Una cena muy incomoda

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Llevaba un mes siendo novia de Ceniza, hasta ahora sólo los del colegio sabían, pero nuestros padres no, y ya iba siendo tiempo de que les dijéramos.

-Enana, hoy vas a conocer a mis padres, ¿Estas lista?- Preguntó Ceniza acariciando mi pelo. Estaba nerviosa, llevábamos siendo amigos desde hace casi cinco meses, pero en todo ese tiempo jamás había conocido a los padres de Daniel, y ahora los conocería, y no sólo eso, además Ceniza les diría que soy su novia.

-Eh... si, si, estoy más que lista- respondí tratando de aparentar confianza. La verdad es que en ese momentó quería una cerilla, necesitaba quemar algo, era una especie de liberación para mi ver el fuego.

-Está bien. Te voy a buscar a las seis para la cena con mis padre- dijo acariciando mi mejilla en un gesto tranquilizador, ¿La verdad? No funciono.

-Sí, esta bien. Pero... todavía faltan tres horas para salir del colegio, ¿Sabias?- comenté jugando con las pulseras de mi muñeca. Ceniza soltó un bufido.

-Dejame, estoy igual de nervioso que tú- Dijo arreglando su pelo, que era algo imposible, ya que siempre estaba alborotado.

-Creo que va a salir bien, suponiendo que tus padres no son de los que juzgan por las apariencias- Dije apuntando mis mechones de pelo teñido y mi ropa de apariencia rebelde. Ceniza rasco su cabeza.

-¿Te importa mucho la opinión de mis padres?- Preguntó logrando ponerme nerviosa de nuevo. Estoy pérdida.

-La verdad es que no, pero temo hacer algo que acabe con sus vidas- dije mordiendo mi labio. Cuando me enojaba solía hacer cosas que ponían en riesgo a las otras personas, o soltaba palabras muy hirientes.

-Se que te vas a controlar- me animo Daniel. Él me había visto casi incendiando el colegio cuando la directora me hizo enfadar, o cuando hice llorar a una chica diciéndole unas cuantas palabras.

-Sí... eso espero- murmuré. El timbre sonó y volvimos a clases.

Miraba con atención mi armario buscando que ponerme. Vestidos no tenía, ya que no usaba y no pensaba vestirme tan formal. Pasee mi mirada por mi ropa y al fin me decidí. Tome unos short negros gastados, una camisa blanca manga corta que era más larga atrás que adelante, un poleron negro fino, y mis convers negras.

Me metí a la ducha y bañe, al salir me vestí y puse perfume. Ahora estaba lista. Sonreí ante mi reflejo, nunca me arreglaba tanto, normalmente tomaba lo primero que encontraba. Cepille mis dientes y me senté en mi cama a esperar hasta que llegara Ceniza, a mi madre le diríamos que eramos novios cuando estuviera en casa. Me puse a jugar con una caja de cerillas y termine prendiendo tres antes de que sonará el timbre, me levanté de un salto, guarde las cerillas en un bolsillo de mi short y baje corriendo a abrir la puerta. Le había dicho a Daniel que podíamos juntarnos en la plaza donde siempre paseábamos, pero él me miró feo y dijo que no quería que yo estuviera sola en una plaza cuando empezaba a oscurecer.

Derrape al llegar abajo y me colgué de la manija de la puerta. La abrí y apareció Ceniza. Estaba más guapo de lo normal, llevaba unos jeans gastados en la rodilla, una camisa negra y un poleron azul marino abierto encima.

-Uau, te ves más guapo- dije quitando un mechón de mi pelo que había caido en mi cara. Ceniza me sonrió y posó su vista en mi.

-Y tu te ves mucho más hermosa. Me alegro de que no nos hallamos juntado en la plaza, quien sabe cuantas miradas pervertidas tendrías encima- comentó haciendo que me ruborizara.

-Celoso- murmuré mientras salía de mi casa y cerraba la puerta.

-Te escuche- dijo tomándome de la cintura y besándome en la mejilla.

-Esa era la idea- contesté tomando su mano y comenzando a caminar.


Los padres de Daniel se parecían sorprendentemente ha su hijo, su madre se llamaba Elizabeth, era una mujer de pelo muy negro y liso, piel muy blanca y ojos cafés, su padre se llamaba Robert, y era un hombre alto, de piel blanca, pelo café oscuro un poco ondulado y los mismos ojos grises de Ceniza. Ambos padres eran sumamente apuestos y extrañamente jóvenes como para tener un hijo de la edad de Ceniza. La casa de Daniel era muy grande, y sus padres obviamente adinerados. Nunca había estado en su casa, por lo que no la conocía, y en ese momento estaba incómoda sentada ante la gran mesa comiendo un delicado plato. Había un silencio mortal, donde sólo se escuchaba el tintineo de los cubiertos.

-Y entonces hijo- hablo Robert con una profunda voz, como si estuviera dando un discurso frente a Muchas personas.- Dijiste que debemos saber algo, si nos hicieras el placer de decirlo...- comentó con gran educación. Yo tenía mi vista fija en el plato, pero sentía los penetrantes ojos de la madre de Ceniza clavados en mi.

-Sí- dijo sin vacilación y confianza Ceniza.- Les quería decir que Cassie y yo somos novios, y se las quería presentar- Declaró haciendo que elevará la cabeza y mirara los severos rostros de sus padres. Robert y Elizabeth guardaron silencio.

-Es un gusto conocerte Cassie...- Elizabeth me quedo mirando, al parecer quería mi nombre completo, no sólo mi apodo.

-Cassidy Argent- Aclare. Ambos padres asintieron.- Y el gusto es mio, de poder conocerlos- dije sintiéndome ahogada por tales palabras. Claro que no era un gusto conocerlos, eran muy fríos, ya se porque Ceniza se comporta así con las demás personas.

-Argent- dijo Robert saboreando mi apellido.- Significa Plata en francés, ¿Cierto?- Comentó tomando un sorbo de champán de su copa.

-Sí- Asentí.

-Un bonito apellido- dijo mientras me examinaba.

La cena continuo con unos cuantos intercambios de palabras más, hasta que término, Ceniza se puso de pie y yo lo imité.

-Te acompaño hasta tu casa- dijo cuando abría la puerta.

-No es necesario, puedo ir sola- Dije declinando su oferta. El entrecerro sus ojos.

-Sí es necesario, son más de las nueve de la noche, no dejaré que andes sola- dijo saliendo de su casa y empezando a caminar. Rodé los ojos y lo seguí, aveces se pasaba con lo sobreprotector.

Y sin saberlo eso seria algo fatal.

Dust And AshesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora