Stalkeando en La Sexta

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 Albert no sentía nada.
Desde que tenía memoria nunca había sentido nada, ¡y mira que lo había intentado veces! Había probado a votar al PSOE, había probado a votar al PP e incluso... Dios nos salve... a comer pan sin tumaca. Cuando estaba rodeado de gente intentaba ser normal, comiendo fuet y hablando catalán, pero en su interior no sentía nada.
Albert sabía que estaba muy jodido de la cabeza, pero no le importaba, al fin y al cabo la SS le pagaba las medicaciones.

Pero todo cambió cuando le conoció a él... cuando conoció a su senpai.

Por primera vez sentía algo. Las ganas de acariciar su coleta sedosa, de plancharle sus camisas de cuadros del Alcampo, de escuchar una y mil veces su forma tan sexy de pronunciar la palabra casta...

Pablo-senpai.

No le importaba nada más, ni siquiera el precio del gramo de pica-pica, senpai era su todo. Y ahora... después de ese estúpido debate pre-electoral, alguien estaba intentando quitárselo... Él le quería, pero no de la misma forma que Albert. Le quería por sucios motivos electorales. Pedro Sánchez no se merecía a su senpai.

Albert estaba observando a su senpai, escondido en un armario ropero de la Sexta, cuando oyó sonar su iPhone. Era un número oculto, pero lo cogió rápidamente porque Pablo estaba empezando a mirar sospechosamente al armario.

-¿Eso es el sonido de un móvil? -preguntó el líder de Podemos a su pequeño hijo Errejón, que se retiró el chupete de la boca para responderle.

-¿El qué?

Pablo se encogió de hombros y le devolvió el tete a Errejón. Albert suspiró de alivio, mientras susurraba al móvil.

-Al habla Albert, catalán y español.

-Hola Albertito -respondió una voz distorsionada al otro lado del auricular.

-¿Te conozco? -preguntó Albert, pegándole un mordisco al fuet de emergencia que siempre llevaba en el bolsillo.

-Te he visto espiando a un político de Podemos después del Debate.

-¿Tienes algún problema con eso? -respondió a la defensiva el líder de Ciudadanos, atragantándose con el fuet.

-No, al contrario, quería darte información sobre el hombre que estaba con él.

-¿Errejoncito?

-¡No! -la persona al otro lado del auricular suspiró-. Me refiero a Pedro Sánchez. Está encaprichado de él y de su coleta, y mira con lujuria su bolígrafo bic cada vez que Pablo lo manosea. Pedro le va a confesar su amor a finales de esta semana, en el plató de Al Rojo Vivo, en directo.

Albert aguantó una exclamación y se movió un poco para evitar que una percha se le clavara en el ojo. Ese bastardo... No estaba contento con lanzarle propuestas de convergencia a su senpai, sino que ahora pretendía llevarlo al siguiente extremo. No obstante, no se fiaba de la persona que tenía al teléfono. Ni siquiera sabía de quién se trataba.

-¿Quién eres? -preguntó el elegante político, rascándose la nariz e intentando controlar el pulso para que no se le cayera el móvil.

La voz tardó unos instantes en contestarle.

-Puedes llamarme Inda-chan.


CONTINUARÁ...  




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