Queridísima Amalia,
amiga querida, cuando comencé a leer tus cartas sentí que el nudo que tenía sujetando mi corazón comenzaba a aflojar. Te confieso que desde ese día he sentido que ocultabas algo, te vi tan diferente y ausente. Tienes una personalidad tan extraña que cuando digo ausente, en verdad estabas ausente, cuando vivía en Londres te veía como poseída observando algún detalle que el resto como yo no podíamos apreciar, sin embargo, esa tarde tú cuerpo estaba de pie, pero tu alma se había ido a cualquier lugar.
Quise preguntar dónde estabas realmente, pero no me atreví, supuse que me odiabas. ¡Y cuánto me equivoqué! Pensé que te conocía, y en realidad lo hago, pero en ese momento no pensé que tú no eras de esas personas que odiaba. Podías evitar a alguien, pero nunca oscurecías tu corazón.
Y supiste la verdad ese día. La verdad que cuantas veces evité que saliera por ser una tonta. Tú eras la única persona que realmente me iba entender, y supongo que, sin ser egocéntrica, soy la indicada para escuchar... leerte y entender todo como tú lo hiciste al instante conmigo.
En fin, no puedo creer cuanto me perdí e ignoré ese tiempo. Me odio. Pero ahora prefiero el silencio y leer hasta el final.
Aquí estoy. Eternamente.
Siempre tuya,
tu confidente, Lilianne.
P.D. : Lucy pregunta cuándo vendrás. Quiere enseñarte su nueva habitación.
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Lo admirable tras las perlas
Fiction généraleAmalia Gainsbourg, perdida e ignorante, temía no florecer mientras día a día admiraba las incesantes almas tras su ventana. Tras su sombra unos ojos contemplaban lo imposible. Y bajo un mismo techo un corazón sangraba en dos. Cinco años después, s...