❝Adeleine, vuelve❞

868 11 13
                                    

«Eres mi más bonita constelación, Adrien Collins»

Así acababa la última carta que Adeleine Josher le entregó al que fuera su mejor amigo y confidente de sueños y pesadillas: Adrien Collins, al que apodaba cariñosamente 'Perseus'.

          [18 de diciembre]

          Los ágiles dedos de Adrien bailaban sobre las teclas del viejo piano de cola que su abuela tenía en su casa de la montaña

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

          Los ágiles dedos de Adrien bailaban sobre las teclas del viejo piano de cola que su abuela tenía en su casa de la montaña. Aunque estaba un poco desafinado por el desuso y por el paso del tiempo, seguía disfrutando de él cada vez que pasaba las temporadas de invierno en el enorme salón de la vivienda. Desde aquel privilegiado lugar situado en la ladera de la montaña, se podía contemplar el bosque y a la vez la bahía de Eistark Large extendiéndose hasta límites infinitos. Mientras las horas pasaban, llegó la noche y con ella, la persona que más fuerte le hacía sentir: su abuela Rose. Arrastrando un par de bolsas llenas de comida, trató de llamar la atención de su nieto, concentrado en aquella melodía que la dulce Adeleine le enseñó y que no paraba de tocar cuando deseaba recordarla. «Ojalá la niña vuelva, y con ella, el corazón y los pensamientos de mi tan estimado nieto». Sonrió para sí misma y, oyendo el maullido de su preciado gato Dorian a través de la puerta de la cocina, quiso deleitarse con la música tranquila que emitía el piano. Él seguía en su mundo e instintivamente, al recordar las tardes que pasaba con Adeleine junto a él, ambos, tocando la canción que nunca en su vida podría olvidar ni aunque quisiese, la imaginaba a su lado, acariciando las teclas como si fueran de porcelana y doblando la que era su voz. Pero después volvía al mundo real. Ya no estaba junto a él, ya no acariciaba las teclas y no escuchaba ni la que era su propia voz, únicamente la suya interior que le recordaba tiempos y recuerdos pasados. El pequeño Dorian, curioso, saltó sobre su regazo y se quedó mirándole. Él, un poco desanimado, le acarició la barbilla para ofrecerle unos cuantos mimos y el gato ronroneó hasta hacerse una bola y quedarse dormido.

      —Adrien, ¿Te prepara algo de cenar la abuela? —cuando quiso darse cuenta, la tenía justo al lado, acariciándole los hombros con una mano y acariciándole la cabeza con la otra. Ésta le dedicó una sonrisa maternal y se fue de nuevo a la cocina donde se puso a guardar la compra de la tarde, la que incluía frutas, verduras y algo de carne, y se dispuso a repartirlos en la nevera y en los armarios que había a su alrededor. Entretanto, ella cantaba una canción animada a la vez que iba de aquí para allá por la cocina almacenándolo todo con un orden impecable—. Si quieres, mientras preparo la cena, date una ducha para despejarte, que estos días estás muy ausente y casi ni le dedicas más de dos palabras a este vejestorio que tienes por abuela.

      —Lo siento, Rose —alcanzó a murmurar, arrepentido—. pero estos días no he parado de pensar en... ya sabes quién. A este paso creo que me volveré loco.

      —Ay, mi niño. No debes preocuparte por nada. Ella está bien —cogió su rostro entre sus manos, con cariño—. Además —cambió del tema repentinamente—. Sabes que te regaño mucho por llamarme por mi nombre y no por el título que tengo respecto a ti, pero hoy te lo perdono. Anda, ve y date ese baño, que te despejará bastante —le dio un leve beso en la nariz y fue hasta la habitación de su nieto para prepararle una muda limpia para cuando saliese.

[PERSEUS] - #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora