[4 de Enero]
Después de varios meses apartado de las competiciones regionales de natación, Adrien volvió al Barnale Arena, donde se celebraban los campeonatos del instituto y de la universidad de Eistark Large. El lugar donde Christopher, James, Daniel y él fueron declarados campeones durante tres largos años, imbatibles, hasta que Collins lo tuvo que dejar, afectado por la marcha de Adeleine. Aquel día su mundo se convirtió en un túnel oscuro y sin final, donde la salida quedaba muy, muy lejos del alcance de sus dedos.
Eran aproximadamente las diez y veinticinco de la mañana, lo que significaba que sus tres amigos estarían entrenando para el torneo de primavera, que se disputaría la última semana de abril. Mientras aparcaba el coche, se dedicó a contemplar la inmensidad del estadio y, ante sus ojos, fueron sucediéndose diversas imágenes, llenas de recuerdos inolvidables. Uno de los más felices de su vida. «Ya es hora de volver», se dijo para sí mismo a la vez que, del maletero, sacó una mochila de deporte negra, donde llevaba dos botellas de agua, una muda seca para cambiarse, el bañador, dos pares de gafas por si acaso una de ellas se rompía durante los entrenamientos y un gorro de neopreno, con el dibujo impreso de su apellido en los dos lados. La puerta de entrada principal del pabellón se mantenía abierta al público desde las nueve de la mañana hasta que la cerraban aproximadamente a las diez de la noche. Detrás de la mesa de la recepción, con las gafas puestas sobre el puente de la nariz, Helen escribía en el ordenador, la recepcionista más marchosa simpática y cariñosa del mundo, pese a la edad que tenía. Además, por casualidades de la vida, aquella mujer resultó ser una de las hermanas de su madre. Era tan parecida a ella que, si las ponías una al lado de la otra, no las diferenciabas. Cuando la mujer le vio de pie en la entrada, se sorprendió mucho y corrió a abrazarle.
—¡Adrien, cariño! —estrechándole entre sus brazos, le dio dos besos en cada mejilla—. Que alegría verte de nuevo por aquí.
—Es un placer también volver a verte, tía. ¿Sabes si el entrenador Curtis está en la piscina? Necesito... hablar con él, si es posible —se rascó la nuca, nervioso por la situación.
—Creo que sí, espérame un minuto aquí, ¿De acuerdo? —el silencio fue su respuesta. Mientras les esperaba paciente, pudo observar las fotos que habían colgadas en la pared. En ellas salía todo el equipo al completo. Empezando por la izquierda, estaba Arthur Curtis —su entrenador—, Charlie Ferguson, Christopher, James, Adeleine, él y Daniel. Todos sonreían, felices por la reciente y tan ansiada victoria.
Siete minutos más tarde.
Adrien, sentado en uno de los bancos azules, leía una revista para matar el tiempo hasta que, por entre las puertas de cristal, vio salir a Helen con un hombre de tez oscura tras ella. Su cabeza sin pelo alguno, su barba negruzca bien recortada y su notable musculatura te permitía identificarle a larga distancia. Pero lo que lo diferenciaba de los demás, era su paciencia e increíble entrega hacia los muchachos que entrenaba para llegar a ser campeones en las competiciones de natación. Todos los hombres aspiraban a ser como él, pero nadie en el mundo podía conseguirlo. Su vestimenta consistía en una camiseta azul marino ajustada al pecho, unos pantalones deportivos negros y unas zapatillas negras con bandas blancas.
Os dejo solos, susurró la mujer, recogiendo su taza de café para ir a rellenarla a la máquina que había en una sala contigua.
—Vaya, vaya, Collins, si eres tú. ¿Qué te trae por aquí? —su voz profunda resonó por la sala, creando un ambiente un poco tenso. Se dieron las manos como forma de saludo.
—Yo... quería volver al equipo, Arthur. Ya me he hartado de no haber hecho nada durante tres años y necesito distraerme de mis problemas de alguna manera. Si dices que no, lo entenderé, ya que llevo un buen tiempo sin venir y..
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[PERSEUS] - #Wattys2017
Teen Fiction«Eres mi más bonita constelación, Adrien Collins». Así acababa la última carta que Adeleine Josher le entregó al que fuera su mejor amigo y confidente de pesadillas, apodado cariñosamente como 'Perseus'.