Chapter Ten: Beldam

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Lʌs BʀυJʌs ɗє Sʌʟєм

Capítulo Diez: Beldam (Bruja arcaica)

Caducos árboles fueron testigos de los sucesos que se desarrollaron durante aquel ocaso en el cementerio de la parroquia. Allí congregados, muchos de los habitantes del pueblo de Salem, algunas con pequeñas antorchas para mejorar la iluminación, se extendían alrededor de un gran agujero socavado en la tierra. A la cabeza de este, se alzaba una pétrea lápida con letras talladas en la que se leía:

Aquí yace William Griggs, doctor y habitante de Salem.

Que al igual que él nos cuidó en vida, le cuide Dios en su gloria.

R.I.P.

Se estaba celebrando el entierro del doctor Griggs ya dos semanas después de su fallecimiento. Samuel Parris presidía la ceremonia al aire libre vistiendo las ropas de reverendo. A su lado, la señora Griggs, portadora de un gran vestido completamente negro azabache. No se avistaba casi rastro de su fina piel. El oscuro velo le difuminaba en gran manera la cara, no daba una imagen nítida. Desde sus hombros se extendían unos largos guantes, también negros, que finalizaban cubriendo sus manos, las cuales se hallaban tras el velo por el acto de limpiarse las lágrimas que sus ojos desprendían con un pañuelo de seda. Tras ella, dos plañideras cubiertas y del mismo modo ataviadas que la mujer del doctor, mas con un grado de mayor sencillez.

El resto de allí presentes lo constituían caras conocidas del lugar; Ann Putman, por ejemplo, que días antes había realizado una visita a la viuda para comprobar su estado emocional, se había presentado junto con su marido Thomas para acompañarla en el sentimiento. Asimismo, la sirvienta del reverendo, Tituba, era  testigo del funeral. Demás gente presente tratábase de ciudadanos que guardaban una relación con el doctor ya por ser conocidos pacientes o consolidadas amistades.

—Vecinos de Salem —saludó el reverendo—, estamos aquí reunidos para despedir el alma de una gran persona. El alma de un hombre que dedicó su vida a cuidar de cada uno de nosotros anteponiendo la salud de los demás a su propio tiempo. A pesar de su gran fortuna y rico patrimonio, siempre mantuvo un trato de igualdad, cercano y de excelente calidad hacia los aldeanos de toda clase social. Podría haberse dejado comer por la codicia y haber pedido grandes cantidades de dinero por sus cuidados, por enfrentarse y terminar con todas las enfermedades que podrían haber acabado con nuestras vidas, mas no lo hizo. Estamos aquí para despedir al doctor William Griggs.

La mujer del difunto dejó escapar un sollozo tras su velo, el cual fue acompañado por otros llantos de las plañideras.

—Su muerte ha consternado especialmente a su esposa —dijo señalándola—. Por lo que desde aquí rogamos, Señor, que su misericordia caiga sobre ella para no vivir otra tamaña tragedia.

—Gracias —susurró sonándose delicadamente.

—Aun no sabiendo con exactitud las causas de su muerte, debemos apuntar que él fue quien comenzó a idea de que brujas estaban asolando Salem. Él destapó de forma genuina sus labores demoniacas tras recibir en su consulta a algunos habitantes del pueblo.

Los miembros de la familia Putman cruzaron miradas; recordando los episodios paranormales de los que fueron víctimas en su vivienda y el sueño de Annie. Por la cabeza de Thomas en especial tomó cuerpo el extraño suceso de aquella bruja indígena en el lago.

—Os necesitamos —sentenció Samuel Parris—. Con todo el esfuerzo posible debemos combatir a esas súbditas del demonio. William os necesita. Su muerte no caerá en saco roto. Él lo empezó y nosotros tenemos que terminarlo. Con todas nuestras fuerzas y la ayuda del Señor seremos capaces de derrotarlas. Hay que acabar con ellas.

Las Brujas de Salem [Watty's Winner]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora