Capítulo 2: EL DESPERTAR

33 2 0
                                    

¿Dónde estoy?
¿Qué estoy haciendo aquí?

Muchas preguntas me vinieron en aquel instante que abrí los ojos. Era una zona llena de vida, de plantas y de árboles gigantescos que la habitaba, parecían secuoyas en cuanto a volumen se trataba, pero no se parecían en aspecto. Parecían más Robles gigantes cubiertos por el verde musgo que cualquier otro árbol que me es conocido. La tierra era blanda y esponjosa, y cuando mirabas al cielo, todo aquello a lo que mis ojos alcanzaban ver, eran estrellas y más estrellas. Era como un techo de fantasía por el fugaz movimiento de los cometas. 

Obviamente, era de noche, pero se apreciaba una luz tenue que emitían los hongos del suelo, parecían lámparas celestes que iluminaban el fresno. El aire era puro y estaba repleto de luciérnagas que también emitían una agradable luz amarilla desde sus abdómenes. Nunca había visto tanta belleza en mi vida. Sin embargo, seguía asustado por no saber dónde estaba. Usé mi buena habilidad trepadora para escalar por alguno de los árboles y ver el horizonte desde lo alto, en la copa. 

Tardé aproximadamente media hora en llegar, y mis brazos no se libraron de los rasguños con las ramas y alguna que otra zarza, pero lo conseguí. Llegué a lo alto y me quedé paralizado al ver una inmensa aurora boreal ante mí. Nunca pensé llegar a ver una con mis propios ojos, era mágico. La cantidad de colores me satisfacía la vista y me quedé embobado mirándola un buen rato, y apoyado en el tronco del árbol descansé cómodamente contemplándola.

Al amanecer, vi que el inmenso bosque estaba ya bañado por la luz del sol a los costados de la larga y colosal sombra de un árbol que no había percatado. Durante la noche me había asegurado de que me había subido a lo alto del mayor árbol que encontré, pero se ve que no investigué lo suficiente cuando quería, por curiosidad, ver de qué árbol mutante que con tan solo la sombra, engulle todo el terreno hasta donde alcanzaba mi vista . 

Di la vuelta al tronco del que estaba apoyado para ver de qué tamaño era el árbol que no podía ver sino solo su sombra. Sin duda, el árbol que había trepado no solo era alto, sino también grueso y poblado con muchas hojas y de musgo resbaladizo. Tardé mis buenos minutos hasta que por fin vi al dios de los árboles. El árbol de los árboles y madre del bosque me dejó sin aliento. Sus raíces se veían sobrepasando las copas de los árboles más altos, y lo que antes me parecían árboles inmensamente altos, ahora carecen de valor, dejémoslo en musgo de aquel enorme árbol "si se le puede llamar así". Éste, en cambio, sí parecía en cuanto a aspecto a una Secuoya.

Hacía una mañana muy fría y húmeda, así que me bajé del árbol en el que me encontraba y me dirigí hacia donde estaba "el árbol de los Avatares", tal como le llamaba mi consciencia, ya que me recordaba mucho al árbol de la película "Avatar". Me di un poco de prisa para entrar en calor, estaba helado, además de que al bajar tenía los brazos tensos y congelados, así que hice unos estiramientos y un par de sentadillas con algún que otro salto como dijo que hiciera el profesor de educación física en estos casos para evitar una hipotermia y cosas peores... 

Parecía estar un poco lejos, a unos once kilómetros aproximadamente. Cada metro se me hacía eterno, me era muy aburrido; el mismo fresno, los mismos árboles, las mismas plantas, todo era lo mismo... A veces me daba la sensación de que estaba dando vueltas en círculo, ya que por mucho que caminara y por muchos kilómetros que recorriese, el árbol "avatar" no aumentaba en tamaño según la perspectiva que ya debería tener al acercarme. Aquél árbol me daba muchas vueltas a la cabeza, me recordaba a algo que ya había visto antes.

Tras largos kilómetros recorridos sin hallar nada y sin parecer avanzar. Me envolvió una fuerte emoción de miedo, me volvieron otra vez esas preguntas del principio, qué hago aquí, dónde estoy, ¿volveré? 

Sergio, y la AgoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora