Capítulo I: "El inicio de la historia"

339 11 0
                                    

*New York*

*Camino a la mansión Van Den Veer-O'Farrel*

La noche era iluminada por el resplandor de la luna, la lluvia marcaba los cristales del automóvil, Verónica y Aarón viajaban en completo silencio, se dirigían hacia la mansión después de un largo y pesado día de trabajo.

Verónica iba metida en sus pensamientos, últimamente su vida matrimonial estaba en el peor de los momentos, a ser sinceros, nunca había estado estable pero los últimos tres meses se convirtieron en un infierno.

Aarón era un hombre frívolo, superficial y ambicioso, llevaban 4 años de casados y nunca la había mirado como mujer, sólo como objeto de riqueza, posición y renombre; situación que, a decir verdad, la estaba cansando. Deseaba ser más que sólo su esposa pero nunca llegaría ese día...

A: Verónica, mañana tenemos una reunión en casa de mi padre, así que debes salir temprano del trabajo ¿quedó claro? (En tono duro)

V: claro, como siempre (irónica)

Él sólo la miró de reojo, con ella era imposible entablar una charla sin que lo hiciera enojar o terminaran discutiendo, a fin de cuentas no le interesaba otra cosa de Verónica que no fuese su dinero o renombre.

Llegaron a la lujosa mansión, la construcción era fina y elegante, el diseño era a base de mármol y detalles en oro puro, una completa majestuosidad tanto en imagen como en valor monetario. Ingresaron al garaje de la mansión y después entraron a la casa.

A: (arrogante) no quise decirte nada más en el carro pero que te entre muy bien Verónica (la sujetó del brazo) no me gusta ni pienso tolerarte esas actitudes, ¿quedó claro?

V: (intentó zafar su brazo) sí Aarón, perdóname, no sé qué me pasó, por favor suéltame, me lastimas (suplicante)

A: espero que lo entiendas muy bien, así nos evitaremos problemas (serio)

V: te juro que me quedó completamente claro, no lo volveré a hacer (temerosa)

Aarón la soltó bruscamente y le clavó una mirada heladora, ella sólo agachó la cabeza pues su madre siempre le había dicho que era su marido y le debía obediencia, así la habían criado en su familia...

A: ¡lárgate a tu habitación, no quiero verte en la cena conmigo, si quieres algo dile a Lisa que te lo suba a tu habitación pero no se te ocurra bajar! (Gritándole) ¿quedó claro? (Ella sólo asintió)

Él le dirigió una mirada fulminante y dio media vuelta para dirigirse a su despacho pero el timbre de la puerta le cambió los planes.

A: (duro) ¿qué esperas para abrir Verónica, o es acaso que debo indicarte todo?

Ella no lo miró, se encaminó a abrir la puerta y se llevó una grata sorpresa...

V: (feliz) ¡Olga! (la abrazó) ¡qué gusto me da verte!

O: lo mismo digo Vero, ¡no sabes cuánto te he extrañado!, ¿puedo pasar?

V: (miró a Aarón quien asintió) sí, pasa

A: (hipócrita) ¡cuñadita, que alegría me da verte aquí!

O: (aparentando gusto) ¡qué cambiado estás Aarón, te ves como más acabado!, ¿será tanto estrés?

A: (evidentemente molesto miró furioso a Verónica y redirigió su mirada a Olga) muy graciosa cuñadita, bueno, mejor dime, ¿qué haces aquí? Y más a estas horas.

El Perfume del AdulterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora