Empezaba ya el día soleado, lleno de color y luz. Los ciudadanos de Villa Nieva caminaban de un lado a otro por las calles, pensando en sus quehaceres más importantes, como sacar al perro a pasear o cortar el cesped. Los niños iban corriendo en dirección al colegio, llenos de ilusión por ver a sus compañeros y amigos, y pasar la mañana jugando a la pelota y al escondite, pintando y saltando a la comba, y los más valientes, jugando al pilla pilla por el bosque. Nada podía hacer cambiar a alegría y satisfacción de sus caras. Dejé de mirar por la ventana al oír las ya un tanto dilatadas maderas de los escalones, que me avisaban de que mi padre bajaba del piso superior, probablemente ebrio, lo que no era muy buena señal.
Antes de que me viese, me metí en el hueco entre la puerta y la pared, cerrando los ojos con fuerza y esperando a que Jim pasase por el umbral de la puerta sin darse cuenta de mi presencia. Así ocurrió, minutos más tarde, él salió de la cocina con una nueva botella de cerveza de medio litro en la mano, y sujetandose a todo lo que tenía cerca para no caerse.
Le oí susurrar algo entre dientes, pero solo logré entender una parte la cual se refería a mi: "donde estará la maldita mocosa esa cuando más la necesito" No escuché más ya que había subido de nuevo a emborracharse hasta vomitar, para luego seguir bebiendo. Cada día me sorprendía más su capacidad para beber sin caer en un coma etílico, era impresionante el nivel de alcohol que su cuerpo aguantaba.
Cogí la mochila de los libros y me calcé con las deportivas que más a mano tenía. Miré hacia las escaleras, rezando por que no estuviese mi padre esperandome en el último escalón.
Aproveché que mis rezos sirvieron de algo y salí de casa cerrando con llave antes de echar a andar.
No tardé más de quince minutos en llegar al instituto, y una vez en él, hice todo lo que a diario hacía, entré a la primera clase y me senté a esperar a que la profesora de matemáticas llegara y nos emezase a explicar algo de lo que sólo los más estudiosos entendiesen.
Tras los cincuenta minutos de matemáticas, salí en busca de mis libros de la siguiente asignatura a toda prisa, para no llegar tarde al aula en el que me tocaba.
Al igual que en las dos clases anteriores, seguí la misma rutina para las cuatro siguientes. Los recreos, al igual que los demás recreos que había tenido durante los últimos tres años, lo pasé sola, sentada contra la pared trasera del polideportivo que pertenecía al instituto. Evitaba las miradas de cualquiera que pasaba a mi lado, ya fuese gracia, pena, o asco lo que sintiesen hacia mí. Pues no me iba a servir de nada bueno el mostrarme débil y miserable. Pero no todos pasaban en silencio mostrandose distantes, también había quienes criticaban mi forma de vestir, la cual trataba de unos vaqueros negros rotos por las rodillas y una sudadera gris tres o cuatro veces más grande de lo normal, junto a unas deportivas blancas; otros me criticaban en general, según lo que se les ocurría en el momento. Pero nada me dolía ya, nada salvo las miradas de odio y repulsión que una persona en especial me echaba.
Él era quien yo creía mi mejor amigo desde a guardería, pero que por un accidente descontrolado dejo de hablarme e hizo mi existencia invisible para él.
Richard Collins, ese era su nombre. Por culpa de un zumo de uva y su nueva —al principio— camisa blanca de marca; dejó de hablarme, ya que en ese momento la ira y la vergüenza le hizo reaccionar de la peor de las maneras.Cuando la mañana acabó, volví a casa, pensando por el camino como se presentaría esta vez mi padre.
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Mundos distintos
Non-FictionEs una historia basada en la vida moderna, las nuevas modas de ahora, las cuales pueden llegar a ser macabras y peligrosas. En esta novela, la protagonista narrará su vida que ,poco a poco, irá experimentando nuevas emociones y sentimientos, desde e...