Capitulo 7

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"Para Elisa" comenzó a sonar de un modo que hasta al propio Beethoven hubiera enloquecido, aunque fuera sordo. El teléfono celular reproducía el sonidito una y otra vez hasta que calló producto de un manotazo que lo arrojó al suelo. Midori suspiró aliviada, quizás acababa de romper su teléfono, pero se había callado. Ni bien pensó eso, el sonido volvió, histérico, y arrastrándose cama abajo hasta tocar el suelo, Midori lo agarró, dispuesta a tirarlo por la ventana si era necesario. Vio que en la pantallita resplandecía un "Mamá" junto con el número de llamadas perdidas. Suspiró otra vez, y atendió.

-¡Midori! ¡Al fin!

-Hola mamá...Son las ocho de la mañana.

-¡Ya lo sé!

-¿Es necesario gritar? –alejó el aparato de su oído.

-Es que con estas porquerías de teléfonos no sé si me escuchas o no, ¡y además estás dormida!

Midori negó con la cabeza. Aquel, seguramente, sería el comienzo de un mal día.

-¿Pasó algo, Caster?

-¡No me llames por mi nombre! ¡No soy una extraña, soy tu madre!

-Bueno mamá...-bostezó, harta ya de la conversación -¿Pasó algo?

-No.

-¿Y entonces para qué me llamas?

-Quería saber cómo estabas.

-¿Y porqué no llamaste mas tarde?

-Una madre tiene derecho a saber qué hace su hijo a cualquier hora.

-Bueno, estaba durmiendo. ¿Conforme?

-¿Dónde está Jeremy?

-Y yo qué sé, desde ayer por la tarde que no lo veo.

-¡Lo mandé a cuidarte! ¡Qué inútil!

-Mamá, para de gritar...

-Ay, está bien. ¿Y? ¿Has logrado algo?

-Lo has dicho tú: algo.

-¿Qué cosa?

-Paul ha aceptado hacerse el ADN.

-¿Y tú le creíste? Eres ingenua, Midori Watts. Ay...¿cómo he podido criarte así? Si yo....

Dejó el teléfono en el piso y se recostó en la cama, dejando que su madre hablara y hablara hasta que se diera cuenta de que ella no la estaba escuchando.

Se tapó hasta la cabeza. Tenía ganas de volver, extrañaba su casa, su cama, su pato, sus cosas, pero cuando hablaba con Caster prefería quedarse a vivir eternamente en esa pocilga antes que volver.

*************

El día pasó tranquilo. Se preparaba para ir esa misma tarde a ver a Ringo, tenía la extraña seguridad de que lograría convencerlo.

De cuando en cuando, releía el diario de su abuela. A veces, eso la hacía sentir una tonta, Doris había vivido como quería, y ella estaba ahí, esperando que dos tipos se dignaran a hacerse un ADN, aguantando a su madre y a un novio loco.

Hablando de novio, Jeremy golpeó la puerta y entró sin siquiera esperar repuesta.

-Hoy podríamos ir a Hyde Park, ¿qué dices?

-Hola, ¿no? ¿Dónde estabas?

-Por ahí. ¿Vienes o no?

-No puedo, iré a ver a Ringo.

Mi abuelo es un beatleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora