Gatetes en la lluvia

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Semana de las elecciones del 20 D, en una calle aleatoria de Madrid

Alberto Garzón sólo sabía una cosa: a los que llevaban la cuenta de twitter de Izquierda Unida se les había ido eso de la propaganda internetística de las manos. Primero había sido #GatetesConGarzón, hasta ahí no había problema. "Posa con tus gatetes" dijeron, "será divertido" dijeron. Y lo fue. Pero es que ahora estaban empeñados en hacerle trending topic con lo que fuese. A #GatetesConGarzón le había seguido, #CactusConGarzón, #PiedrasMascotaConGarzón e incluso #ImputadosDelPPConGarzón. La última había sido intentar juntarle con abuelitas. A señora despistada que pasaba, ahí estaban ellos cuan paparazzis de Sálvame en busca de la primicia, y antes de que la viejecita quisiera darse cuenta un flash la dejaba ciega. Con la tontería llevaban ya acumuladas cincuenta denuncias por lesiones de retina. Así que Garzón, a aquellas alturas, estaba totalmente acostumbrado a las cámaras ocultas.

Pero aquel día presentía algo diferente. Alguien le estaba grabando, pero no eran sus coleguis de Izquierda Unida, lo cual era fácil de deducir, porque no le estaban lloviendo cactus ni piedras con ojitos pintados. No, aquello era diferente. Era lúgubre, ominoso incluso, como si una espesa niebla naranja lo estuviese envolviendo lentamente...

En una esquina, nuestro amado héroe y protagonista Albert Rivera maquinaba como librarse de su siguiente rival antes del día de las elecciones. Mandarino estaba convencido de que el resultado electoral de Garzón iba a ser tan penoso que Pablo terminaría liándose con él por pena. Así que con Pedro fuera de combate a causa de un chichón muy bochornoso, el BAE de internet era su objetivo. Había lanzado una de sus mandarinas de humo para despejar la calle, pero se le había atascado la anilla y había tenido que conformarse con esparcir un poco de tang naranja con un abanico. La calle no se había vaciado, pero al menos Garzón parecía haberse confundido lo suficiente como para que a Albert le diese tiempo a escanearle de arriba a abajo, buscando debilidades con su sexto sentido de yandere.

-Albert, ¿qué estás haciendo?

Villegas apareció detrás suyo, mirándole raro, aunque quizá solo era que estaba bizco. Albert le miró, sin saber muy bien en qué ojo concentrar su atención, y sin responder, volvió a fijarse en Garzonete.

Pero Garzonete se había esfumado como un gatete en la lluvia.

-¡Rejurjas! -exclamó Albert, clamando al cielo con el puño derecho-. Has hecho que se me escape.

Villegas miró a la calle semidesierta.

-¿Que se te escape quién exactamente? ¿Le estás volviendo a dar a los polvos pica-pica?

-Da igual -dijo mandarino kawai, intentando controlar su ira-. ¿Qué es lo que quieres?

Villegas dudó un segundo, pero finalmente sacó valor para hablar.

-He recibido una llamada para ti... Una llamada de... Mariano.

CONTINUARÁ...

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