Capítulo cuatro: No, tu cara esta bien

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La clase había comenzado, pero mi mente estaba en otro lugar. Y ese lugar no estaba muy lejos, solo estaba a lado. No tenía una buena razón para estar nerviosa. Sin embargo no podía evitarlo  y no era la mejor en disimularlo. No podía dejar de mover mi pie y golpear el lapicero contra la mesa.

«Solo es un chico, Sam» me repetía. Aún no entendía, ni siquiera lo conocía, podía ser un asesino infiltrado o un psicopata o algo peor, y yo estaba nerviosa con su simple compañía. Si se podía decir eso.

Matt parecía estar muy tranquilo. Se veía relajado haciendo el trabajo asignado para la clase, el trabajo que valía el treinta por ciento de la nota final y del cual, yo solo había escrito mi nombre y la fecha, claro.
Me preocupaba la razón por la cual no me había saludado. Tal vez no me recordaba o tal vez era muy tímido para hacerlo en media clase. La primera tenía más sentido. La campana de cambio de hora sonó. Todos se apresuraron a guardar sus cosas mientras la profesora intentaba que la escucharan en un último aviso sobre el trabajo.

Desperté de mi aturdimiento mental. No podía tenerle miedo a la opinión o pensamiento de un chico que no conocía. No tenía razón para estar nerviosa. Matt no me había saludado y yo no iba a desperdiciar mis pensamientos en él. Solo faltaba que me creyera eso y asunto solucionado.

Guardé mis cuadernos y vi cómo Matt se dirigía a la puerta de  salida. Antes de que saliera por el mismo camino Karen, mi compañera cercana, me detuvo.
— El sábado tocaré con mi banda en 108. Estas invitada, obvio.— me comentó — No mucha gente conoce el bar, así que hice estos volantes.— me los enseñó, era una imagen de instrumentos con un título escrito en forma rara que no se podía leer bien, supuse que era el nombre de la banda.
— Están geniales, intentaré ir.
— Es nuestra primera presentación para un grupo grande. Esperamos que vaya harta gente.— Karen seguía explicándome, le encantaba hablar. En especial de su banda.— ya sabes, queremos hacernos escuchar. Bueno, quería pedirte un favor. ¿Puedes repartir los volantes?
Solo nos daban cinco minutos para cambiar de clase e ir a los casilleros. Tenía que apresurarme para coger un buen sitio en biología. A nadie le gustaba sentarse al frente. Pero el tiempo no era un obstáculo para un favor. Ni para Karen al conseguirlo. Aunque no era difícil cuando se trataba de mi.
— Claro, yo los reparto.—dije soltando un suspiro y cogiendo los volantes. La buena de Sam siempre estaba para cumplirlo todo. La verdad era que simplemente no podía decir "no". Una de las cosas que odiaba de mi, no podía negarle casi nada a nadie. De alguna forma siempre encontraba una razón para aceptar lo que me pedían, como con Karen, sabía que ella en algún momento me devolvería el favor ¿no?
Entre a mi clase de biología después de despedirme de Karen. Era tarde. El profesor estaba conversando con el último alumno de su anterior clase, pero era tarde. Todos los sitios de atrás estaban llenos. Era una tortura sentarse adelante con el señor Parks enseñando. Dos opciones: o no dejaba de mirarte durante toda la clase y te hacía preguntas, o te pedía los apuntes a final de clase y si no los tenías castigaba a toda la clase. Un problema: si te sentabas adelante tenias que prestar atención, de lo contrario reprobarías en la materia y te exponías a ser odiado por los demás.
Veo de reojo la mirada de pena y amenaza que me lanzan algunos mientras me dirijo a mi nuevo sitio. Como el segundo trimestre empezó al inicio de semana, ese iba a ser mi sitio definitivo.
Todos saben porque no sentarse al frente en biología, excepto los nuevos.
Las mesas eran de dos. Y en la primera mesa, la que estaba cerca a la ventana y al escritorio del señor Parks, estaba Matt. No sé porque había pensado que no estaría en esa clase.
Dejé mis cuadernos y volantes torpemente y llame su atención sin querer. Desvío su mirada de la ventana para verme mientras yo me sentaba en la silla de lado.
Me puse a ordenar mis apuntes y colocar lo volantes en orden. El profesor tardaba más de lo necesario en hablar con aquel estudiante. Matt seguía examinándome. Todos hacían bulla. Por mi parte, estaba ansiosa de que la clase empiece.
Tal vez si veía más el reloj los segundos pasarían más rápido. Estaba nerviosa de por sí al estar cerca de Matt y empeoraba ahora que él solo me veía, sin siquiera disimularlo.
— Sam ¿verdad? — Matt se aclaró la garganta y preguntó.
— Si.— respondí demasiado emocionada. Tenía que calmarme.— ¿Tú Matt?— me arrepentí al instante en que lo dije. Mi pregunta sonaba de cavernícola. Hablaba como idiota. «Solo es un chico, Sam. Cálmate» me repetí. Esta vez sí me lo creí.
— Si.— rió un poco.— Todos me han mirado raro cuando me he sentado ¿Es que tengo algo en la cara?
—No, tu cara está bien.— eso volvió a sonar raro. Me regañé por última vez y le hablé lo más tranquila que pude.— Es solo que nadie se sienta adelante en esta clase.
—¿Por qué?
Antes de que pudiera responder, el señor Parks empezó su clase. Justo cuando no quería que empiece. Matt me miró en busca de una respuesta. Y yo solo le susurré que él se daría cuenta por sí mismo.
Estaba feliz, por lo menos había logrado hablar con el. Pero tenía que prestar atención, por lo menos eso intente. Vi los volantes que tenía que repartir y me arrepentí por haber aceptado. También vi a Matt cuando él se concentraba en la pizarra. Él también me miraba para lanzarme miradas de susto con sorpresa. El señor Parks no nos quitaba los ojos de encima. No eran necesarias las palabras para saber que había descubierto la respuesta que quería . Los ojos saltones del profesor me incomodaban y presionaban. Estaba mirando fijamente la pequeña montaña de volantes en mi mesa, los volantes con los que me había distraído durante la clase. Resultó divertido alinearlos.
El timbre sonó salvándome. Durante esa clase todos se quedaban callados y la bulla volvía poco a poco. Antes de que alguien se parara, un fuerte golpe en el escritorio sobresalto a todos.
—No les he ordenado que se vayan.— dijo el señor Parks.— veamos.— se acomodó los lentes y paso por todos los sitios. Se detuvo en el mío.— Samanta, sus apuntes por favor.
Estaba muerta. Mis apuntes estaban incompletos y mi hoja tenía un decorado con marcador rosado chillón. Empecé a desordenar mis cosas como si buscara los apuntes. Ahora sí estaba muerta. Matt me miró de reojo y acerco disimuladamente su cuaderno al desorden que yo provocaba. Sin pensarlo cogí el cuaderno de Matt y se lo entregué al profesor como si fuera mío.
Después de que revisara los apuntes me pude ir. Alcé mis cosas sin guardarlas y salí rápido para perderme en el montón de gente. Necesitaba un cigarrillo para calmarme. Odiaba cuando toda la atención estaba en mi. Me sentía acorralada.
—¡Espera!
Era Matt que venía corriendo detrás de mí.
—Mi cuaderno.— me miraba directo a los ojos cuando volteé.
—Ah, cierto. Toma.— intente darle su cuaderno, pero estaba atascado en medio de todas las cosas que llevaba. Los volantes se me empezaban a caer. Matt actuó rápido y cogió la mitad de las cosas que yo cargaba.— Gracias.— me aclaré la voz.— Gracias, en serio me salvaste en clase.
—No es nada.— dijo mientras me hacía un gesto para ir caminando. Era hora de almuerzo e íbamos a la cafetería. — Yo también me asustaría con un profesor así, parecía que los ojos se le iban a salir.— me reí ante su comentario y él bajo la vista a las cosas que cargaba.Los volantes.—¿Tienes una banda?
—No, es de una amiga. O sea una amiga tiene una banda. — otra vez me trababa con las palabras.— Tocan música propia.
—Que genial.
Llegamos a la cafetería y esta vez soy yo la que le hace un gesto para que me siga. Cuando nos sentamos en la misma mesa de siempre, Nick y Elise ya estaban ahí. Nick no podía estar con una sonrisa más grande. Me senté y ordene mis cosas.
—¿Volantes?—inquirió Elise.
—¿No te enteraste? Karen dará un concierto.— respondió Nick.
—¿En serio? No sabía.— comentó Elise.— ¿y por qué tú tienes los volantes Sam?
—Hoy estas llena de preguntas.— respondí en broma, pero ella seguía mirándome igual. Luego continúe más seria.—Le estoy haciendo un favor.
—Un favor.— me imitó Elise. La mire desconcertada. Ahora en serio quería un cigarrillo.
—No es contra ti Sam.— intervino Nick.— Ha estado todo el día así, creo que esta en sus días.
—¡Nick, cállate!— Luego mi mejor amigo se gano un golpe.
—Mejor voy por mi almuerzo.
Matt que estaba callado por fin hablo, se levanto y fue por comida.
— Bueno Sam ¿No tienes nada que decir?—Nick me miraba pícaro.
—Iré a repartir esto.
Cogí los volantes y me aleje de la mesa. Nick era demasiado obvio. Y él no decía las cosas por decir. Seguro estaba sonrojada, me pasaba muy a menudo cuando me ponía nerviosa. Metí los volantes en los casilleros por los pequeños huecos. Era una forma de darlos y evitar a la gente. Y como la hora de almuerzo era el único momento donde los pasillos estaba vacíos y no estaba mal estar ahí, los coloque todos. Cuando terminé la campana volvió a sonar. No había comido. Tenía que aprender a decir que "no" pronto.

Sencillamente Sam (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora