Estoy nerviosa. Estamos a instantes de saber cómo será el camino que nos conducirá a la muerte segura. Quizá haga mal en pensar que vamos a fallar, pero de verdad que no puedo ser optimista en este momento. He intentado una y mil veces hacerme la cabeza de que a lo mejor no es tan malo estar aquí, puesto que no la estoy pasando del todo mal y ya creo conocer a mis compañeros. Aunque cuando ese pensamiento positivo se cruza por mi cabeza, inmediatamente lo intercepta el que dice que todos ellos son los responsables de mi vida de porquería. Llega a ser ridículo, porque me querían con vida hasta tener la edad suficiente para enfrentarme a estas misiones, y de todos modos casi acaban conmigo antes. A veces pasaban semanas y no podíamos comer nada más que semillas de girasol. Todo, absolutamente todo, por culpa de ellos y su pentágono.
—Vengan conmigo —nos indica Mitías una vez que bajamos por todas las escaleras hasta el interior del edificio.
—¿Podrías darnos una pista? —dice Avur, retorciéndose de emoción—. O aunque sea dinos cuándo será... Por favor.
Mitías suelta una carcajada y niega con la cabeza, mientras subimos al ascensor y presiona el 3.
—Lo lamento, chicos. No puedo anticiparme ni arruinarles la sorpresa. Miren, en apenas diez minutos se enterarán de todo.
Avur comienza a comerse las uñas. Yo tengo una bola en el estómago que es mezcla de nervios y miedo.
—¡No hagas eso! —le dice Gutten golpeándole en la mano suavemente—. Es un hábito horrible.
—Entonces dime lo que haces para no morir de los nervios —dice Avur guardando sus manos en los bolsillos.
—Solamente pienso en que no podrá ser muy difícil, que si fuera así no nos someterían a las misiones —responde Gutten, alzando las cejas.
Intento hacerlo, para ver si funciona. Pero nada consigue despejarme del todo del horripilante pensamiento que tengo. Porque si fueron capaces de arruinar nuestras vidas, no les sería difícil acabar con ellas.
Cuando el ascensor se detiene, Mitías es el que baja primero y yo la última. Nunca había estado en este piso, así que me resulta todo nuevo. Hay una enorme pared azul a nuestra derecha, con dos puertas de entrada elegantes. Un agente controla las puertas con semblante serio.
A la izquierda hay un pequeño pasillo por el que caminamos. Después hay una pequeña sala a la izquierda. No puedo ver nada más porque adelante mío está Ahmad y me tapa la vista. Se escuchan suspiros de exasperación al unísono. Quiero ver lo que pasa, así que corro un poco a Ahmad con el brazo. Y veo por qué suspiraron con desánimo.
Nando, el chico de cabello rubio y Tarah vienen caminando hacia nosotros, riéndose y mirando al suelo. Al parecer todavía no nos han visto. Quiero aminorar la marcha, darme la vuelta y salir corriendo, pero Mitías continúa caminando y nosotros detrás de él.
Antes de que pasaran por al lado nuestro, confirmo que no nos han visto. Siguen riéndose de tal manera que parece que no les importa nada más. ¿De qué pueden reírse? Quizá no somos a los únicos que maltrataron, y puede que hace un instante hayan molestado a otra persona y por eso se ríen.
Sin embargo, cuando huelo el perfume de mujer que es una mezcla de miel y menta (me repugna) y miro hacia mi izquierda, al mismo momento que nos cruzamos tengo contacto visual con Nando, que abre bien los ojos y alza las cejas, sin dejar de mirarme hasta que se encuentran detrás nuestro. Pienso que va a volver y nos molestará otra vez. Pero Mitías no lo permitiría. No vuelven, aunque escucho la risa de chancho de Tarah.
—Que alivio —dice Thaiss sonriendo.
—¿Por qué? —pregunta Mitías, dándose la vuelta y frunciendo el ceño. Vuelve a caminar, y doblamos a la izquierda.
—Esos chicos que pasaron nos hicieron vivir un mal momento el otro día —dice Avur, poniendo los ojos en blanco.
—¿Nando, Tarah y Donis? —pregunta Mitías sorprendido—. Son hijos de agentes importantes que están por ser ascendidos.
Estamos parados frente a una puerta. Mitías toca un timbre que hay al lado. De repente se escucha un ruido metálico y la puerta es abierta por el Agente Nitteme, que ahora lleva puesta una chaqueta formal gris y un pantalón del mismo color.
—Hasta aquí llegué yo —dice Mitías, apartándose de la puerta—. ¡Nos vemos en la noche!
El agente nos mira con una sonrisa y dice:
—Hola chicos, pasen, por favor.
Una vez que todos lo saludamos, presto atención a la sala. No es muy grande. A la derecha hay una pantalla apagada con un enorme sillón negro en frente. A la izquierda una mesa de madera tallada con un pentágono regular en el medio y sillas cómodas alrededor, todas mirando hacia un gigantesco ventanal donde se puede ver el Arotágono.
—Tomen asiento —indica Nitteme llevándonos hacia la mesa. Él se sienta en la de la punta.
Cuando estamos todos mirándonos a la cara, se produce un silencio tan incómodo que tengo ganas de romperlo, pero no sé que decir. Así que paso la mano por el pentágono tallado en la madera de la mesa. Es liso y suave.
El Agente Nitteme cruza las manos arriba de la mesa, haciendo que me sobresalte y deje de tocar el pentágono.
—¿Te gusta? —me pregunta mirándome—. Mitías lo talló. Hace magia con la madera.
—Es hermoso —digo sonriendo—. De verdad es lindo.
Otra vez el ambiente se silencia. Sólo se escucha a Avur comiéndose las uñas. Gutten lo mira con los ojos entrecerrados.
—Bueno... —comienza a decir Thaiss, mirando el suelo. Sin embargo, creo que sólo lo dice para tratar de incentivar a Nitteme a que hable. Cierra la boca.
—¿Están nerviosos? —pregunta Nitteme tomándose su tiempo para mirarnos uno a uno.
—No, para nada —dice Gutten irónicamente, en tono brusco.
El Agente Nitteme no parece notar el sentido del comentario de Gutten, y mira a Ahmad.
—Demasiado —habla éste.
—¡Nos haces sufrir! —dice Avur, dejando sus uñas y mirando al agente con los ojos bien abiertos. —¡No le pongas tanto misterio!
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El Pentágono
Fiksi IlmiahUn pentágono tiene 5 vértices. Supongamos que cada vértice es una persona, y que esas cinco personas, juntas, forman un grupo irresistible. Esa asociación secreta deberá realizar misiones en conjunto para mantener viva la energía del Pentágono y, po...