IV - Elefantes contra Hombres

181 4 0
                                    

*Narra Poros*

-¡Señor, venga rápido, viene hacía acá!

-¡Preparen al Ejercito, Ya!

Corrí donde estaban los elefantes, y me monte al primero que encontré. Y me fui enseguida al bosque, lugar donde sería la batalla.

El bosque era inmenso pero era mi amigo, solo yo lo conocía. Así mismo mi ejercito.

Coloque a mis elefantes como una gran muralla a lo largo de mi ejercito, a lo lejos veía la estampida de Macedonia.

Espere serenamente con los demás.

*Narra Alejandro Magno*

Llegamos como hormigas encendidas. Nos encontramos contra una gran muralla india de color gris. Mis arqueros disparaban contra las bestias. Los elefantes se levantaban uno a uno, y caían uno a uno.

-¡Ataquen!

Cuando la muralla impenetrable se descompuso, mi ejercito y yo corrimos contra los indios como gacelas enfurecidas.

Mientras galopeábamos con destreza, nuestras afiladas espadas asesinaban a indios que luchaban por su honor. Uno por uno, sus cabezas caían como rodajas de uvas en plena cosecha.

Mientras mi gente atacaba, logré observar al Rey Poros en su gran elefante. Sin pensarlo dos veces, Bucefalo y yo, corrimos hacía él como el relámpago envenenado.

Él me observó, y sacó una lanza... yo con Bucefalo, nos levantamos para estar a la altura del gran elefante. Astutamente, el elefante se levantó mas alto que nosotros. "Que animal" pensé yo; mientras yo trataba de perfilar mi espada; una flecha de origen desconocido, se incrustó en mi caballo y seguidamente en mi pecho; y Poros para sumar, le lanzó a flecha a Bucefalo.

-¡Bucefalo!¡No!

Caí de mi caballo, sin fuerzas en mi cuerpo para levantarme, lograba observar como mi hermoso caballo, mi mejor amigo, quien siempre me acompaño en las batallas... caía.

Todo se puso de color rojo, la sangre corría por mis venas como lava ardiente. Sentía que mi corazón palpitaba desesperadamente. Mi pecho se calentaba con más rapidez, todo era calor.

-¡El Rey ha muerto!- gritaban 

Mis soldados corrieron hacia mi para resguardarme de cualquier otro ataque.

No sentía mi cuerpo al levantarme, miré al horizonte y lograba ver el rostro de mi padre en el cielo, recordando sus magnificas palabras: "Búscate otro reino, hijo, pues Macedonia no es lo suficientemente grande para ti" 

*Narra Poros*

Al ver que Alejandro caía, lograba observar como su ejercito retrocedía. Empece a carcajear de la satisfacción de haber vencido al "magnifico".

Nuestros elefantes , retrocedían de regreso, habíamos perdido muchas vidas en la batalla, era el momento de descansar. Pero la batalla seguía.

-Hijo, ¡regresa!- grité

-¡Padre no! Estos macedonios deben pagar por meterse con nosotros

Después de expresar esas palabras, mi hijo volteó la cara para seguir la batalla; y un jinete de Alejandro, corrió con la espada cortando su cabeza, decapitandolo.

-¡Hijo!¡No!¡Hijo!

Traté de bajar de mi elefante pero los demás no me dejaron, sentía una tristeza en mi alma, mi único hijo, el heredero de Paura... caía.

La cabeza de mi hijo rodaba como una piedra, pero con mi sangre; mis ojos se fijaron en el jinete macedonio y agarre una lanza con ira y se la arroje con toda mi fuerza, penetrandole en el vientre de metal.

El jinete macedonio caía de su caballo, como cayo Alejandro.

Sin nada más que ver y hacer, me retire con mis elefantes; no aguantaba más.

*Narra Alejandro*

Mis soldados me levantaban, lograba ver al sol. Recuerdo el día que domé a Bucefalo; mi mejor amigo le tenía temor a su propia sombra, y la única manera de darle confianza de si mismo era haciéndolo ver al sol. El mismo sol que me estaba viendo a mí, el mismo sol de mi padre, el mismo de todas las batallas.

Ya era suficiente, estaba claro que era hasta aquí. Todo llegaba hasta aquí.





La Ultima EspadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora