Prólogo

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Nunca entendí la necesidad de todos por encajar, por formar parte del grupo. Hasta que me encontré en la entrada a mi penúltimo año en el instituto. Cuando al bajar del auto de mi madre, me sentía perdida. Sin saber con exactitud a dónde me dirigía, empuje la puerta principal para encaminarme a los corredores. Había pasado la mayor parte de mi vida en el mismo instituto, había visto los pasillos llenos de gente muchas veces y había podido lidiar con la bulla de los demás estudiantes. Pero por primera vez, me sentía intimidada por mi primer día de clases.

Al estar rodeada de adolescentes que mantenían animadas conversaciones entre sí, hallé la respuesta a mi miedo. Estaba sola. A pesar de ser el primer día, todos se veían animados por los reencuentros con viejos amigos después de vacaciones. Las preguntas comunes inundaban los pasillos.

¿Qué hiciste en verano?

¿Ya vieron a los nuevos del curso?

¿Puedes creer que rompieran?

Y luego estaba yo, intentando pasar desapercibida por el tumulto de gente. Mi repentina falta de compañía me estaba jugando una mala pasada. Intentando despejarme, me adentre en mis pensamientos y camine a paso lento hacia la bienvenida que me esperaba al final del corredor central.

Mi reflexión me llevó a pensar que todos tienen una forma diferente de ver el mundo, por lo tanto cada uno tiene sus propios conceptos. Mi concepto de amistad era muy alto. ¿A quien de verdad podías llamar amigo? Era una pregunta difícil, pero para mí la respuesta caía en los secretos y las verdades. Un amigo es quien no solo te apoya, es con quien guardas miles de secretos y a quien estás obligado a decirle sus verdades. Es quien te quiere conocer y se toma el tiempo de hacerlo.

Yo solo consideraba tener un amigo, su nombre: Nick Thompson. Que en esos precisos momentos se encontraba relajado en una bella playa de las Bahamas. Iba a faltar la primera semana de clases porque sus padres solo podían salir de vacaciones en esas fechas. Era un maldito suertudo y mi mejor amigo.

Con letras azules estaba escrito "Bienvenidos" en la parte superior del escenario, en el auditorio. Como todos los años el director convocaba una asamblea el primer día. Eran dos horas interminables de discursos de profesores prometiendo un año escolar de puro aprendizaje. Se suponía que este sermón iba dirigido en específico para los nuevos estudiantes, con el fin de hacerles una falsa idea de lo maravilloso que era el instituto. Observe cómo la gente se acomodaba en los sitios, el escenario todavía estaba vacío pero no tardaría en empezar. En automático me dirigí a la parte de atrás.

En la parte de atrás, podía empezar a reconocer rostros amistosos. Me senté junto a un grupo después de saludarlos con la cabeza. No es que fuéramos amigos, pero había compartido muchas clases con ellos y la cordialidad nunca estaba demás. Después de tener una breve plática que consistía en preguntas vagas y respuestas sin interés; ellos volvían a hablar entre ellos y yo me volvía a perder en mi mundo.

Note como los últimos estudiantes tomaban asiento y como los profesores terminaban de probar los micrófonos. El director empezó su discurso con un tono demasiado alegre para mi gusto, lo único que deseaba en ese momento era regresar a mi cómoda cama y ver series malas.

Sabía que me esperaba un año agotador. Una vez más me adentraba en mis pensamientos con el ligero eco de lo que decía el director. Y una vez más, me invadía el sentimiento de miedo. Ese de sentirse sola. Lo había meditado lo suficiente para darme cuenta de que sentía que nadie me conocía de verdad. Tenía la sensación de que todos tenían una facilidad increible para mostrar quienes eran, mientras a mi me costaba demasiado. Pero ¿eran de verdad ellos o solo mostraban lo que los demás querían?

Las preguntas volaban por mi mente sin sentido alguno. Los rumores se creaban por caer en simples suposiciones. Era por ello que las personas empezaban a juzgar y calificar, porque no se daban el tiempo de conocer, era más fácil solo criticar. Yo misma lo hacía y me lo hacían. Todo era división y ser mejor que los demás en algo. Había pasado tanto en este instituto que ya los prejuicios se hacían parte de mí. 

Callada, invisible y rara.

Había veces en las que me los creía. Y eso era lo que me daba miedo, que siguiera siendo lo mismo de siempre, que nunca nadie me conocería, ni yo. Solté un suspiro de frustración como si descargara en él todo el cargamontón que estaba en mi cabeza.

Era un nuevo comienzo, un nuevo año y tenía miedo de estropearlo. Tenía miedo de que todo fuera como los demás. Miedo a no cambiar.

Necesitaba aire.

Me levanté y pidiendo disculpas para pasar, me dirigí a la salida del auditorio. Sin notarlo estaba causando un pequeño remolino. Sentía las miradas clavadas en mí. La puerta estaba cada vez más cerca. Era consciente de todas las miradas que me echaban, en sus ojos se podía leer que decían ¿Quién rayos se cree para salir del auditorio? Y luego el instinto egoísta aparecía ¿Por qué no salgo yo?

Primer error: Me esforzaba tanto por intentar leer pensamientos, que no me di cuenta de los cables en el piso.

Segundo error: No me di cuenta de que el director jalaba los cables desde el escenario para moverse. Había una ligera tensión, suficiente para que alguien que tropezara se rompiera la nariz en una caída.

Y el tercer error: Me agarre de la persona más cercana para no sufrir una terrible caída. Igualmente caí, con la pobre chica que jale, cables desconectados y todo el auditorio mirando.

Al menos el año comenzaba de forma diferente.

-

¡Hola! Esta es mi primera historia. Es antigua y ahora la estoy releyendo. Nunca la termine y ahora que tengo tiempo, dije ¿por qué no terminarla?

Han pasado años, pero la idea sigue rondando en mi cabeza. Le daré una segunda oportunidad, ojalá los enganche a ustedes también! Espero que la disfruten.

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Sencillamente Sam (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora