Trece❤️

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La pequeña Santana yacía en el sofá de la sala de estar mirando dibujos animados, mientras su madre se alistaba frente al espejo de su tocador y escondía un poco sus ligueros de cuero de bajo de aquella minifalda roja.
Su padre por otro lado, cruzaba la puerta de la entrada tambaleándose por la colosal cantidad de alcohol que había ingerido en aquel bar de mala muerte al que solía asistir todos los sábados, pero esta vez el señor López no venía solo. Esta vez venía acompañado de su viejo amigo de copas que igualmente traía grandes cantidades de licor en su sistema. El hombre ignoró la presencia de su hija y se dirigió a la habitación en la que su esposa estaba maquillándose y de un azoton cerró la puerta, mientras el hombre que lo acompañaba miraba atenta y lujuriosamente a la pequeña morena que seguía mirando los dibujos en el televisor.

La pequeña Santana amaba ver los pitufos todos los sábados como aquella tarde, sin embargo, desde aquel día en que su padre había entrado con aquella compañía a su casa, la pequeña Santana había agarrado un odio abismal a la caricatura de los monitos azules. Ahora cada sábado por la tarde apagaba el televisor y se encerraba en su habitación a llorar. Desde aquel sábado por la tarde la pequeña Santana ya no se sentaba en aquel sofá, ni vestía aquel vestido amarillo con florecitas moradas. Porque desde ese sábado por la tarde, la pequeña Santana había sido despojada de su tierna e intacta inocencia. Desde aquel sábado por la tarde la pequeña Santana había comenzado a sentir odio por aquel ser al que llamaba padre por haberle dejado sola con aquella repugnante persona, desde aquel sábado por la tarde había lamentado el no haber asistido a casa de su abuelita como su madre le había dicho una y otra vez, porque si ese sábado por la tarde la pequeña Santana no hubiese estado sentada en el sofá de la sala de estar no hubiera sentido aquellas enormes y callosas manos acariciando sus pequeños muslos, o el aliento a licor con mezcla de tabaco en su delicada nariz.
Porque desde ese sábado por la tarde, la ya no tan pequeña Santana tallaba su cuerpo en cada baño tratando de despojarse de aquellas asquerosas manos y así aunque el tiempo transcurría, desde ese sábado por la tarde la adolescente Santana rechazaba a cualquier chico que se acercaba a ella con intenciones de cortejarla, desde ese sábado por la tarde la ya adulta Santana odiaba los abrazos y cualquier tipo de afecto que incluyera el rose de su cuerpo con el de alguien más.

Viernes medio día.

Marcas de finísimos autos deportivos, motonetas y una que otra 4x4 se encontraban estacionadas en la acera de la mansión Hamilton. Sin duda alguna sería una de las mejores fiestas del año en curso en la universidad, para ser apenas las doce del día, la cantidad de chicos y chicas en el fraccionamiento más caro de Florida era muy grande, y como no iba a ser así, si más de media escuela estaba invitada al evento.

La hija mayor de los Pierce se encontraba en la orilla de su cama, analizando si aparecer a la fiesta vestida de la forma en que estaba era buena idea, tenía bien en claro que robaría más de una mirada y sería el motivo de muchas habladurías durante el resto del año escolar. Tal vez fue poco el rato en que lo pensó, pues sin más se encaminó a la casa de su ex amiga. Cubriendo su vestuario con un gran abrigo color camel, llegó a la mansión Hamilton, a pesar de ser un día con un clima de alto calor, la rubia vestía muy invernal dejando varias miradas de desconcertó en sus compañeros de escuela.
Como era de esperarse el odioso de Isaac estaba en la fiesta, con su sonrisa soberbia que a la rubia le dieron ganas de romper a golpes, pero se controló a sí misma pues tenía planeado quitar esa sonrisa con un plan mucho mejor.

Viernes en la tarde.

Decir que Santana no sentía ni una pizca de culpa al no ver a la rubia en la glorieta, era una gran falacia, se sentía más que culpable. Su comportamiento de aquella noche no había sido el mejor y le estaba costando trabajo cerrar aquella puerta una vez más, también entendía que si intentaba cerrarla sola nunca podría hacerlo. Así que ir a casa de la rubia después del trabajo
para pedirle una sincera disculpa, no sonaba mala idea.

"Free hugs" [Fanfic Brittana]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora