja derecha, haciéndose muy notable en los pelos rubios. Al dirigir mi vista a sus manos, veo que sus nudillos están ligeramente rojos. Su camiseta bordó tiene un agujero en el hombro y en el medio de la espalda. Ahmad tiene el cabello alborotado y mojado, además, por la nieve. No puedo puedo imaginar qué le han hecho a este chico. Sea lo que sea, sé que es mucho más importante que mi ojo.
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El Pentágono
Science FictionUn pentágono tiene 5 vértices. Supongamos que cada vértice es una persona, y que esas cinco personas, juntas, forman un grupo irresistible. Esa asociación secreta deberá realizar misiones en conjunto para mantener viva la energía del Pentágono y, po...