Capitulo 3

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Ya era viernes, lo que significaba que al día siguiente sería sábado.
Todo iba normal, mi despertar huyendo del alcohólico de mi padre, las aburridas clases de siempre, los insultos de mis compañeros... Al parecer, nunca nada iba a cambiar, siempre iba a tener que cargar con el peso del sufrimiento y el dolor.

Recogí mis libros de la rayada mesa de física para salir del centro, ya mentalizandome en lo que haría a la tarde. Al salir, todos me miraban sin disimular ni un poco, examinándome de arriba a abajo, como si buscasen todos mis defectos procesandolos uno a uno.
Caminé hacia el gran portón de acero verde con la pintura desacascarillada por el tiempo. Le daba vueltas constantemente a una sola idea, un tanto loca, más no tenía nada que perder con intentarlo.
-Dalas.
Paré en seco al oír a mis espaldas mi apellido, y no en forma de susurro como si alguien hablase de mi, más bien llamandome.
No me di la vuelta, pero tampoco me moví, deje que el tiempo hiciese su trabajo hasta que otra llamada de la misma voz hacia mi me hizo reaccionar. Entonces me volví para ver quien era el o la que, por primera vez en mucho tiempo -ya que nadie solía hablarme si no era para insultarme- , me llamaba de una forma tan, ¿normal?
Una chica de más o menos mi altura, menuda, con una melena por los hombros de color azabache intenso, -era realmente guapa- me miraba espectánte y muy seria a ver una reacción en mi.
-¿S..sí?
-Toma, me han pedido que te diga que tienes que ir si no quieres sufrir más de lo que ya lo haces.- dicho eso, movió su melena con la mano y se marchó a paso acelerado.
Era una invitación a una fiesta, al parecer esa misma tarde. ¿Por qué querrían invitarme a una fiesta?
No le dí más vueltas y seguí mi camino a casa.
Ya había comido y hecho los interminables deberes que el señor Dominick había mandado para el fín de semana, así que, dudando aún en si hacerlo, releí la invitación que hacía unas horas me había dado la estudiante de mi mismo centro.
La dejé encima de la mesa de estudio y preparé el baño para ducharme.
El agua caía sobre mi cabeza y hombros, mientras mi mente divagaba por el mundo de yupi, pensando en lo que la fiesta de horas más tarde me depararía.
Una vez vestida frente al espejo, y no muy convencida de mi atuendo, el cual se basaba en un vestido hasta las rodillas de color rojo y unas botas marrones; retoqué mi rostro levemente para no hacer el maquillaje muy notorio.
Eran las ocho cuando salí de casa, por lo que tenía media hora antes de que la fiesta empezase.
Retiré la pata de sujeción de mi pequeño y a la vez gran automóvil, mi único obsequio obtenido por parte de mi padre, aunque muy a duras penas y en uno de sus pocos momentos en estado sobrio.
Una hermosa Yamaha r15 negra, totalmente impecable y reluciente.
-Hola amiga.-sonreí al acercarme a la moto, sin poder evitar el pasar la mano por el costado de esta.

Aparqué lo mejor que pude al lado de la casa, cuya anfitriona celebraba la fiesta, a lo que no tuve que andar apenas unos metros.
El ambiente ya estaba motivado y la música sonaba por todo el jardín delantero, cosa que los invitados que se quedaban fuera charlando, bebiendo o incluso bailando, agradecían.

No pude evitar el sentir repulsión al pasar entre varias parejas que se comían la boca con desesperación. A pesar de eso, cogí fuerzas y entré a la gran casa, la cual parecía un discoteca a nivel industrial, salvo por la decoración típica en una casa familiar de dueños adinerados.
El ruido era insoportable y las luces, cegadoras. El suelo estaba pringoso por las bebidas derramadas, y el olor era una horrible mezcla entre sudor, alcohol, distintos perfumes y ambientador con olor a pino. Aún con todo eso como inconvenientes, decidí quedarme un rato, ya que nunca había estado en una fiesta semejante y tenía curiosidad por saber como eran ese tipo de fiestas de las que todo el mundo hablaba durante meses e incluso años. Según los estudiantes, era la mejor forma de relajarse ante los estudios, aunque para mí, siempre habían sido las causantes de malas calificaciones y falta de sueño de los alumnos cuya única misión en la vida era no saltarse ni una de las fiestas organizadas durante el tiempo que estaban en la secundaria, bachiller y los que llegaban sin pretender cambiar ni esforzarse, la universidad.

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