Capítulo VIII - ❝Bibliophile❞

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      —No, este no es... este tampoco... —Adrien ya daba por perdida la búsqueda de uno de los libros del gran escritor francés Víctor Hugo hasta que, entre dos ejemplares de considerable tamaño, lo vio. Automáticamente, se le formaron unos irresistibles hoyuelos, aquellos que dejaban embelesadas a las chicas, y a algún que otro chico; los ojos también le brillaban como si hubiera visto la cosa más bella y única del mundo. Para él, el libro lo era.

          Animado por haberlo encontrado, se dedicó a oler la fragancia que aquellas hojas habían guardado con el paso del tiempo y de las personas que dedicaban un instante de su vida a leer las páginas de tal obra de arte. Cuando ya estaba a punto de llegar a su sitio, pasó las páginas a tal velocidad que una pequeña nota salió volando hasta caer a sus pies. Palideció al pensar que había desgarrado alguna de las hojas. Pero, al agacharse para recogerla, se fijó en que era un post-it amarillo bien doblado, con al parecer algo escrito en su interior.

❝Es en las noches de diciembre, cuando el termómetro está a cero, cuando más pensamos en el Sol❞
Los Miserables, Víctor Hugo.
(1802 — 1885)

          No sabía por qué, pero esa frase hizo que su sonrisa se ensanchase aún más. Eran de aquellos gestos, detalles, meras palabras que lograban alegrarte la mañana y, a la larga, el día. Irguiéndose de nuevo, guardó la nota donde había estado anteriormente, porque él decidió que, cuando acabase de leérselo, añadiría otra frase que le hubiese marcado, para que así también otro lector o lectora lo disfrutase tanto como él. La silla crujió un poco bajo su peso cuando fue a sentarse. Desde su sitio, podía ver a través de los grandes ventanales de la biblioteca la nevada precipitándose hacia el suelo, donde acabaría acumulándose en aceras, coches, lugares públicos, etc.; dentro del edificio, en la planta en la cual él estaba, solo había ocho personas, entre los cuales estaban el hermano y la hermana de Erick, Jason y Katrina, y la señora Forester que, además de ser la bibliotecaria, era la abuela de los tres.

          Dicha mujer, cada vez que lo veía entrar, le asaltaba con besos y halagos cariñosos a montones que le hacían sonrojarse igual que si sus mejillas se hubiesen cambiado por dos relucientes tomates. Sus nietos no eran tan afectivos como la nieta, Kat, que era la niña de sus ojos. Ese pensamiento le hizo recordar la conversación que tuvo hacía ya tiempo con Noah, el padre de Adeleine. Ella también era la niña de sus ojos. Bueno, lo era y lo seguiría siendo siempre, aunque no estuviese con ellos.

          Tan centrado que estaba en la pantalla del ordenador, seleccionando fotografías para hacerle un regalo de cumpleaños especial a su abuela, no se dio cuenta de que había alguien tras él. La señora Forester y su nieta miraban curiosas las preciosas imágenes que Adrien había hecho de sus familiares y amigos más cercanos, entre los que se encontraban ambas.

          —Podrías quitarme dos o tres arruguitas, cariño. Así me vería un poco más rejuvenecida —intervino Agnes en voz baja, señalando las imperfecciones de su rostro una a una. Katrina, a su lado, se reía, mientras recibía miradas molestas por parte de los jóvenes y adultos que leían en silencio. El muchacho, sorprendido, volteó la cara—. Tus padres en esa salen encantadores. Como se nota que tienes un don para la fotografía.

 Como se nota que tienes un don para la fotografía

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[PERSEUS] - #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora