II - Poros

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*Narra el Rey de Paura: Poros*

Hijos míos, la guerra se aproxima, debemos darle su merecido a Alejandro y sus esclavos. Son nuestros enemigos, si no los atacamos ahora, ¡perderemos todo!

-Mi rey, ya nos avisaron que llegaron los macedonios- dijo el consejero.

-No puede ser, dejame ver

Me levante de mi trono y salí a las afueras de mi castillo con mi hermoso caballo de color negro: "Asturio" para ver que veían mis hombres. Para el asombro de mis ojos, allí estaba... Alejandro Magno, próximo rey que mataría si seguía avanzando con su patetico ejército.

Me regresé a mi castillo y ordene que llamaran a todo el ejército que llevabamos entrenando. Llegue al cuartel de guerra.

-Sikha, ¡¿Donde estas?!

-Disculpe Majestad. Estaba viendo el número de guerreros

- Habla, ¿cuantos hay?

- Tenemos 20 000 de infantería, 200 elefantes, 400 carros y 5 000 jinetes, mi señor

- Traelos a afuera del castillo, ¡Ya!

Mientras Sikha traía al ejército, me dirigí a donde el general Hipsos para que diera orden de hacer un campamento a las afueras del castillo para tener todo listo.

Llegue al segundo cuartel, sin encontrarlo, empecé a gritar

-¡Hipsos! ¡Hipsos!

De repente, escuché un grito

- ¡Ah! ¡Auxilio!

Me acerqué y era Hipsos, tenía una daga clavada en el pecho.

- ¡¿Hipsos que ha pasado?! ¡Llamen a un doctor!

- Mi rey, el espía... el espía...

- Hipsos, ¡Responde! ¡Responde!

Empecé a notar que su mirada estaba perdida, y su respiración de detenía. Me di cuenta, que tal vez, los dioses se lo habían llevado.

En ese momento llegó el doctor

-Doctor, ¿Esta vivo?

El doctor empezó a revisar detenidamente.

-Lo siento mi rey, pero no

Me llegaron sentimientos de odio y rencor contra los macedonios. Era momento de hacer pagar a Alejandro, todas sus atrocidadades que había hecho. Con sólo matar a mi primo Hipsos, ya era suficiente para que el reino de Paura lo hiciera pagar.

- Den indicaciones al subgeneral que haga un campamento a las afueras del castillo- le dije a uno de mis hombres

Pasaron nueve horas y ya estábamos listo con el ejercito en el campamento. La luna nos estaba sonriendo y las estrellas nos estaban alumbrando. Era una buena señal para saber desde ese momento, que la victoria era nuestra.

En el campamento, llamé a todos, y empecé a dar un discurso para motivarlos.

-¡Fuera lo que fuera, vamos a luchar por Paura, por nuestra madre! Si llegamos a ganar esta guerra, les prometo, ¡que les triplicó el salario hasta con bonos!

-¡Larga vida al rey! ¡Larga vida al rey! ¡Larga vida al rey!- gritaban

La guerra es la mejor manera de demostrar el amor a nuestra amada tierra, por ella nacimos y por ella morimos.

Esperamos sentados, mirando atentamente al horizonte, vigilando a los macedonios.

La Ultima EspadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora