Parte uno.

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Sobre la ciudad se cernía una nube cúmulus inmensa e inusualmente obscura. Aquel monstruoso tornado centelleaba por los rayos que se retorcían en torno a él; estaba seguro de que cualquier ser con vida que tragase moriría en el instante de la forma más dolorosa.
Se incorporó tanto como su estropeado cuerpo robótico le permitió. Estaba confundido, quizás había recibido un golpe en la cabeza porque no se explicaba cuando y como llegó a esa situación.
Saitama estaba a unos pasos de distancia, observando algo en el suelo. Era un cadáver, a saber quién era, estaba despedazado y tan manchado de sangre que parecía imposible reconocerlo. Volvió a contemplar al mayor de pie y notó algo.
Era su sensei, y al mismo tiempo sintió que no lo conocía. La falta de fulgor en sus ojos le provocó miedo. Por qué? Nunca lo consideró un peligro para su vida. Él era su maestro, era su héroe. Era el hombre al que amaba por sobre cualquier cosa en el universo, por quien daría la vida sin dudarlo un momento.

- Tú debías amarme solamente a mí, Genos - su tono gélido de voz le estremeció hasta el último de los ensambles, definitivamente ese no era su Saitama, a él no podía tenerle semejante horror - No debiste traicionarme así - en sus orbes negros había dolor, resentimiento y odio de incalculables medidas. Deslizó todos esos sentimientos desde su mirada hasta el puño, alzandolo a lo alto del cielo. Tras unas palabras de despedida, lo dejó caer sobre el rostro del joven cyborg.
Todo se volvió negro, sintió que abandonaba su cuerpo y flotaba en medio de la nada.

- ...Genos... - una voz a la distancia estaba llamándole. Por dónde? Todo estaba sumido en el abismo, viera donde viera se topaba de lleno con su propia soledad - Genos! - a voz en cuello clamaba su nombre sin cesar - GENOS!!

Abrió los ojos abruptamente. Su sistema no paraba de emitir bocinas de alarma y mostrarle carteles de advertencia. El sonido de las piezas metálicas chocando entre sí era sumamente molesto, pero no podía detenerlo. Su cuerpo no dejaba de temblar.
Dónde estaba? Ignorando las señales de alerta, enfocó sus ojos más allá, encontrándose de lleno con la expresión turbada del mayor.

- Saitama-sensei... - se encogió por unos segundos, creyendo que le haría daño. Pero no halló signos de peligro alguno en él - Eres tú...

- Hombre, qué te pasa?? Estás roto?

- No... tuve una pesadilla

- Vaya - el mayor parecía estar estudiando todo su cuerpo con detención antes de volver a dirigirle la mirada - Debió ser muy mala, mírate

- No se preocupe, todo está bien

- Hay algo que pueda hacer por ti?

- ... - "bésame, abrázame, duerme aquí conmigo" - lléveme con el doctor, por favor...

Era casi imposible pedirle lo que su mente gritó en respuesta. No tenía el valor, no se sentía merecedor de semejante privilegio. Para alguien como él, ver a su sensei y suspirar enfermo de amor era todo lo que podía hacer de momento.

No comprendía la razón por la cual su subconsciente había construido semejante escenario de caos y destrucción, mostrandole al objeto de su adoración acabando con él de la misma forma que lo había visto hacer con tantos oponentes. Fue horrible y aunque difícil, prefirió ignorarlo y hacer como que nada pasó.

◇◆◇◆◇◆◇◆◇

- Y para qué nos han llamado hoy? - Como siempre Silver Fang pedía sutilmente que fueran al grano de una vez.

- Creo que todos estamos de acuerdo con que el misterio de ciudad Z debe ser resuelto por el bien de la humanidad.
Con tanta actividad, las teorías de que es el nido principal de nuestros enemigos ha cobrado fuerza lo suficiente como para tomar cartas en el asunto.
Hemos llegado a la conclusión de que si logramos descubrir el punto exacto del cual provienen los kaijins, estaríamos arrancando el problema de raíz

El amor en tres simples palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora