Siete.

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Lilianne,

                 hay muchas cosas que no hubiera querido que ocurrieran. Una de esas fue que Ben no hubiera podido asistir a la fiesta. Que yo no hubiera podido invitarlo. Estuve muy triste por eso porque dentro de los invitados ninguno era mi amigo y, a pesar que habían asistido personas que veía varias veces en el año, como unas tías de mi mamá y mi abuela, al verlas las sentía como verdaderas desconocidas. A ellas las conocía hace años, pero nunca se habían interesado en mí, aunque yo me hubiera acercado, sin embargo Ben sabía más de mí que yo misma en tan solo dos semanas.

Pero fue una hermosa fiesta a pesar de todo. Mi madre se esmeró mucho en que estuviera todo perfecto. Decoró con los colores que le había indicado. Habían hermosas flores puestas en los rincones y regalando un poco de vida en cada mesón que compartían con diferentes dulces, pastelillos y bebidas. ¡Todo estaba delicioso! La música nos daba un alegre y maravilloso ambiente para los bailes. Todos los invitados mostrando hermosos trajes, poéticos vestidos y gloriosos peinados.

Yo estaba usando ese vestido creado por sugerencia de Victoria. ¡Qué hermoso vestido! Sabes que yo no soy muy entusiasta por este tipo de cosas, pero ese es el único vestido que le tengo aprecio. Victoria tenía razón. Ese color marfil junto con el encaje sobre mi pecho formando su camino hasta mis pies lo hacía único entre los presentes en la fiesta y especial en mi corazón. Usé los pendientes que compré junto a Ben y mi cabello... pues sabes que siempre lo uso igual. Tampoco el largo permite que pueda hacer frondosos peinados como las demás jóvenes, así que mi madre ese día me regaló una diadema con unas pequeñas esmeraldas incrustadas.

¡Ay, Lily! ¡Cuánto quise que estuvieras ahí! Cuando veía a algunas jóvenes bailar te imaginé con un vestido verde, hermoso, que combinara perfecto con tu cabello rojo. Me visualizaba junto a ti en un rincón mientras contemplábamos el paisaje interno de mi hogar. Pensaba en que algún joven te invitaría a bailar atraído por tu ruidosa belleza y danzarían como si estuvieran sobre las olas del océano, cómodos y felices entre la multitud de bailarines.

Pero ese día estuve en un rincón sola, sin ti. Fue distinto. Extraño... Por un momento me sentí terriblemente sola y pensaba que me odiabas, que nunca volvería a verte y nunca volvería a escuchar tu voz.

Estuve sola hasta que mis padres, en la mitad de la celebración, quisieron decir unas palabras cubiertas de gratitud a los presentes. Tuve la obligación de estar junto a ellos, frente a todos. Mi padre se encargó de presentar formalmente a mi primo Charles a los que aun no lo habían visto, aunque para ese momento él ya conocía a más de la mitad de la jovencitas de nuestra edad. Lo presentó como un joven inteligente que estaba pasando sus días en nuestra casa como descanso luego de días de trabajo y estudio. Si hubiera sabido lo que realmente pasaba... Charlie y yo teníamos eso en común: la ignorancia que nos rodeaba.

Y fue junto a él que pasé el momento más vergonzoso de mi vida. Mi padre, con su voz tan potente y patriarcal, insinuó que ambos bailáramos. Yo me negué rotundamente, dije que él podía bailar con cualquiera que estuviera ahí, que iba a perder su tiempo conmigo. Sin embargo, pasó por el frente de mi padre y mi madre llegando hasta mi ubicación... extendió su mano y yo frente a las miradas expectantes de los invitados, ansiosa de mi madre e temeraria de mi padre tuve la presión sobre mí para aceptar y así poder continuar con la fiesta. Fueron los minutos más largos de mi vida hasta ese instante.

Tomé su mano diabólicamente suave y bien formada que esperaba la mía y comenzamos a bailar lentamente al ritmo de los violines, el cello... rápidamente otras parejas se nos unieron y comencé a sentirme un poco más aliviada. Desde ese baile que todo fue extraño para mí. Quizás en ese momento no lo percibí, pero ahí comenzó todo.

Charlie no ocupo esos minutos para burlarse de mí, sino que me hablaba de los otros invitados. Me contaba las locas historias que le decía la gente con las que había hablado anteriormente. En como la hermana de una amiga de mi madre le pisaba los pies al bailar una pieza. Ahí, en un susurro, me dijo que no creía que podía bailar bien, que bailaba de manera delicada... si te hubiera conocido, amiga mía. Lily, por primera vez, mi primo fue atento conmigo, me trato como una amiga, me sentí cómoda frente a él, siendo que desde pequeña trataba de estar lejos de él. Esa noche descubrí que él quería ser médico y que antes de venir a Londres había estado cuidando de una familia. En realidad, sí estaba estudiando como sus padres y yo tenía entendido, pero cuando tenía tiempo libre iba hacia aquella familia.

Fue una gran revelación. Cambió totalmente mi perspectiva hacia Charles Frank Gainsbourg. Yo creía que era egocéntrico e inhumano, pero resultó ser, quizás, mejor persona que yo misma. Al menos él había comenzado a crear su propio camino y yo solo tenía mis ideas atolondradas y sin control, pero no llegaba a los hechos.

Charlie tenía una gran personalidad y mucha actitud, y en ese momento me pregunté un montón de veces por qué antes no trató de formar una conversación amena como en ese momento , cuando me mandaba los mensajes con los sirvientes. Quise preguntarle eso, pero pensé que eso arruinaría nuestro momento y podría volver al Charles que creía tener delante.

¡Ay, Lily! ¡Me siento terrible! Cuando recuerdo esa fiesta, siento que un nudo en mi garganta comienza a obstruir el paso del aire. Mi vida hubiera sido completamente diferente si él no se hubiera comportado de esa manera, yo hubiera pensado lo mismo de siempre y nuestros destinos hubieran sido indiferentes.

Todo hubiera sido distinto si no hubiera visto a Ben ese día.

Todavía no terminaba la fiesta y Charlie había ido a hablar con los hermanos Dixon. Una de las sirvientes me entregó un mensaje. Ben. Esa letra brusca me gritó su nombre para invitarme hacia el jardín trasero. Me sorprendí mucho por eso. Lo extrañaba y ese mensaje fue como el Sol que aparecía en la noche. Lo vi ahí esperándome. Ocupaba su intocable traje sucio y desteñido. Pero para mí fue perfecto.

Lily, fue en ese momento cuando supe que me gustaba, que lo quería. Y supe que el ángel que describía en sus poemas era yo. Siempre había sido yo. Me sentí feliz. Fue uno de los momentos más felices de mi vida. Ojalá hubiera durado más. Pero solo pudimos estar unos minutos juntos porque mi madre gritaba y gritaba buscándome. Antes de separarnos recibí una rosa blanca. Suave, frágil y altanera que brillaba ante la Luna. Luego de eso, sabía que se pondría nervioso y salió corriendo. Odié a mi madre ese instante.

Quisiera relatarte el resto de la fiesta, pero había caído en una profunda hipnosis por el joven Dunne. Solo puedo decirte que ojalá no hubieran ocurrido así las cosas ese día. Ojalá que todo siguiera como era antes.

Esa fiesta fue el inicio de un huracán que estaba a punto de llegar. Y precisamente ese fenómeno fue parte importante de mi cambio. 

Todo tiene un inicio y merece ser relatado. Pero en otro momento.

Te quiere desde siempre,

                                                                                                                                tu amiga

                                                                                                                                  Amalia.


Lo admirable tras las perlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora