Capítulo 10; No eres suficiente para mí.

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Pues nada, por lo visto Rafa iba con su pareja y sus niños a la playa, Blanca se había apuntado y había hecho todo lo posible para que yo fuera con ella.
Y con todo lo posible me refiero a 5 tabletas de chocolate con oreo.
Lo que todavía no entendía era qué pintaba Pablo aquí.
- Es amigo de Rafa, subnormal- me dije a mí misma.

-Ese bikini te queda muy bien- dijo Blanca mientras yo posaba frente al espejo.
La miré alzando una ceja.
-Estás muy sexy, yo te daba.
- Así sí- reí
- ps venga.
Me vestí y bajamos al salón.
Una vez todos listos salimos de casa.

La mujer de Rafa iba con sus hijos en un coche; Rafa, Pablo, Blanca y yo en otro.
No sabía por qué duraba tanto el trayecto porque de allí a la playa tampoco es que hubiera mucho. Pero cuando llegamos lo entendí todo.
Era una playa casi a las afueras de Málaga, estaba casi despejada.
-Cuchame, esto desde cuándo está en Málaga?- le susurré a Blanca.
Ella soltó una carcajada.

Nos pusimos en el primer sitio que pillamos y colocamos nuestras toallas.
Tengo la manía de mirar al horizonte nada más llegar a la playa, hoy no iba a ser menos. No sé por qué desvíe la vista a Pablo, el cual, justo en ese momento, se estaba sacando la camiseta.

La virgen santísima.

Recorrí su cuerpo con la mirada y cuando la volví a subir me estaba mirando. Fijamente.

La virgen santísima ×2.

Tragué saliva, volví a mirar al horizonte y me empecé a sacar la ropa. Primero el pantalón y después, mirando a Pablo a los ojos, la camisa.
Él hizo lo mismo que yo había hecho con su cuerpo y volvió a mirarme los ojos... ¿Encendido?
No sé cuánto tiempo estuvimos así cuando Blanca tiró de mi brazo y me tumbó en la toalla.
-¿Qué ha pasado? - me susurró Blanca.
Ni yo sabía que mierda había pasado.
- ¿Como que qué ha pasado?
- Te ha dejado preñá con la mirada.
Reímos.
-No ha pasado nada, tonta.

El día tampoco estaba yendo tan mal. Ver como Blanca sacudía cada dos por tres su toalla porque sus primos le echaban arena era digno de ver.
-Tú, deja de reírte y ayúdame a matarlos- dijo corriendo tras ellos.
No podía parar de reír.
-No sé cómo pueden correr tan rápido- llegó a mí agitada- Vamos, al agua.
Cogió mi brazo y me arrastró hacia la orilla.
Allí estaba Pablo haciendo un castillo de arena con uno de los peques.
Podría decir que ese Pablo no me ponía, pero estaría mintiendo.
Cuando me vio pasar, se levantó.
-Hola- dijo sacudiéndose la arena de todo el cuerpo.
Me quedé mirándolo y me acerqué a él.
Puse mis manos alrededor de su cuello. El me miró confundido.
-Vaya Pablo- susurré en su oído- no estás nada mal ¿sabes?
A él se le aceleró la respiración.
-Hasta podrías ser mi follamigo.
Me separé de él y reí.
-Es broma, no te lo creas.
Me giré y fui donde estaba Blanca.
Pero no pude llegar a ella. Una bola de arena impactó contra mi espalda.
Miré hacia atrás y vi Pablo sonriéndome, con las cejas alzadas.
-¿QUÉ ES LO QUE HACES?
Corrí tras él, que huía de mí.
Era más rápido. Pero no sabia que yo jugaba sucio. Tenía a los peques de mi parte.
Ellos atacaron a Pablo de frente y yo aproveché para saltar sobre su espalda y tirarlo al suelo.
Los niños saltaban y aplaudían.
Pablo se dio la vuelta y quedé sobre su cintura.
-¿Contenta?
-Mucho.
Cogí sus manos y lo sujeté para que mis aliados pudieran echarle arena.
Una vez hecho su trabajo, se fueron.
Solté sus manos y él empezó a frotarse los ojos rápido.Le había entrado arena.
Sí, me dio pena.
Con delicadeza, quité sus manos de sus ojos y se los fui limpiando.
Y ahí estaba, con los ojos cerrados, debajo de mí.
¿Por qué eres demasiado bueno para mí, Pablo?
No sé por qué mierda estaba pensando esto, ni siquiera por qué estaba haciendo esto.
-¿Ya?- susurré
-Sí.
Abrió los ojos y los clavó en los míos.
Me daba miedo, jamás nadie me había mirado así.
- Quizás no seas tan fría como yo pienso.
Me levanté rápidamente y salí corriendo.

El día de playa terminó y nos marchamos todos a casa de Rafa.
Allí cenamos.
En un momento de la noche, Blanca me sacó a la terraza.
-¿Qué coño os pasa?
-¿Qué?
-A Pablo y a ti. Os he visto.
-No nos pasa nada- dije mosqueada.
-¿Sientes algo?
-QUÉ DICES- grité
Miré a mi alrededor y volví a bajar la voz.
-No, claro que no.
-Vale, lo siento.

Estaba cansada por lo que sólo estuve un rato más y me despedí.
Salí a la calle y al rato escuché su voz detrás de mí.
No, joder.
-Val.
Corrió y se puso delante mía.
-¿Qué?
-¿Quieres que te acompañe?
-No, gracias, sé dónde vivo.
Esperé a que dijera algo más pero no lo hizo.
-¿Qué pasa? ¿Te has creído lo de que podrías ser mi follamigo?
-Emmm...no.
Lo miré con desprecio.
-Pablo, no eres suficiente para mí.

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