Seis.

246 27 3
                                    

Lilianne,

               en estas líneas estoy a punto de revelar los días más felices que he tenido en mi vida. Los días más hermosos que he tenido la oportunidad de poseer fueron junto a Ben. Creo imposible que exista la palabra indicada para expresar la manera que me sentí a su lado.

Al principio sentíamos un miedo terrible por lo que estábamos haciendo. ¡Nos fugábamos todos los días! Para no levantar sospechas aproveché de decirle a mis padres que iría hasta la sastrería en el coche o de compras a alguna librería, pero ambos tuvimos un cómplice en nuestra aventura. Fue Albert, el cochero, que siempre nos cubría. Luego de realizar los trámites de mi vestido, íbamos a pasear y luego volvíamos como si nada hubiera ocurrido.

Varías veces nos quedábamos en silencio. Yo le compraba algún dulce para poder cubrir el mutis que a veces aparecía caminando entre nosotros. Pero yo sabía que era él, que era el de las lindas palabras y quería preguntarle... pero no me atrevía. Hasta que de la nada las palabras se me escaparon de los labios. Estábamos en el Puente de los ángeles. Nos encontrábamos mirando las aguas del río cuando sin despegar la mirada de este le pregunté si le gustaba la poesía. No me mintió, me dijo que sí, pero que ese gusto se lo reservaba, al igual que su gusto por escribirlo. Ahí fue cuando lo vi sonrojarse por primera vez. ¡Lo hubieras visto, mi querida Lilianne! Su rostro se transformó en un sol ardiente, estaba rojo y tiritaba de lo avergonzado que estaba cuando le mostré el par de mensajes que había encontrado. Tengo que reconocer que fui una total entrometida e irritable al interrogar de manera tan insistente a ese joven adorable. ¡Es que quería conocerlo! Yo no era así, cambié con y por Ben. Cambié por tantas cosas...

Le pregunté si esas palabras eran porque estaba enamorado y como no lo negó, seguí preguntando. Debió sentirse tan incómodo. Le pregunté si era alguien que trabajara para mi familia, habían varias jovencitas lindas, sin embargo no obtuve ninguna respuesta, sino que me preguntó cuál era mi libro favorito. Me sorprendió su pregunta, primero porque nunca me había hablado realmente y segundo por la pregunta en sí. Nadie había querido saber de mí. Ben Dunne fue el primero. Cuando quiso conocerme, sentí que me había enamorado de él. Quizás fue una tontería, pero lo sentía y hasta el día de hoy no me arrepiento.

Esos días previos a la fiesta de aniversario fueron felicidad, luz, el renacer de un ave fenix... Ben Dunne me hizo sentir esas cosas.

Siempre me digo que la vida quiso que nos conociéramos y que me enamorara de él, que él fuera mi primer amor, porque nunca nadie nos descubrió. Siempre existía el momento perfecto para salir, Charlie salía con mi padre o iba a otro lugar, mi madre estaba tan distraída como siempre y no me tomaba en cuenta y mi padre estaba pendiente de los temas de la fábrica. La vida decía que teníamos que querernos.

Cada día que lo veía sentí que mi camino se volvía a iluminar, volvía a ser de día, la luna aparecía desde las oscuras nueves y un arcoíris tímidamente saludaba luego de una tormenta. Me sentía nerviosa, ansiosa, tímida, parlanchina, risueña, llena de esperanza, feliz y enamorada junto a él. Temía que él no sintiera lo mismo que yo. Muchas veces pensé si le fastidiaba, pero cuando lo veía reír por mis tonterías todo caía en el olvido.

Lily, ¿te sentiste así cuando conociste a Hector? Ben era mi par. Éramos iguales ante nuestras diferencias. ¿Es posible aquello?

Siento un poco de vergüenza al decirte esto. Pasó tanto en poco tiempo. Tantas cosas en mi interior. Todo el tiempo anterior a Ben fue como si yo fuera una máquina sin uso que fue reparada por él. Desperté. Desperté de verdad. Supe que habían otras cosas además de la ciudad, que tenía que conocerlas porque había conocido a Ben, un joven que había sufrido demasiadas dificultades y seguía en pie. Él me dijo una vez que los sueños seguirán en pie hasta que la persona suelte su último suspiro, que trabajando llegaría desde el mundo onírico hasta el mundo real.

Él poseía una sabiduría tremenda. Nadie que lo viera pensaría que él tenía tanto conocimiento y fuerza interior. Cada minuto que pasaba lo conocía mejor y lo admiraba aun más. En ese momento era mi todo. ¡Mi todo! Estaba loca.

Muchas veces he pensado que quizás era porque nunca había tenido contacto con personas del exterior, que estando encerrada en mi propio mundo tras las paredes, ventanas y puerta creía que la perfección podía estar en él. Y, sin embargo, todavía sigo creyendo que él es maravilloso.

Siempre lo pensaré.

Espero que hayas conocido mejor a mi querido Ben Dunne y aquellos sentimientos que florecieron aquellos días.

Me despido un poco más libre,

tuya siempre,

                                                                                                                                 Amalia. 

Lo admirable tras las perlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora